Abelardo Martínez:«Esta sociedad de tanta información hace que dejemos a un lado la formación»

J. Monreal
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Abelardo Martínez:«Esta sociedad de tanta información hace que dejemos a un lado la formación» - Foto: Reyes Martínez

El Día Mundial de la Filosofía (19 de noviembre) se estableció para destacar la importancia de esta disciplina, especialmente de cara a la gente joven, y también para subrayar que la filosofía es una disciplina que estimula el pensamiento crítico e independiente, a la vez que es capaz de trabajar en aras de un mayor entendimiento del mundo, promoviendo la paz y la tolerancia. «Así lo establecen las Naciones Unidas, aunque no deja de ser curioso que tengamos que establecer una conmemoración en un día señalado para algo que es fundamental en nuestras vidas como es la filosofía», señala Abelardo Martínez Cruz, profesor de esta materia durante más de cuarenta años y 'filósofo' de vocación, al que la vida ha llevado por diversos caminos discursivos donde la filosofía ha sido su eje fundamental. «Nunca fui a clase sin prepararme el tema del día y he procurado hacerles ver a los alumnos que la filosofía no es algo que se estudia -como materia de clase- sino que es la vida misma», dice el profesor , quien lamenta que en los planes de estudio -en todos- se haya tratado tan mal la filosofía, haciéndola poco atractiva. «Se acabaría con este problema si hubiese un criterio claro de incardinarla con los asuntos cotidianos de la vida. Yo comenzaba mis clases partiendo del hecho cotidiano y a partir de ahí trascendíamos a las ideas. Si te quedas en los hechos no haces filosofía y si sólo te quedas en las ideas tampoco se avanza», dice el profesor Martínez Cruz quien a lo largo de su amplia trayectoria docente ha impartido clases a miles de alumnos «de los que he aprendido, casi tanto como de los libros», apunta sonriendo, «porque el contacto con el alumnado es fundamental para hacer bien tu trabajo», dice este filósofo 'sin carnet', quien señala con cierta tristeza la falta de capacidad de abstracción y de distancia de los hechos «lo que nos lleva a vivir una existencia plana, sin alicientes y en cierto modo 'cutre', haciendo cierto el dicho de que los árboles no nos dejan ver el bosque. El ser humano tiene que alejarse de lo cotidiano y reflexionar porque de esa reflexión nace todo lo que nos rodea, desde una idea hasta una civilización». Alejado de la enseñanza, por su jubilación, Abelardo mira -ahora sí- con cierta distancia la evolución del alumnado actual y la compara con el de su época «advirtiendo que todo ha cambiado en muchos sentidos, y no sé bien hacia donde caminamos. La evolución, de la filosofía en las aulas, ha ido a peor cada día, como consecuencia de los malos planes de estudios y la mala consideración de la asignatura, que se ha visto relegada a un plano secundario. Si a esto se unimos que la sociedad actual se ha vuelto tremendamente materialista y el pensamiento no está de moda..., el resultado es el que tenemos: un panorama educativo con muchas carencias y con fallos en la base; en el pensamiento que es lo fundamental», dice el profesor. Preocupado por impartir la asignatura de modo inteligible para los alumnos, Martínez Cruz se esforzaba cada curso en renovarse y no caer en la monotonía de la repetición de temas. «Cada fin de curso, rompía todos mis apuntes y esquemas diarios y hacía 'borrón y cuenta nueva' de cara al siguiente año. Era una forma de no repetirme y de evolucionar, al tiempo que me adaptaba al alumnado de cada año, ya que no es lo mismo impartir filosofía a quienes estudian letras que a quienes eligieron ciencias. Preocuparte por las clases, no sólo beneficia al alumno, sino al profesor, y eso es algo que siempre he mantenido hasta el último día en el que impartí clase», dice el veterano profesor, quien siguiendo el ejemplo de los clásicos griegos, no desperdiciaba la ocasión de compartir charla y experiencias con los alumnos «imitando a los peripatéticos, y la vieja idea del aula abierta, sin tarimas ni distancias entre educador y educando. Cierto es que no eran muchos los alumnos que acudían a estas 'tertulias' improvisadas, aunque todavía hay algunos -hoy profesores- con los que sigo manteniendo contacto y recordamos los viejos tiempos». Vocación literaria. Al margen de su profesión docente, Abelardo Martínez Cruz ejerce «en los ratos libres, que ya son muchos por estar jubilado», dice, la faceta literaria que le ha llevado a escribir dos novelas. Una de ellas, 'Terra levis', ganadora del premio literario de novela histórica. «Esa fue mi ópera prima, y me animé a seguir, y es de donde surge la segunda, titulada 'Los epílogos nunca se escriben', en la que plasmo sentimientos y vivencias, ya que la acción transcurre en un pequeño pueblecito conquense, protagonista de los hechos cotidianos que son los que de verdad importan. En este trabajo sí aplico la filosofía, partiendo de la reflexión y de los recuerdos. Utilizo los elementos simples que todos tenemos a nuestro alcance, como puede ser el mirar cómo arden la leña en una chimenea, para evocar -por ejemplo- la Fragua de Vulcano y de ahí trascender y reflexionar sobre el arte. Un simple atardecer o caminar por una calle del pueblo, evoca sensaciones que he tratado de plasmar», señala Abelardo, quien nunca ha sido partidario de darse demasiado a conocer, «y aún más tratar de pasar inadvertido y vivir con sencillez donde no te distingas por nada. Me gusta mezclarme con la gente y aprender de las pequeñas cosas, de la 'filosofía popular' que es una de las mejores escuelas que uno puede tener en la vida», comenta el profesor, quien en más de una ocasión estuvo tentado de iniciar «seriamente» una andadura literaria «cosa que no descarto, porque lo que sí tengo es tiempo, y nunca me faltan ganas de ponerme a escribir. De hecho, ando ahora mismo enfrascado en un texto literario de un género complicado como es el ensayo, que no sé cómo ni cuándo voy a terminar, porque todo lo que se hace es continuación de lo anterior. Lo que sí me marco es la costumbre de no dejar ni un sólo día sin escribir nada; lo hago casi como obligación aunque nadie me controle, pero para mí el escribir me anima y me motiva. Pienso que haya tres modos de discurrir: el primero de ellos, andar. El segundo, leer y entender lo que lees y un tercero, escribir, porque se escribe discurriendo, que es un modo de caminar y de pensar. Este discurso es el que te mantiene vivo y alerta en el día a día porque cada amanecer tiene su afán», dice el profesor, quien desde la distancia que ofrece su status de jubilado, ve la enseñanza sin nostalgia alguna, «aunque ha habido épocas en las que echaba de menos la docencia. Confieso que he sido feliz impartiendo clases y disfrutaba con los que hacía, pero llegó un momento, cuando me jubilé, que no sabía qué hacer, aunque pasó pronto y en cierta medida me sirvió par pasar página y dedicarme a lo que hago actualmente, que es leer y escribir, sin prisa pero sin pausa...». Lee y escribe a diario, y repasa viejos textos de los grandes filósofos - los griegos, en los que se cimenta la filosofía- y los más recientes, en los que se percibe la evolución del pensamiento. «Me gustan muchos, pero hay una figura clave en la filosofía que no podemos pasar por alto, y es Kant. En sus obras está toda la filosofía, porque fue capaz de aunar racionalismo y empirismo, y siempre tiene presente a los grandes, Aristóteles y Platón, así como a los medievales, entre los que destaca Santo Tomás», dice Abelardo, quien apunta que «en España no abundan los grandes filósofos, aunque los haya de la talla de Ortega, Zubiri, María Zambrano o Julián Marías, tal vez porque vivimos mucho más en la superficie -como dice Ortega en las Meditaciones del Quijote- al contrario que hacen pensadores de países de Europa Central. Puede que el clima y las condiciones geográficas también influyan en nuestro carácter 'impresionista' frente al de los alemanes que son más reflexivos. Aun así, aquí tenemos grandes filósofos, no sólo 'académicos' sino en su forma de vida y costumbres...», apunta el veterano profesor, quien insiste en la necesidad de «leer y de entender lo que se lee, de analizar cada texto, por simple que parezca, porque de todo ello se pueden sacar consecuencias y siempre habrá algo que nos pueda aportar. Quien no lee no es capaz de escribir y si no provocamos en los niños el hábito de lectura, mal camino llevaremos. Estamos en un momento de la historia, en el que todo avanza vertiginosamente, y ese mismo avance hace que caduque casi al instante. La llamada sociedad de la información, a la que todos tenemos acceso fácil está provocando un fenómeno curioso y a la ver preocupante: tenemos tanta información que estamos descuidando la formación, y eso sí que no conduce a ningún buen destino». Poema diario. Cada mañana, fiel a sí mismo, Abelardo empieza el día con la lectura de un poema. Tras la lectura, toma sus notas y sale a la calle a disfrutar de la mañana y, en definitiva, sentir que la vida merece la pena... «Queda mucho por hacer, pero no me agobia el no llegar a realizar todo aquello que me gustaría», comenta el profesor, quien vuelve a recurrir a su viejo amigo, Kant, y señala «que de lo que se trata es de vivir el instante con sencillez y con alegría. Degustar las pequeñas cosas y asimilarlas con alegría. Para eso también sirve la filosofía, de la que muchos hemos hecho nuestro medio de vida, siendo al mismo tiempo un modo de vivir. Me gustaría hacer muchas más cosas de las que he hecho en el pasado, pero no me preocupa el paso del tiempo como a Unamuno con su 'No quiero morir', sino más bien como Séneca, para quien el tiempo será como un gran océano en el que todo se va a ocultar. Por eso, pienso que hay que vivir cada día como si fuera el último. Lo demás, vendrá por sí solo; porque, como decía Aristóteles, 'seremos eternos hasta que nos recuerden'».