Perdonó la lluvia

i. p. nova
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Miles de nazarenos formaron parte ayer de una de las procesiones más multitudinarias de la Semana de Pasión • El desfile comenzó con un retraso de media hora por los chubascos que amenazaban a las puertas de El Salvador

Perdonó la lluvia - Foto: Reyes Martínez

Atardecía y sonaban los tambores en la plaza de El Salvador. Mientras los más pequeños encendían sus velas, los mayores comenzaban a prepararse para cargar las tallas. La nubes negras también esperaban, aparentemente pacientes, a que salieran los pasos. Tras la correspondiente reunión de la organización, la procesión de El Perdón comenzó con un retraso de media hora, una decisión con la que se esperaba que no se desluciera el trayecto de las imágenes. 
A pesar del pequeño retraso de media hora, el San Juan salió, como no pudo hacer un año atrás, triunfal. Con el dedo señalando al cielo, que amenazaba grisáceo,  se alzó la talla de Luis Marco Pérez. Tras él, y de la misma Iglesia, una de las hermandades más antiguas de la Semana Santa, se levantó majestuosa, engalanada con esmero, la imagen de Santa María Magdalena. 
Túnicas y capuces, estandartes, velas y tulipas configuraron un festival cromático que se adueñó de la ciudad incluso horas antes de que se iniciara la procesión. Los nazarenos que procesionan en el desfile de ‘El Perdón’, se encaminaron hacia sus puntos de partida, ascendiendo con sus capuces sobre los hombros las empedradas cuestas del Casco Antiguo.
Largas hileras de cofrades, que se contaron por varios miles, se hilvanaron durante el cortejo, que transcurrió sosegado, tranquilo, frente a la atenta mirada de turistas y semanasanteros que buscaban, un día más empaparse del sentimiento de la Pasión. Un color, un latido cristiano, que el pasado año se castigo por la lluvia, y este se vio tentado a suspenderse.
La plaza de El Salvador se tiñó de morado, de blanco, de amarillo, de verde esperanza. Un silencio sepulcral se rompía con las miradas al cielo, al que desafiaban, a la espera de burlar cualquier nube que el año pasado había estropeado el desfile, y este parecía querer empañarlo. 
Las calles, palpitantes de perdón, de arrepentimiento. Han sido el escenario por el que desfilaron las tallas de las hermandades del San Juan Bautista y del Stmo. Cristo de la Luz con el paso procesional de Santa María Magdalena. Abriendo desfile la Banda de Trompetas y Tambores de la Junta de Cofradías, inició el ascenso a la Plaza Mayor por la estrecha calle Solera.
Una mezcla de tulipas, capuces, túnicas que desfilaban por la calle del Peso, a la espera, de que la Esperanza, saliese a su encuentro. Las calles de Solera, Peso y Andrés de Cabrera se convirtieron ayer en un marco de corazones que latían frente a un mismo ritmo, viendo desfilar sus tallas, que casi se quedan en los templos. Las lagrimas de tristeza vertidas por La Magdalena, se acompañaban del fervor de los hermanos del Bautismo, símbolo de creación y nacimiento espiritual. El Cristo, que confirmaba su fe, frente a una madre desconsolada que dejaba entrever en su cabizbaja mirada el dolor de perder a un hijo. 
Con la salida de la talla de los hermanos de la María Santísima de la Esperanza, se completaba la primera y estrecha, etapa del recorrido, llegando a la amplia vía de Alfonso VIII.
En su ascenso hacia la Catedral, se detuvieron las filas frente al Oratorio de San Felipe Neri, templo barroco del que emanó la Real e Ilustre Congregación de Esclavos de Nuestro Padre Jesús Nazareno, de Medinaceli. Esta numerosa cofradía salió corporativamente junto al paso del venerado Nazareno cautivo. Al sonido del himno nacional, desfiló El Medinaceli, cubierto de flores rojas y arropado por miles de hermanos, que esperaron, pacientes, el salir de su Cristo.
Mientras que Cuenca veía atardecer y los pasos se iban uniendo al desfile, la parte humana se enlazaba en uno. Nazarenos de distintas tulipas y colores se entremezclaban con las luces reflejadas, en la corona de la Santísima Madre que estrena restauración, durante el cortejo semanasantero.
Y es que, si hay un factor de cohesión social en Cuenca no es otro que su Semana Santa. Y en una procesión tan popular y populosa como ésta se percibe de manera más notable.
Con el desfile prácticamente formado, y las tallas a la espera en la Plaza Mayor,  la Iglesia Parroquial de San Pedro comenzó su particular recorrido procesional, en el que la talla de Dibé de Luque se reunió con el resto de hermandades en un sepulcral silencio bajo las luces de una noche que se sentía cerrada y en la que las nubes apenas dejaban entreveer las estrellas. 
Frente a la catedral, se unió al cortejo la Venerable Hermandad del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo. Una de las más jóvenes hermandades nacida al amparo de los estudiantes del antiguo Colegio Universitario, que pusieron en la calle un magnífico Misterio del Bautismo del Salvador, que bajaba, para unirse al resto de tallas y comenzar la bajada. 
El Perdón confirmó su fama como una de las procesiones con más participación entre todas las conquenses, más de 8.000 nazarenos invadieron ayer Cuenca. El desfile convirtió las calles y plazas de la ciudad en un mosaico multicolor repleto de morados, verdes, amarillos, blancos y rojos.  Colores de pasión, que se entremezclaban al caminar.
Nazarenos y penitentes, banceros, músicos y portainsignias se convirtieron en la noche de ayer en un ejemplo de diversidad en lo estético y eclesiástico. 
Al cierre de esta edición, los pasos se encontraban ordenadamente en la Plaza Mayor. Aún quedaba un largo recorrido de la procesión, etapa en el que los pasos volverán a sus correspondientes templos y los nazarenos colgaran sus capuces. Hoy se hará el Silencio.