La 'quinta' decepciona

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Los grises de Martínez Conradi arruinan una tarde en la que Ferrera, 'El Juli' y Fandiño se marchan de vacío de Bilbao

OCTAVA CORRIDA DE ABONO DE LA FERIA DE BILBAO - Foto: Alfredo Aldai

leticia ortiz (spc) / bilbao 
La corrida de ayer de Bilbao se vendió como una gesta de El Juli, por aquello de matar toros del encaste Santa Coloma en una plaza de primera categoría, y como un desafío de Iván Fandiño, que retaba a una figura del toreo después de denunciar el veto al que los primeros del escalafón le tienen, según él, sometido. Tarde, por tanto, de expectación. Y como los dichos taurinos suelen tener mucha razón, al final, el festejo fue de decepción. O, incluso, en plural, de decepciones.
La más importante fue la protagonizada por los astados de La Quinta. Justitos de presentación, los grises de Martínez Conradi se cargaron la tarde. Desrazados, escasos de fuerza, con poquita casta y sin apretar en el caballo, no mostraron ninguna de las cualidades que se les supone por su encaste. Tan solo se salvó el bravo cuarto, por aquello del tuerto en el país del ciego. 
 
NO QUEDÓ NI EN GESTO. Con semejantes mimbres, resultó complicado para los diestros. Así, El Juli pasó inédito por El Bocho en una de las corridas más insulsas que se le recuerdan al matador de Velilla. No tuvo toros, pero tampoco tuvo ganas para poner lo que les faltó a los morlacos. Una gesta que no quedó ni en gesto. Lo malo es que el madrileño podría hacer la cruz a los santacolomas por el mal juego de Bilbao y eso le volvería limitar a los Domecqs. Una lástima porque tiene poder para lidiar con éxito cualquier encaste.
Fandiño, por su parte, en su cruzada contra los poderosos, salió mejor parado, pues de sus muñecas brotaron los mejores muletazos de la tarde, pero una batalla para ganarla hay que rematarla con la espada y el de Orduña llevó poco afilada la suya al coso de Vista Alegre. El vasco tuvo las orejas en la mano, pero las perdió por su mal uso de la tizona. 
Abrió cartel el convidado de piedra al duelo, Antonio Ferrera, y a sus manos fue a parar el mejor del festejo, el cuarto. El extremeño, en el mejor momento de su carrera, levantó a la gente de los asientos en un emocionante tercio de banderillas. Especialmente bueno fue el último, al quiebro, pegado a tablas, con mucho riesgo. Con la muleta, Ferrera evidenció una faceta muy madura, de torero añejo, en una faena templada, firme y solvente ante un astado nada fácil, que pidió los papeles al matador. 
Otra decepción para la afición fue el aspecto del coso. Apenas media entrada para uno de los carteles más interesantes del abono vizcaíno. Algunos culparon a Málaga, donde toreaba José Tomás, de la pobre respuesta del público. Y es que no hay que olvidar que Bilbao y la ciudad andaluza están conectados por vía aérea, y quien esté interesado apenas invierte una hora en trasladarse.