Las mejores esencias, como el Arte de Morante, siempre vienen en frascos pequeños

LEO CORTIJO
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Manzanares y Perera son los primeros triunfadores numéricos de la Feria de San Julián al salir a hombros, imponiéndose al deslucido, descastado y soso encierro de Torreherberos

Las mejores esencias, como el Arte de Morante, siempre vienen en frascos pequeños - Foto: Reyes Martínez

- Foto: Reyes Martínez

Siempre se ha dicho que las mejores esencias vienen en frascos pequeños. Degustarlos en la justa medida sobra para que podamos deleitarnos con tan rico tesoro. A Morante y a su arte le pasa exactamente lo mismo. Basta media docena de muletazos despaciosos y toreros como ellos solos para poner a una plaza en pie. Cuenca disfrutó, y tenía ganas, de las pinceladas más artísticas de este pintor taurómaco. Aunque fuese de forma efímera, el de La Puebla paró el tiempo en el coso del Paseo de Chicuelo II. Tanto como le dejaron los toros de Torreherberos, flojos, descastados y sosos hasta decir basta en líneas generales. A ello se sobrepusieron tirando cada uno de sus armas de figura Manzanares y Perera, que con dos orejas cada uno se convirtieron en los primeros triunfadores numéricos de San Julián 2014. Ahora bien, yo todavía estoy soñando con Morante.
 
Deslumbrado, toro que alzó el telón de la Feria de San Julián, blandeó en el capote de Morante de la Puebla, y el público, necesitado de ver la versión más artística del sevillano con la capa, solo puedo celebrar dos potables verónicas. Muletazos de tanteo del torero de La Puebla para corroborar la excesiva flojedad del burel, al que no se lo podía sacar nada en absoluto, por lo que Morante tiró por la calle del medio y abrevió. 
 
Ni se acopló ni se gustó en la bienvenida con el percal al terciado Jaranero, esfumándose así las opciones de ver la versión artista del sevillano con el capote. Nos tocó la de arena, o la de cal... Vamos, la que sea la mala. Otra historia fue la faena muleteril, donde se notó que habías ganas de Morante, muchas ganas, y es que los olés en los primeros compases fueron atronadores. Y no fue para menos…, no se puede torear más despacio ni con más torería. Lo probó a izquierdas, pero por ahí no tuvo eco la faena y abandonó. Todo estaba en el noble y buen pitón derecho del toro, por el que Morante destapó su tarro de las esencias y ofreció media docena de derechazos tremendos, congelando el tiempo, soñado el toreo. Esos mismos que le suben al Olimpo del Dioses. Unos dirán que fue muy poco bagaje, otros que dichosos los que pudieron disfrutarlo. Morante es cuestión de gustos. La oreja que paseó fue justa, una segunda hubiese sido exagerado. 
 
Se estiró a la verónica José Mª Manzanares para recibir al abanto Biznaga, que rebrincando tomó el percal en capotazos de comunión con el tendido, más jaleados, todo hay que decirlo, por parte de las féminas. Señaló bien el varilarguero, aunque en el encuentro se partió la vara. Manzanares se puso el mundo por montera y ante la desastrosa lidia de su cuadrilla, -cuyas consecuencias pagaron los capotes, todos rasgados-, decidió hacer las de brega y dejar en suerte al animal para el segundo par. Tardó un mundo en entrar en faena, pero empezó asentarse gracias a la confianza que le transmitió el potable pitón derecho, que aunque no fuera un dechado de clase, se dejó. Largura y temple en la única tanda a izquierdas, pero al hilo y sin cargar. Se esmeró el de Alicante en echarse encima del toro y dejársela puesta cuando volvió a la diestra, pero ya fue tarde pues entonces el burel se rajó. Estocada caída para pasaportar al deslucido animal, que fue a morir a la puerta por la que había salido. 
 
Con dos largas cambiadas pegadito a las tablas recibió a Disonante, el segundo de su lote, que en uno de esos encuentros se lesionó de los cuartos traseros y fue devuelto. En su lugar salió Arrojado, sobrero del mismo hierro, pero con mucha más plaza que el titular y con el que Manzanares se gustó intercalando verónicas y chicuelinas. Derribó al jaco, cumpliendo en varas como ninguno de sus hermanos. Aunque tampoco fue el tercio del siglo, ni mucho menos. Lo poquito dentro de la nada. Comenzó a derechas, pero por ese pitón el toro acortó el viaje y se quedó parado a mitad del muletazo. Cambió a la izquierda, pero el animal repitió los mismos defectos y no transmitió más que sosería y falta de transmisión. Todo por arriba y sin castigar, que el astado no estaba para muchos trotes, y así es muy complicado componer una faena llegue arriba. Se le concedió la oreja, y de la misma forma fue protestada. Lógico, era la que abría la puerta grande y la petición no fue mayoritaria. Cosas que no se entienden. 
 
Donaire barbeó las tablas antes de encelarse en el capote de Miguel Ángel Perera, al que paró con vistosas verónicas a pies juntos en los medios de la plaza. Señaló muy atrás el del castoreño y el toro se metió, literalmente, debajo del caballo, cayendo el equino sobre éste. Accidentado tercio de varas que se completó con Morante ayudando a levantar al caballo. Bonita imagen. Ceñido y variado quite del extremeño alternando chicuelinas y remates por abajo con el envés del percal. Ayudados por alto en el tercio sin enmendar la planta para iniciar un trasteo en el que siempre tuvo que llevar entre algodones y a media altura al justo animal, pues cuando lo sometió se vino abajo. Además, el de Torreherberos se cansó demasiado pronto por el derecho, y le duró un suspiro. Igual de poca transmisión por el izquierdo, por el que el pacense intentó templar y darle largura a la embestida, pero fue imposible. Con el toro totalmente parado llegó el arrimón de Perera para calentar a un tendido que se enfrió por el fallo a espadas. 
 
Ganándole terrenos con el capote condujo Perera a su segundo, Naranjero, al que decir que se picó es una osadía... se marcó la vara, nada más. Cambiados por la espalda en los medios con la figura como un marmolillo después de brindar al público como prólogo de la faena. Eso fue lo que más emociones despertó en el público, porque a partir de ahí la sosería del animal, que tenía para parar un tren, hizo que el esfuerzo de Perera no tuviese eco. Volvió a repetir lo que ya es un dogma para él: circulares invertidos y arrimón final de bullicioso efecto entre el público... lo que sumado a una serie de manoletinas en las cercanías hicieron el resto para pasear las dos orejas.