Viva el pasodoble

Manuel Pérez
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La Banda de Música de Cuenca pone a bailar a la Plaza Mayor cada tarde intercalando en su repertorio temas clásicos con otros de compositores conquenses

Viva el pasodoble - Foto: Reyes Martínez

 
Como dirían los amigos del refranero español, «lo mismo vale para un roto que para un descosido». La Banda de Música de Cuenca interpreta con tanta solemnidad la Marcha fúnebre de Chopin un Viernes Santo para el Santo Entierro, que con alegría los pasodobles más populares cada tarde de San Mateo para las decenas de personas que se reúnen a bailar bajo los arcos del Ayuntamiento. 
Ayer, una jornada más, el maestro Juan Carlos Aguilar alzó su batuta para dirigir a los 69 integrantes de una formación musical que, con orígenes en 1895, es la más antigua de cuantas siguen en activo en la capital. 
El repertorio de pasodobles volvió a combinar clásicos como Amparito Roca, de Jaime Texidor; España cañí, de Pascual Marquina, o Gallito, de Santiago López; con composiciones de autores conquenses que rinden homenaje a personajes de la tierra. Entre estos, la Banda de Música de Cuenca interpreta cada tarde en la Plaza Mayor temas como los de El Curi, de Julián Aguirre; Chicuelito -dedicado a José Vicente Ávila-, de Rufino Martínez -; El empresario -dedicado a Maximino Pérez-, de José López Calvo; o Marchoso, de Nicolás Cabañas. Juan Carlos Aguilar también difunde sus composiciones intercalando alguna que otra vez su Clarines de gloria  -dedicado a Arturo Martínez Barambio.
Más allá de los pasodobles, la Banda de Música de Cuenca ameniza durante San Mateo los desfiles de entrega y devolución del pendón del rey Alfonso VIII, interpretando el himno de España a las puertas de la catedral y un pasacalles en los 200 metros que separan la catedral del Ayuntamiento. 
Como uno de los mayores baluartes de la identidad cultural de Cuenca, la formación contribuye con su buen hacer al engrandecimiento de las fiestas de la reconquista, al igual que lo hace en Semana Santa o San Julián. Y es que, su repertorio, sin límites, lo mismo sirve para ayudar a los conquenses a enjugarse las lágrimas de la Pasión que para que se echen unos bailes.