Entre la abstracción y la música moderna

Marco A. De la Ossa
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Podemos afirmar que la 53 edición de la Semana de Música Religiosa de Cuenca ha acertado en los dos estrenos absolutos de este 2014. Tras el fantástico traslado al sonido de la partitura de Mario Carro en la velada del Lunes Santo, La vaca traslúcida del Martes Santo pareció no dejar indiferente a nadie.  
Esta obra de Klaus Lang que se pudo escuchar por primera vez en la Iglesia de la Merced, se relaciona directamente con el pintor Fernando Zóbel. Partió de forma evidente de la estética de Morton Feldman, compositor con el que compartía programa, aunque se centró en largas vocalizaciones por parte del coro en una especie de búsqueda de la esencia del sonido que fue despedida por una larga ovación por parte del nutrido público congregado en el antiguo templo, ahora biblioteca y sala de conciertos, conquense. 
Cierto es que tanto el título de la obra como las notas que el propio Klaus Lang escribió en el libreto de mano que acompañaba al concierto y la biografía dispuesta, en la que el peculiar compositor y organista austriaco indicaba que «le gusta el té y no le gustan ni las máquinas cortacésped ni Richard Wagner», dentro de en una línea muy diferente a la habitual, sembraron algunas dudas. 
Él mismo advirtió que «su música no es un lenguaje utilizado para comunicar contenido no-musical» ni es un «medio para verbalizar contenidos extramusicales, como emociones, ideas filosóficas o religiosas, propaganda política o publicidad». Así, trató de explorar el sonido eliminando otros conceptos o contenidos asociados al mismo. Es posible que esta estética choque directamente con las proyecciones que Poldo Pomés había preparado para acompañar a la escucha de la obra, que se compusieron de visualizaciones detallistas de algunas obras de Zóbel.
 
Nivel alto. Lo más destacado fue la actuación del Taller Atlántico Contemporáneo y del coro Codetta: dirigidos por Diego García, mostraron un nivel altísimo en todo momento, pleno en conjunción, limpieza y capacidad de transmisión. En conjunto, generaron una atmósfera etcétera y onírica, muy similar en toda la obra. 
     Tras un breve descanso y con la soprano Ingrida Gapova y la violista Ioanna Ciobotaru con un papel protagonista en escena, se interpretó Rothko Chapel de Morton Feldman, una obra que se realizó en coproducción con el Festival Internacional de Música y Danza de Granada.
     En esta pieza, se trató de trasladar al sonido los ambientes y sensaciones que se pueden vivir en la Capilla Rothko, un espacio dedicado a la contemplación creado por el pintor norteamericano Mark Rothko, del que podemos encontrar en España algunas de sus obras en el Museo Reina Sofía y en el Thyssen. 
      Construido en 1971 en Houston, alberga además catorce óleos de gran tamaño del propio Rothko. Así, su estructura octogonal y las pinturas condicionaron la elección de los instrumentos para que la música impregnara toda la habitación y no fuera escuchada a una distancia determinada. 
    
Propuestas. De nuevo, destacaron formación instrumental, director y coro, acompañados por unas proyecciones en detalle de los cuadros de Rothko. Además, fue muy curiosa la simbiosis sonora que se pudo vivir entre la subida de la Banda de Trompetas y Tambores de la Junta de Cofradías hacia la Plaza Mayor y la interpretación de la obra de Feldman, ya que ambas se acompañaron durante algunos minutos en lo que supuso una unión entre las propuestas de la Semana de Música Religiosa y los sonidos de la Semana Santa de Cuenca. 
     Por la tarde (17 h., Iglesia de san Miguel), pudimos vivir también un subrayado concierto que corrió a cargo de la soprano Marta Almajano, Juan Carlos Rivera a la guitarra barroca, Eligio Quinteiro a la guitarra barroca y tiorba y Ventura Rico a la viola da gamba.El cuarteto interpretó finalmente un bellísimo repertorio que se centró en la música española de la época barroca.
      Como apuntaba Andrés Cea en unas muy destacadas notas al programa, «los músicos hispanos fueron capaces de desarrollar un estilo de composición propio, ampliamente basado en la tradición y en el que la incorporación de elementos foráneos no se produjo sino bastante tardíamente tras vencer una notable resistencia». 
      La interpretación de este repertorio tuvo una personalidad propia que se manifestó en el empleo de instrumentos de cuerda pulsada, entre ellos guitarras o arpas.