Un comedor en el que se paga con el corazón

Manuel Pérez
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Cáritas Cristo del Amparo garantiza a diario el desayuno a 70 menores

Dos voluntarias sirven el desayuno en el comedor social Cristo del Amparo. - Foto: Reyes Martínez

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Una voluntaria sirve un vaso de leche con cacao a un niño para el desayuno.
Una voluntaria sirve un vaso de leche con cacao a un niño para el desayuno. - Foto: Reyes Martínez
Las voluntarias elaboran su propia repostería para ahorrar en gastos y sacar más partido a la ayuda que llega del exterior.
Las voluntarias elaboran su propia repostería para ahorrar en gastos y sacar más partido a la ayuda que llega del exterior. - Foto: Reyes Martínez
El comedor social no niega un desayuno a quien lo necesita.
El comedor social no niega un desayuno a quien lo necesita. - Foto: Reyes Martínez
Los niños aprenden a desayunar y adquieren buenos hábitos.
Los niños aprenden a desayunar y adquieren buenos hábitos. - Foto: Reyes Martínez
Un cartel en árabe indica los bocadillos de esta comunidad.
Un cartel en árabe indica los bocadillos de esta comunidad. - Foto: Reyes Martínez
Angelines López, voluntaria.
Angelines López, voluntaria. - Foto: Reyes Martínez
Juanjo Basaurit, voluntario.
Juanjo Basaurit, voluntario. - Foto: Reyes Martínez
Seis voluntarios atienden desde las siete de la mañana el comedor social.
Seis voluntarios atienden desde las siete de la mañana el comedor social. - Foto: Reyes Martínez

 
Ninguno de los seis voluntarios de Cáritas Parroquial Cristo del Amparo se imaginaba hace una década que volverían a hacer falta comedores sociales para cubrir las necesidades básicas de las familias conquenses, especialmente las de los más pequeños, cuyo buen desarrollo depende de una alimentación rica y variada.
Pero la realidad de los mercados económicos y sus consecuencias sobre el empleo ha hecho que durante estos años muchos padres tengan problemas para acercarse a otros mercados, los de frutas y verduras, para garantizar a sus hijos un plato de comida al día. Por este motivo, Fernando Díaz Miranzos, arropado por un grupo de voluntarios de Cáritas Parroquial Cristo del Amparo, puso en marcha hace dos años un comedor social con el fin de ofrecer un desayuno a los niños más necesitados de Los Tiradores, así como del área de influencia más próxima a este popular barrio conquense.
Actualmente, en el centro se atienden de lunes a viernes entre las siete y las nueve de la mañana a 70 menores de edad -la mitad españoles y la otra mitad de padres inmigrantes- que, de no ser de esta forma, no tendrían garantizados un vaso de leche, un zumo, una tostada o algo de bollería que llevarse a la boca con la salida de los primeros rayos de sol.
Los niños reciben como agua de mayo el desayuno y eso que, como afirma Angelines López, voluntaria, «algunos no comían cuando empezaron a llegar porque no tenían el hábito». Ahora se comen todo lo que pueden ya que, según señala, «en muchos casos se nota que no han tomado nada en la cena».
Yolanda Zafra es una de las madres que lleva a diario a su hijo a desayunar antes de dejarlo en el colegio. En su casa sólo entra el pequeño sueldo de su marido, por lo que la ayuda que recibe de este recurso «le hace más llevadero el mes», además de garantizar una alimentación variada al menor.
 
Otra ayuda. Además del desayuno, el comedor social proporciona a los menores una bolsa con un bocadillo y un zumo para que puedan tomarlo en el colegio durante la hora del recreo.
Como curiosidad, Angelines explica que, el hecho de que muchos de los menores sean de origen árabe, hace que a la hora de preparar el bocata tengan en cuenta las prohibiciones alimenticias del Islam y guarden preceptos como los de emplear carnes de animales sacrificados bajo el rito halal, que adquieren en carnicerías especializadas. Para que no haya confusiones, un cartel en su idioma indica a los menores cuáles son los bocadillos que respetan su tradición.
Gracias a la ayuda de Cáritas Parroquial Cristo del Amparo, las familias necesitadas del barrio reciben también una bolsa al mes con alimentos de primera necesidad como azúcar, leche o pasta. Pero las aportaciones de esta iglesia van más allá de los alimentos. Una vez a la semana, una profesora voluntaria ayuda a los menores con el inglés, y cada martes se promueven actividades de ocio, que contribuyen a la integración de las diferentes comunidades que viven en Los Tiradores. Además, Angelines señala que se intenta atender, «a medida de las posibilidades», las necesidades que trasladas los vecinos, que pueden ir desde una bombona para calentarse en invierno a algo de ropa.
 
Recursos. El comedor social de Cristo del Amparo se nutre de los fondos que recibe del Banco de Alimentos de Cuenca, de lo que les proporcionan las hermandades de la Semana Santa de la capital y de lo que ellos mismos son capaces de conseguir a través de la venta de mermeladas, mantecados, roscones de reyes o aguardientes que realizan de forma artesanal en su horno; o los productos que confeccionan en su taller de costura (caminos de mesa, bolsos y mochilas). Con él también colaboran organismos como el Ayuntamiento de Cuenca o entidades como Globalcaja.
Angelines señala que no cuentan con un presupuesto fijo, «lo que entra sale», asevera; y explica que para ahorrar en gastos y rentabilizar la ayuda que llega del exterior, han aprendido a hacer el pan con el que preparan los bocadillos y la bollería que sirven en el desayuno.
El hacerlo ellas mismas le da más trabajo. Sin embargo, no les importa echar más hora a la causa, aunque ello suponga sacrificar parte del tiempo que cada domingo dedican a su familia, si con ello se ahorran unos cuantos euros con los que pueden cubrir otra necesidad.
Ahora mismo, gracias a las aportaciones de los conquenses en las diferentes actividades promovidas durante la Navidad, las despensas están llenas. Pero cada día salen de ellas más de diez litros de leche, otros tantos de zumo, tres paquetes de pan de molde y kilos de embutidos que, de no reponerse en los próximos meses no garantizarían la prestación del servicio. Y es que, como señala Mari Carmen, «la gente come durante todo el año, y en agosto también se desayuna».
 
Los voluntarios. La actividad en el comedor comienza a las siete menos veinte de la mañana cuando las primeras voluntarias, normalmente Angelines y Mari Carmen, llegan para preparar los alimentos. Poco a poco se van incorporando Encarna, Teresa, Pilar, Carmen y, también, Fernando y Juanjo, que no dudan en arrimar el hombro a esta causa solidaria, aunque ello suponga tener que madrugar algo más de lo que debieran para incorporarse a sus puestos de trabajo.
A ninguno de los seis voluntarios del comedor le pesa el sacrificio que supone atenderlo, pues afirman que «lo que reciben a cambio en forma de cariño compensa cualquier esfuerzo». Y la verdad es que, siendo testigo de su trabajo diario, basta ver la relación que existe en la comunidad del centro para darse cuenta de ello. Los lazos de afinidad que se han creado son tan fuertes que algunos niños llaman a las que los atienden «mamá».
La mayoría de los voluntarios son mujeres del barrio vinculadas con la cáritas parroquial, pero también hay historias como la de Mari Carmen, que llegó a Cristo del Amparo pidiendo ayuda en un momento de necesidad personal y ahora la devuelve con su trabajo diario, o la de Juanjo, que pasó una mañana para llevar una bolsa de alimentos y se quedó a colaborar. En el caso de Angelines, el comedor social le ha servido para superar «una depre». Para todo ellos, «lo que reciben no está pagado con nada», pero yo me atrevería a decir que sí, porque en este comedor, el amor es la moneda de cambio.