Sonidos del ala de un ángel

Ilia Galán
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La ópera de la compositora finlandesa Kaija Saariaho, aunque interesante, se queda pequeña para un espacio como el Teatro Real, con una puesta en escena reducida y una aportación músical contemporánea con sensaciones orientales

Only the sound remains, así, en inglés, es como se titula la ópera de la célebre compositora finlandesa Kaija Saariaho. En inglés porque es su título original, así como los textos, y no en finés, o tal vez sea así, sin traducir, porque nuestro todavía acomplejado país -algunos en las altas esferas culturales acomplejados son- considera que es más propio del público culto renunciar a nuestra maravillosa lengua española, la de Cervantes y de tantísimos otros escritores universalmente relevantes. Only the sound remains (Solo el sonido permanece) es un fragmento de los textos que ahí se nos ofrecen, pues apenas llegan a diálogos entre los elementos espirituales y los materiales, silencios que emergen de la oscuridad y se perfilan con luces de estrellas metafísicas.

En el intermedio comentamos la obra con algunos compositores que han asistido al estreno: Tomás Marco y Juan Manuel Ruiz. Coincidimos en el diagnóstico. La obra, interesante, se queda pequeña para un espacio tan grande como el Teatro Real. De hecho, difícilmente se adhiere al nombre de ópera, propiamente dicha, ya que bastaría ese esbozo de orquesta y la mínima representación de sus personajes en cualquier otro escenario, ganando no poco con ello. En realidad, es, como mucho, una ópera de cámara. El coro, fuera de la escena, introducido en el foso, aunque haciendo a veces con las manos gestos que casi recuerdan al flamenco, se reduce a cuatro voces, que ora cantan, ora susurran, gimen o arrojan sonidos mistéricos.

El elenco instrumental se reduce a siete músicos, un percusionista-orquesta que toca más de una docena de instrumentos: tres tambores, blocks japoneses, gongs... El flautista que expele esencias con cuatro tipos de flautas, extrayéndoles a veces sonidos que recuerdan a los vientos nipones, como el shakuhachi. Un cuarteto de cuerda y el uso del instrumento típico de Finlandia, el kantele, en tres versiones. Se une al grupito la manipulación electrónica de instrumentos o voces que hacen reverberar, ampliar el espacio y extender el eco.