Arturo Mombiedro:«Lo importante es disfrutar con lo que haces y sentirte a gusto contigo mismo»

J. Monreal
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Inquieto, atrevido y con ganas de experimentar. Así se muestra este joven conquense que un buen día decidió dejar a un lado los estudios de tecnologías audiovisuales y dedicarse a profundizar en el mundo de la farmacia, tal vez siguiendo la estela familiar marcada por su abuelo y su padre, ambos farmacéuticos. 
«A pesar de la tradición, nadie de mi familia influyó para que dejara lo que estaba haciendo. Fui yo quien decidió iniciar farmacia, al darme cuenta de que en audiovisuales no  había nada que me resultara atractivo ni práctico», dice Arturo Mombiedro, quien espera acabar el año próximo sus estudios y plantearse de nuevo el futuro. «La vida es un reto y un constante aprendizaje. Para saber bien lo que quieres, tienes que probar muchas cosas, experimentar y conocer un poco de todo para poder decidir con conocimiento», señala  Mombiedro, quien tal vez probó suerte en la disciplina de audiovisuales llevado por su afición al cine, mundillo por el que desde siempre se ha sentido atraído.
«Recuerdo que empecé a manejar una cámara, de mis padres, a los siete u ocho años, y lo hice sin que nadie me enseñara, jugando, que es como de verdad se aprende. Me gusta el cine y contar historias que se salgan de la realidad. Ese es el origen de mi pasión por el cine: crear historias contar cosa que escapen del mundo  que nos rodea y sacar fuera tus inquietudes», dice Arturo, quien armado con su cámara de vídeo empieza a experimentar en el mundo de la imagen con los juegos de Lego...
«Intentas crear, pero te faltan elementos y eso te lleva a leer, a investigar a formarte, en definitiva, para ir adquiriendo un pequeño bagaje con el que ir avanzando cada día un poco más, hasta que un buen día, decidí empezar a grabar algo que finalmente se convirtió en un primer corto que titulé ‘Un pelo en la sopa’, aunque más que un corto, es un largometraje porque en realidad dura algo más de cincuenta minutos», comenta sonriendo Arturo.
«Fue mi primer trabajo y me lo tomé como tal, porque lo planteé  totalmente en serio. Hice un casting con gente de mi edad -alrededor de doce años- y puse manos a la obra, construyendo una historia que trataba de la muerte de un magnate de los negocios que muere en el transcurso de una cena, al más puro estilo de novela negra, aunque con toques de humor absurdo».
Aquella primera película sirvió para que Arturo descubriera nuevos caminos en el mundo de la imagen y pusiera manos a la obra a su segundo intento, «no sin antes haber intentado, y conseguido, que alguien viera mi trabajo, porque me presenté en una sala y les dije que había hecho un corto y que me gustaría poderlo proyectar. Aceptaron, y este fue mi debut como ‘director’, aunque ni yo mismo me considere como tal, sino un aficionado al que le gusta experimentar con la cámara y con todo lo que tenga que ver con los nuevos lenguajes de comunicación».
  Ambición, suerte y perseverancia, son tres de los ingredientes que Arturo utiliza en su vida cotidiana para seguir adelante aprendiendo en la ‘profesión’, convencido de que «el fracaso es necesario, porque te sirve para aprender y darte cuenta de lo que no tienes que hacer».
Desde que comenzara su andadura en el mundo de la imagen, son catorce los proyectos que ha llevado a cabo, «aunque de todos ellos, sólo hay dos o tres de los que me sienta realmente satisfecho y que, de vez en cuando, vuelvo a mirar, porque lo que sí tengo claro es que una vez acabado un trabajo y presentado, lo que hay que hacer es empezar a plantear el siguiente sin mirar atrás, salvo para  no repetir los posibles errores», comenta Arturo, quien sin arrepentirse de lo que ha hecho hasta el momento, «si cambiaría muchas cosas y las afrontaría de otra manera. Es lógico, porque vas aprendiendo y, al igual que sucedía en la farmacia antigua, todo se basa en acierto-error, hasta que das con la fórmula exacta, aunque en el cine no exista este fenómeno porque en un trabajo creativo la improvisación también juega un papel importante».
 
reconocimiento.  Tras los primeros ‘experimentos’ en el mundo de la imagen, el joven aprendiz de director empieza a tomar  conciencia de que sus trabajos deben tener alguna repercusión y decide presentarlos en diversos lugares.
«La razón que me impulsa a mostrar mis cortos es la sensación de que es un trabajo bien realizado y la convicción de que quiero mejorarlos y seguir aprendiendo. En los últimos cuatro años estas sensaciones se han convertido en realidad ya que algunos de los cortos que hemos realizado han tenido cierta repercusión allá donde los hemos presentado. De los cortometrajes más narrativos no he obtenido premio alguno pero sí de los que yo llamo ‘científicos’, con los que he ganado algunos premios, concretamente con un trabajo titulado ‘El mecanismo de un botijo’, que fue muy bien recibido y se hizo acreedor de un premio en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia».
Animado por la buena acogida de su corto, Arturo siguió en la misma línea y volvió a conseguir  otro nuevo éxito «en este caso una mención especial del jurado, con un trabajo en el que explicábamos un fenómeno tan cotidiano como la ‘resaca’, pero a la vez poro difundido de forma ‘científica’ si se puede catalogar así, y más si quien te lo concede es la Sociedad Española de Bioquímica Molecular», señala Mombiedro, quien sin descuidar sus estudios, anda pendiente de cada convocatoria y concursos que se publicitan en la facultad «aprovechando las oportunidades para ir dándonos a conocer, y lo digo en plural porque no  estoy solo en estos trabajos sino que cuento con un pequeño equipo de entusiastas que participan en los proyectos cinematográficos. Somos totalmente autónomos y no dependemos de nadie para la financiación de los trabajos, ya que los costeamos con las pequeñas cuotas que pagamos como miembros de la asociación a la que pertenecemos», señala Arturo.
Volcado en la elaboración de nuevos guiones, Mombiedro sigue buscando tiempo para dedicarle a su pasión « pero siempre  procurando no desviar la atención demasiado a estos proyectos y abandonar la carrera. Estoy en un momento clave de mis estudios y sería una pena no acabarlos. Por eso tengo claras mis prioridades y cada uno de los asuntos ocupa el lugar que merece: el cine es una afición y la carrera será, en el futuro una profesión. Si no he tenido prisa hasta el momento, en 21 años que tengo, sería absurdo tenerla ahora y tirar por la borda tanto esfuerzo por acabar una licenciatura».
 Relacionado con gentes del cine, Arturo mantiene contactos con gente que, como él, siente inquietud por el mundo de la imagen y todo lo relacionado con audiovisuales.
«Me gustaría estar más metido en este ambiente, pero las circunstancias mandan y son muchas horas de clase las que tengo al día, a parte de lo que hay que estudiar. Aun así, procuro no desconectarme de los amigos y compañeros, estudiantes de audiovisuales, seguir haciendo contactos y, sobre todo, gente creativa con la que poder intercambiar ideas y experiencias en este campo. Es complicado, pero si te lo propones se puede hacer compatible con lo que estés haciendo, aunque tengas que restarle horas al sueño, para llegar algún día a alcanzar tus ‘sueños’», comenta el joven director conquense.
«Lo que siempre he encontrado, en cualquier actividad que haya emprendido, ha sido el apoyo de mi familia.  Tal vez no lo hagan explícitamente, pero esa es la sensación que he tenido, ya que no he descuidado nunca mis estudios y, por tanto, ven bien lo que haga y cuento con lo más importante: el respeto a mis decisiones», apunta Arturo, quien aprovecha  el periodo de vacaciones para ‘desconectar’ de los estudios y dar rienda suelta a la imaginación «tomando notas para futuros guiones, explorando nuevas posibilidades y aprendiendo todo lo que pueda para ir avanzando cada vez más en los nuevos trabajos que vamos a cometer en breve. Veo mucho cine, y voy variando mucho de autores y géneros porque de todos ellos se puede sacar algo positivo. Cuando empecé me gustaba mucho Alfred Hitchcock, y en algunos trabajos hay algo del maestro. También me gusta Almodóvar, Tarantino, los hermanos Cohen y tantos otros directores, aunque lo que sí es cierto es que no me considero director, e incluso llego a pensar que no sé nada de cine, sino que soy una persona con inquietudes en el mundo de la imagen que se rodea de gente  a la que explico cómo quiero hacer las cosas y como por arte de magia van saliendo».
 Busca su espacio en el mundo de la imagen, pero no se plantea metas a medio y largo plazo, «y mucho menos llegar a la meca del cine», dice Arturo, «porque no me atrae ese mundo, sin duda alguna, artificial del Hollywood que solemos ver  en televisión. Para mí el cine es un constante aprendizaje, experimentación y búsqueda. Lo demás es industria y mercantilismo que no me interesa en  absoluto» comenta Mombiedro,  a quien, al igual que el maestro del suspense, le gusta aparecer en pantalla, «pero no como lo hacía don Alfredo, sino con alguna frase, con un poquito más de protagonismo, no como un simple cameo», dice sonriendo el joven director de cortos.
 
Nuevo proyecto.  Su afán por experimentar y explorar nuevos caminos, lleva a Arturo a acometer un nuevo proyecto, en  este caso en colaboración con otro joven conquense, Eduardo Palomares, quien ya ha comenzado a escribir el guión.
«Es un proyecto novedoso, que nada tiene que ver con lo que he hecho hasta ahora, ya que la historia gira en torno a un texto de José Manuel Martínez Cenzano. Se trata de un relato de corte político que estamos transformando para adaptarlo a nuestra idea y que poco a poco va tomando formas que ni nosotros imaginábamos. Mantenemos la esencia del texto original pero ya digo que es una adaptación. Contamos con el permiso del autor y espero que este trabajo signifique un antes y un después en mi todavía corta andadura en este mundo del cine», comenta Mombiedro.
 Y en tanto llega el momento de comenzar a rodar, posiblemente en Priego -localidad por la que siente mucho cariño-, Arturo vuelve de nuevo a los apuntes y a las fórmulas químicas, «dejando a un lado los guiones y los problemas de producción, por lo menos hasta que tenga resuelto las asignaturas que me quedan por aprobar este curso».
Aprovecha bien los últimos días de vacaciones en Cuenca y sale a pasear «disfrutando de lo que una ciudad como la nuestra ofrece: paisaje, serenidad e incluso el frío, que tan agradable me resulta sentirlo en la cara. Paso todo el tiempo en Madrid y lo cierto es que echo de menos Cuenca porque aquí es donde realmente me  siento a gusto. Vivo en una ciudad enorme, con la que mantengo una relación amor-odio que tal vez un día plasme en otro de mis trabajos».
 Farmacia y cine; arte y ciencia, que en Arturo se convierten en pasión y profesión.
«Al final terminaré haciendo  cine, aunque nunca se sabe lo que nos deparará el destino. Lo importante es poder sentirte feliz y disfrutar con lo que haces, bien con los aminoácidos o sentado en el plató diciendo: silencio, luces, cámara. ¡¡¡Acción!!!.