Historia de un hombre de 100 años

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El aliaguillero Fernando Hernández, 'Antonio', cumple hoy un siglo de vida lleno de experiencias

Fernando Hernández Martínez, más conocido como‘Antonio’, nació en Aliaguilla el 15 de enero de 1916. De familia humilde y trabajadora, era el mayor de los hijos y fue a la escuela desde los seis años hasta los nueve. Edad en la que su padre le sacó del colegio para que le ayudase en las tareas de siembra de trigo, recogida de leña o cuidado del ganado.  Ávido en estudiar, acudió hasta los 16 años a clases nocturnas en las que gracias a su esfuerzo, gran inteligencia y memoria, aprendió lo necesario para desenvolverse notablemente en su vida futura en temas de lectura, escritura y matemáticas.
Sobre sus años ‘mozos’ como el bien dice, muchas son las historias, momentos y anécdotas. Entre ellas, la insistencia que él tenía hacia su padre para que le comprara un acordeón, un día se cumplió y la sorpresa. Empezó a tocarlo cada día después del trabajo hasta que lo logró. ¡Todo un autodidacta!. Cuando llovía y no salían a trabajar,  pronto avisaban a las mozas del pueblo y con poco más que su música el baile estaba asegurado.
En el año 1936 se hizo novio de María Silla, pero su noviazgo fue interrumpido  por la fatídica  guerra  civil. Fue llamado a filas. Entre la guerra y el posterior servicio militar, estuvo siete años fuera de casa. 
Las vivencias que narra de esos años no dejan a nadie indiferente. Todos sus relatos e historias de supervivencia y sufrimiento conmueven el alma, no se puede explicar bien con palabras, varias fueron las ocasiones en las que estuvo a punto de morir o ser fusilado. 
Tras su regreso de esta etapa se casó con María y de ese matrimonio nacieron cinco hijos, María, Isabel, Aníbal, Claudia y Julia. Su vida según nos cuenta, ha sido buena y muy rica en momentos y experiencias, hombre trabajador e incesante que hizo que nunca faltara nada a su familia, humilde y bondadoso. En su etapa como alcalde del pueblo hizo todo lo que pudo para que nadie pasara hambre, difícil tarea en aquellos años, pero logró que no faltase harina ni aceite a sus vecinos, bienes básicos y necesarios. 
Un gran hombre que es historia pura, ha escrito su vida modestamente con su puño y letra, dejando así un libro con sus memorias a cada miembro de la familia. 
Cien años dan para contar mucho y a día de hoy sigue relatando sus vivencias a propios y a desconocidos con tal énfasis y detalles que es un privilegio escucharle. Pone las emociones a flor de piel, con sus risas y lágrimas al mismo tiempo. 
La  intención por parte de cada miembro de la familia, hijos, nietos y biznietos, es hacerle un pequeño homenaje con esta publicación para que al leer el periódico, como cada día, la sorpresa de verse en él le emocione tanto como a nosotros tenerle a nuestro lado.