Carmen Román:«Todavía doy alguna que otra puntada»

Pepe Monreal
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La popular sastra conquense ha confeccionado, a lo largo de su vida, miles de prendas, entre ellas túnicas, capas y capuces para distintas hermandades

El pasado 15 de mayo, Carmen celebró su ciento dos cumpleaños, en el que no faltó ni la típica tarta ni el cariño de los suyos. «Lo celebré por todo lo alto, como corresponde a una edad tan avanzada», dice Carmen, quien ha dedicado su vida al oficio de sastrería «tarea que empecé como aprendiza a los 12 años, en el taller de Lázaro Soria, donde pasé siete años -ganando tres reales a la semana- hasta que pude establecerme por mi cuenta», dice sonriendo Carmen, quien a pesar de la edad, no ha dejado el hilo y la aguja y sigue haciendo pequeños arreglos… 
¿Sigue cosiendo todavía?
Cada vez menos, pero no lo he dejado porque ha sido y será mi oficio de toda la vida. Me conoce todo el mundo como Carmen ‘La Sastra’ y me siento orgullosa de ello. Ya no hago ningún trabajo para nadie, pero hasta hace poco he estado he confeccionado alguna que otra túnica para Semana Santa, para la que he trabajado toda mi vida, especialmente para mi hermandad, ‘El Amarrao’, a la que pertenezco desde siempre, al igual que lo fue mi padre.
¿Siente reconocida su labor de tantos años?
Más que reconocida, lo que siento es el cariño de la gente y el aprecio que me tienen. He procurado siempre hace mi trabajo bien y esforzarme por cumplir los compromisos que tenía, trabajando hasta altas horas de la madrugada, año tras año, sin dejar de darle a la máquina de coser… También me he ocupado, durante muchos años, de la limpieza de las capas de algunas hermandades, plancharlas y dejarlas en condiciones para el siguiente desfile.
¿Qué recuerdos guarda de Cuenca, cuando era usted joven?  
Muchos y buenos recuerdos, en una ciudad muy pequeña entonces, aunque tampoco haya crecido tanto. Todo era mucho más familiar, el trato con la gente y los vecinos era cercano y todos nos conocíamos. Hubo de todo, buenos y malos tiempos, pero mejor olvidar estos últimos y quedarnos con los mejores recuerdos. 
¿Sigue saliendo a pasear? ¿Cuál es su día a día?
Salgo poco, porque me canso mucho. Los domingos me gusta ir a oír misa, pero vuelvo a casa pronto. Lo que sí hago son mis tareas, como planchar, cocinar y la limpieza. Lo que no puedo es quedarme parada, porque siempre he sido muy activa y ahora ya no voy a cambiar. Hasta hace poco también he continuado haciendo vestidos y túnicas para los que yo llamo  ‘mis pequeños’; unos muñecos -pequeños nazarenos- cada uno de ellos con diferente túnica como corresponde a su cofradía, y de los que habré hecho alrededor de quinientos.
¿Se considera feliz? 
Puedo decir que sí, porque disfruto del cariño de la gente y nunca he tenido enemigos, tal vez porque no me ha gustado discutir. He procurado ser feliz, en los buenos y en los malos momentos, y nunca perder la sonrisa.
¿Pidió algún deseo especial  al soplar las velas ?
Los deseos los he visto cumplidos a lo largo de mi vida. Lo único que pedí fue seguir teniendo salud  y disfrutar de todo cuanto me rodea. A mi edad,  queda poco para pedir,  a no ser que pudiera volver a dar marcha atrás a la vida y empezar de nuevo, cosa que haría y volvería a ser lo que he sido, sin pedir más…