El corazón de 'El Gallo' como principal argumento

Leo Cortijo
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El torero local volvió a abrir la puerta grande de 'su' plaza a base de raza de novillero, esa misma que tuvo que sacar después de la fuerte voltereta que le dejó sin consciencia

Es más fácil contar lo que no pasó en la segunda del ciclo sanjulianero, que lo que sí pasó. Porque hubo de todo... De todo, menos excelsos pasajes de toreo. Por un lado, los dos matadores, Escribano y Fandiño, que salieron por la puerta grande sin que a esta hora se recuerde un muletazo de nota por su parte. El primero triunfó, directamente, en el momento en el que regaló el sobrero. Gesto loable del sevillano, que entró vía sustitución, y que quiso meterse a la afición conquense en el bolsillo con ese tercero después de no encontrar nada positivo en los dos de su lote. Y lo consiguió. Vaya que sí. El vasco, que sigue inmerso en la búsqueda de sí mismo, sorteó el mejor de Gibaja del encierro de largo, el Marquesón 2º, que mereció más y mejor.

En ese triunfo de cortas miras les acompañó la gran ilusión de la Cuenca taurina, El Gallo, que derrochó corazón, arrestos y valentía en una tarde muy complicada para él desde el minuto uno. El fuerte volteretón que le hizo perder la consciencia a las primeras de cambio marcó de principio a fin una actuación meritoria, pero con algunas lagunas. Sobre todo, por el mal uso de los aceros. Ese es un capítulo en el que hay que mejorar y mucho, además. Con todo, sus paisanos se entregaron por completo y reconocieron su pundonor.

Escribano. Una larga cambiada de rodillas fue la tarjeta de presentación en Cuenca de Manuel Escribano al serio y cuesta abajo Cohibido, con el que no encontró lucimiento con la capa. Puya trasera y mal administrada antes de un tercio de rehiletes con emoción ante el tardo y remiso oponente. Ovacionado el sevillano con el último al quiebro al violín pegado a tablas. Tras brindar al público comenzó instrumentación por abajo para disponer a izquierdas una labor insustancial a media altura ante un descastado y soso oponente, que apenas si podía mantener la verticalidad. Faena inoperante y sin sentido prolongada inútilmente.

Fría y suelta salida de su segundo, Rabanerillo, que buscó como un loco la puerta de salida hasta que Escribano lanceó a la verónica con el brillo justo. Pico trasero el vara, y el burel salió despavorido después de la insustancial pelea, como insustancial resultó también el tercio de banderillas, más preocupados de poder dejar en suerte al mansurrón animal que de otra cosa. Inicio dubitativo del sevillano que tardó en encontrar los terrenos propicios... Vamos, no los terminó de encontrar en toda su labor. Así, se justificó por ambos pitones sin hallar mayor fruto que la indiferencia de un público que le pidió abreviación con el manso y flojo que no transmitió nada. Capítulo nulo... Como su tarde hasta ese momento. Y precisamente por ello, con el deseo de convencer al respetable, tomó la decisión de regalar el sobrero.

Ese fue Expresivo, de José Vázquez, que manseó saliendo despavorido de la única vara que le suministraron. Banderilleó como acostumbra, pero con más ganas de agradar que acierto y pureza, las cosas como son. Entre el hecho de regalar el sobrero, el brindis al público y el inicio efectista de rodillas, comenzó a asentar los cimientos de lo que iba a ser triunfo gordo pasase lo que pasase. Y así fue. El público estuvo volcadísimo y plenamente volcado con el torero, pues con el mansito y descastado que blandeó, nada pudo apuntar con la roja. Ni un muletazo reseñable, más allá de lo accesorio e insípido, pero de peso en el tendido. A pesar de esto y del sainete con el descabello, el público quiso tener el gesto de sacarlo por la puerta grande.

Fandiño. Convincente saludo capotero de Iván Fandiño al serio pero bajo como un zapato Marquesón, que recibió una lidia más que mediocre, pues hasta el mismo toro se puso en suerte para dejarse pegar en el peto. Tras brindar al público, inició un ceñido cambiado por la espalda para muletear a derechas en tres primeras series de gran comunión con el tendido, de cinco y el derecho sin pausa ninguna. El terciado animal de Gibaja acudió presto para tomarla por abajo con humillación, repetición y entrega. Pasó a la zurda, y su trasteo siguió la misma tónica, aunque por ese lado la entrega no fue la misma. El torero vasco le perdió pasos casi en cada muletazo y aquello bajó de intensidad sustancialmente. Volvió a la diestra para cerrar una labor aseada por ese pitón, no sin antes dejar unas atropelladas bernadinas.

Perdió pasos en el saludo con el percal a su segundo, Berrisquino, que empujó, -sin ser nada del más allá-, como todos sus hermanos de hierro juntos. Bien Fandiño brindando a El Gallo. El cornúpeta acortó el viaje en los prolegómenos de labor a derechas, en los que el de Orduña no  se acopló ni terminó de hacerse con la deslucida embestida del animal, que fue y vino sin transmitir en exceso. Desdibujado, con dudas y atropellado, remató un trasteo sin emoción ni interés, pero que le valió para pasear otro apéndice y salir a hombros.

‘El Gallo’. La tarde comenzó para el novillero conquense de la peor forma posible, pues al saludar con el capote a su primero, se llevó un golpazo tremendo que le hizo perder la consciencia. Susto enorme en los tendidos y el corazón en un puño al ver que su torero acudía a la enfermería portado en volandas. Fueron unos minutos para olvidar hasta que el joven torero, -como un auténtico cromo y medio grogui todavía-, volvía a salir para dar cuenta del novillo. Entonces la plaza rompió en una ovación de tranquilidad. Comenzó bien a izquierdas, con más corazón y arrestos que cabeza, pero con lo que llevaba encima, como para pedirle eso encima. Por el derecho llegaron pasajes más acertados con el insulso novillo de José Vázquez, que fue y vino con muy poquita gracia.  Ganas y hambre. Eso no faltó. Buen final con remates por abajo antes de tirar por la borda con la espada una valerosa actuación. La oreja después del sainete con el acero se antoja algo excesiva.

Pudo desquitarse con dos verónicas notables después de un inicio con enganchones al Decisivo que cerró su turno. Y de nuevo otro susto, pues al quitar fue arrollado por el novillo, que se lo llevó puesto literalmente. Se recompuso, y sin apenas tiempo para digerir, el brega Ismael Pastor sufrió otro revolcón. Providencial fue el quite que él mismo se hizo desde el suelo. El clima en el tendido era una mezcolanza rara entre tensión y miedo. Así las cosas, trasteó por ambos pitones con más corazón (otra vez) que pulcritud. Dejó algún retazo meritorio sobre todo al natural, y más después de la aciaga tarde. El novillote se los tragó uno tras otro, siendo de nota por ambos lados. Logró hundir media a la primera, aunque se atascó con el descabello. Eso no importó para pedir otra oreja y sacarlo a hombros como el año pasado.