Vicente Caja: «Aunque maneje las nuevas tecnologías, sigo siendo pastor de los de toda la vida»

J. Monreal
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Aprender cada día algo nuevo y seguir manteniendo la curiosidad por todo cuanto nos rodea, podría ser el lema que sigue Vicente Caja. Un hombre sencillo, hecho a sí mismo a base de trabajo y fuerza de voluntad, de preguntarse el porqué de las cosas y tratar de obtener respuestas válidas que le ayuden a seguir planteando nuevas dudas.
«No hay más filosofía que la de tratar de ser honrado con uno mismo y con los demás», dice Vicente, quien acaba de retomar la vara de alcalde de su pueblo, tras las elecciones del pasado 24 de mayo. «He vuelto a sacar mayoría, pero lo importante no es eso, sino el poder trabajar por tu pueblo y hacer algo por tu gente. En estos tiempos en los que tan desprestigiada está la clase política, no está mal recordar que hay mucha gente que trabaja, trabajamos, sin sueldo alguno y por la simple compensación de ver cómo mejoran las condiciones de vida de tus vecinos, de la gente con la que convives a diario», señala el ganadero, recordando sus primeros pasos en el mundo del pastoreo «vida que he  conocido desde niño, por tradición, y en la que comencé mi andadura con apenas doce años, y definitivamente con catorce, cuando me vine del colegio de Novelda donde estuve interno un año. Desde entonces, y si nadie lo remedia, sigo en el oficio, aunque la palabra ganadero suene un tanto pretenciosa, porque en definitiva yo me considero pastor,  ni más ni menos».
Un pastor que sabe y conoce la dureza del oficio, atravesando caminos y veredas, año tras año en busca de pastos frescos en verano y cálidos climas en invierno. 
«Es lo que tiene la trashumancia, que andas de un lado a otro, como viajero, que no como turista, y procurando aprender de las formas de vivir y de soñar de las gentes de los diferentes lugares por los que pasaba», dice Vicente, rememorando sus primeros viajes de norte a sur acarreando unas tres mil quinientas cabezas de ganado cada temporada.
 
primeras lecturas. Más de un millar de libros componen la biblioteca de Vicente, biblioteca que incrementa poco a poco con material variado que abarca diversos géneros, desde novela histórica, filosofía, ensayo, poesía o ciencia ficción.
«Una biblioteca que empecé a construir –aunque no conserve aquel ejemplar- con el primer libro ‘de verdad’ que cayó en mis manos: La isla del Tesoro. Cuando terminé de leerlo estuve un tiempo sin poder leer nada porque me impresionó tanto aquella lectura que no hacía más que preguntarme, cómo era posible que se escribieran aquellas maravillas, con mundos tan fantásticos y aventuras sin fin… Ese fue mi arranque en el mundo de la lectura, y tal fue el impacto que me causó que cada día buscaba algo con lo que satisfacer mis ansias de saber, de conocer y de ir descubriendo otros mundos y, siendo consciente de mis limitaciones, porque llevaba mucho retraso en comparación con chicos de mi edad, procuré absorber todo cuanto podía y poco a poco fui aprendiendo de la mejor escuela  que puede haber: la vida, y las gentes».
Libros y más libros que poco a poco van cayendo en manos de Vicente, quien siempre guardaba un libro en el morral y aprovechaba en cuanto tenía un momento libre para ‘devorar’ unas páginas mientras vigilaba el rebaño.
«Cuando no compraba libros, porque andaba escaso de dinero, leía varias veces el mismo, como me sucedió con La Isla del Tesoro y con alguno más. Durante muchos años estuve leyendo –por primera vez- El Quijote, y lo tuve como libro de cabecera. Digo que lo leí por primera vez, porque lo he vuelto a releer en varias ocasiones; la última de ellas, hace unos diez años y le dediqué cuatro meses enteros. Es la vez que más he disfrutado de la famosa novela de Cervantes, tal vez porque las lecturas anteriores fueron ‘de entrenamiento’ y en la última ‘degusté’ realmente la obra»,  señala  Vicente, quien como todo autodidacta, ha ido eligiendo lecturas sin un orden ni preferencia establecido, «porque iba un poco a la aventura, pero decidido a aprender de todo un poco. Lo cierto es que un libro me llevaba a otro y de un tema pasaba al siguiente y así, en cierto modo ‘a salto de mata’, hasta que conozco a Ernesto Ballesteros, una persona que ha sido decisiva para mí, a la hora de aconsejarme lecturas y gracias a él he profundizado en obras y autores que me han resultado de gran interés. Sigo leyendo, pero no compulsivamente como sucedía al principio, tal vez porque sigo los consejos de Ernesto, que siempre me dice: ‘no hay que leer muchos libros, sino pocos y bien’. Así ando, sin prisa, y saboreando lo que leo», comenta Vicente, quien en cierta medida me recuerda la figura bucólica de los pastores de la literatura, aunque en este caso, no lleven flauta, lira, ni escriba versos. 
«Los pastores de hoy en día ya tenemos ordenador», sonríe Vicente, «y manejamos las nuevas tecnologías que hemos ido aprendiendo –en mi caso- sin cursos de informática, sino a base de preguntar y de equivocarme mil veces. La visión literaria nada tiene que ver con la realidad, porque esas son imágenes idealizadas –como en las obras de Garcilaso de la Vega o Sannazaro en su famosa Arcadia- que se parecen muy poco al oficio duro y esclavizante que es el del pastor. Puede sonar bucólico los prados verdes, las aguas de los arroyos y el aroma de las flores, pero ese paisaje  hay que cambiarlo por el de un aguacero en invierno, un nevazo de medio metro o una helada que corta la respiración… A quienes piensan en lo placentero de mi oficio, les invito a pasar un invierno en la sierra…», dice Vicente, esbozando una sonrisa picarona.
Su sed de conocimientos y afán por aprender, hizo de Vicente un asiduo de la programación cultural del Teatro Auditorio, al que acudía con regularidad, «sin perderme ni uno solo de los espectáculos de la temporada, bien fuera teatro, ópera, recitales poéticos, música clásica, ballet… También asistía cuantas veces podía a charlas divulgativas de cualquier tema o conferencias que pudieran ser interesantes. El cine fue otro de las pacerlas que me interesaron y aprendí mucho en las tertulias que se celebraban tras la proyección de las películas del Cine club ‘Chaplin’ al que pertenezco», dice Caja, «y más que del cine en sí, me gusta aprender de las personas que dominan esta materia, y en Cuenca las hay».
 
Vida más tranquila.  Vicente dejó atrás  caminos y veredas, aunque siguió dedicándose a la ganadería, pero no de forma trashumante, práctica que abandonó hace diecisiete años.
«Dejamos  de bajar a las dehesas del sur por las grandes dificultades que encontrábamos cada año. Unas veces por enfermedades del ganado y otras por burocracia, el resultado es que decidimos dejar la vida ‘nómada’ y tener un poco más de tranquilidad, aunque sin descuidar el trabajo porque es nuestra forma de vida y así lo seguimos manteniendo hasta el día de hoy que venimos criando nuestros corderos que, no es que yo lo diga, son los mejores de toda la serranía, y casi me atrevo a decir que los mejores de España», sentencia el pastor, convencido de la calidad de su ganado «aunque el productor sea quien más trabaja y quien menos beneficio obtiene, siendo los intermediarios los que sacan mayor partido sin haber trabajado ni la mitad que nosotros, pero así está el mercado y sabes que esto es como las lentejas: si las quieres las tomas y si no, las dejas».
La vida más relajada y con menores exigencias laborales, hicieron que Vicente se metiera de lleno en política, logrando ser alcalde de su pueblo en dos ocasiones, y en otras tantas, concejal.   
«La política siempre me ha atraído, pero no por llegar a ser nadie importante, sino con el afán de poder mejorar la vida de mis vecinos, de mi gente cercana. No hay mayor orgullo que ser alcalde de tu propio pueblo, y que la gente se sienta contenta con lo que puedas aportarles. Eso fue lo que me movió a presentar candidatura a la alcaldía y, no lo haría tan mal, cuando los vecinos han vuelto a depositar su confianza en mí para otros cuatros años», dice el edil de Buenache, quien en un primer mandato consiguió para su pueblo mejorar las líneas de comunicación –internet- y mantener un salón-biblioteca al que pueden acudir los escolares para consultar libros o participar en actividades culturales. 
«Para esto es para lo que merece la pena ser alcalde de un pueblo, donde no hay afán de lucro por ningún lado ni se percibe sueldo alguno. La política, o mejor dicho, algunos políticos, están desacreditados en buena medida por su mala gestión, pero no debemos juzgar al todo por la parte, ni comparar uno con otros, porque honrados los hay en todos lados y de los ‘otros’ también», señala Vicente, quien dedica la mayor parte del tiempo a su tarea ganadera, «sin duda alguna la más sacrificada, porque el ganado no entiende de fiestas, sábados o domingos», y el resto lo divide entre las actividades propias de su cargo y la cultural, que sigue ocupando una parcela importante en su vida cotidiana, siempre rodeado  de quienes puedan aportarle algún conocimiento o despertarle curiosidad.
Aunque no se considera ‘aficionado’ a nada en especial, si muestra interés por cualquier aspecto de la cultura, en su más amplio sentido del término «porque cultura no solo es pintura, escultura, literatura o música, sino costumbres, ritos, fiestas... Nos ha tocado vivir en un mundo que, en los últimos años ha evolucionado mucho y muy rápidamente, y si no quieres quedarte atrás tienes que ponerte las pilas y aprovechar las oportunidades», dice Vicente, quien confiesa ser un amante de los museos, «sobre todo de los de Cuenca, que he visitado en numerosas ocasiones, y aun sin ser experto en arte, disfruto de las obras que hay en ellos, así como de las que he podido ver ‘virtualmente’ a través de internet, medio por el que me he colado en los grandes museos de Europa y del mundo», apunta Vicente, quien volviendo a los libros, señala que «tendré que empezar a organizarlos de nuevo en una habitación que tengo en casa, y acoplar nuevas estanterías. He leído más libros de los que tengo, aunque muchos de los que tengo todavía no los haya leído», dice sonriendo Caja, «y la gran mayoría de ellos no los he sacado de la biblioteca, sino que son comprados o regalado por buenos amigos».
La escuela de la vida fue su aula de aprendizaje, a base de esfuerzo y constancia, de afán de superación y espíritu inquieto.
«A parte del esfuerzo personal, que es muy positivo y el motor de todo, tienes la oportunidad de ir al colegio los años suficientes, ya tienes mucho ganado para desenvolverte en la vida. También es cierto que, en los últimos años, y con los avances tan tremendos que hemos experimentado en nuevas tecnologías y con las grandes facilidades que encuentran los niños de hoy en día, corremos el peligro que de se conviertan en    perezosos que ni siquiera se molesten en pulsar una tecla para buscar información», dice Vicente, quien apuesta decididamente por la educación «aunque sin descuidar el ocio, que también es importante, pero sin convertir éste en el principal motivo de vida. Hay que disfrutar de las pequeñas cosas, y vivir el momento en plenitud, porque la única certeza que tenemos es que hoy ha salido el sol, pero lo que no sabemos es si va a salir mañana», concluye diciendo este pastor-filósofo, ‘Perito en Lunas’ y paisajes serranos...