Pregón con raíz nazarena

Manuel Pérez
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José Aguilar defiende el respeto de los turbos frente a la actuación de 'los turberos'

Pregón con raíz nazarena - Foto: Reyes Martínez

Con la venia del Ecce Homo de San Miguel y bajo su vilipendiada y flagelada figura, José Aguilar, popularmente conocido como Pataco, subió ayer al escenario de la iglesia del Júcar para ensalzar la Pasión conquense con un pregón íntimo y emotivo en el que este nazareno de 65 años apeló a la responsabilidad de todos los conquenses para seguir haciendo grande la Pasión.

El pregonero de la Semana Santa de este año comenzó su intervención presentándose como un nazareno de filas cuyo único mérito para ser pregonero es el de su bagaje semanasantero. Una carrera nazarena, que ayer culminó con máster, que le ha llevado a ser bancero del Prendimiento, del Jesús de El Salvador y del Jesús del Puente, entre otros; secretario y representante de la venerable Hermandad del Beso de Judas, presidente ejecutivo de la procesión del Silencio y turbo perteneciente al grupo histórico.

Aguilar continuó su alocución hablando sobre la Semana Santa de Cuenca para referirse en concreto a sus procesiones: «El auto sacramental callado con el que cada pueblo se identifica, y que viene a ser claro exponente del carácter de su lugar».  En este sentido, dijo que la Semana Santa de Cuenca «no es motivo de diversión, sino de renuncia, penitencia y sacrificio».

El pregonero elogió el papel de la mujer nazarena, incorporada tanto a las filas, como al banzo o los cargos de dirección dentro de las hermandades. «Cuenca vive su Semana Grande y en gran parte es gracias a ellas», aseveró.

En el siguiente bloque del pregón, José Aguilar habló una a una de todas las hermandades de Cuenca para resaltar ante el público un momento especial en su recorrido, una efemérides, un pasaje bíblico, un sinónimo que las defina o, simplemente, una anécdota.

Anécdotas como las protagonizadas por aquellos hombres curtidos por el trabajo diario en las fábricas de madera, con el hombro hecho callo, que cuando salían de sus puestos de trabajo a las seis de la tarde se aseaban y vestían su túnica para dirigirse a la iglesia a sacar sus pasos en procesión. «Estos tuvieron mucha participación en aquellos años de reanudación de nuestros desfiles», dijo.

Mención especial tuvo el pregonero para la procesión Camino del Calvario, «en la que el sonido del tambor es oración y sirve de medio para establecer contacto con lo divino».

«La fe y el arte se manifiestan durante ocho días con esa esplendidez y ese recogimiento que sólo en Cuenca pueden darse juntos y armoniosos», declaró el pregonero emocionado.

Los Protagonistas. En el siguiente bloque del pregón, Aguilar reparó en cada uno de los personajes que hacen posible la Semana Santa, desde los hermanos de filas o acompañamiento, «principio y fin del caminar de un nazareno»; a los banceros, «orgullo de los hijos de Cuenca»; los capataces, «nazarenos de primera ley como el oro de 24 quilates»; los hermanos mayores, «los primeros en la familia nazarena», o los turbos, «pasión de pasiones».

Aguilar señaló que turbo «es aquel que guarda, respeta y conserva sus tradiciones», contraponiendo su figura con la del «turbero»,  al que se refirió como «el que desconoce todo lo anterior».

Entre otros protagonistas mencionó a las camareras, los mayordomos y los músicos, con especial referencia a la Banda de Cornetas y Tambores de la Junta de Cofradías, a la que reconoció y agradeció un trabajo «impecable». «Es todo un orgullo para Cuenca poder tener una banda propia que abra el cortejo y proclame la gloria y el esplendor de Cristo», señaló.

Recuerdo personal. Imagen y poesía protagonizaron el tercer y último bloque estructural del pregón. Valiéndose de un proyector, José Aguilar hizo un repaso por sus raíces nazarenas mostrando a los presentes fotografías de su bisabuelo, Bernabé Aguilar -del que dijo fue cofundador de la Venerable Hermandad del Santísimo Cristo del Perdón (La Exaltación) y organizador de las Turbas de Cuenca-; su abuelo, Dámaso Aguilar; su tío, Antonio Aguilar -cofundador de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli-; su padre, José Aguilar Galdrán; y su hermano, Dámaso Aguilar Torralba.

«El señor tuvo a bien que yo naciera en una familia que aportó, participó, vivió y vive la Semana Santa con gran fervor, y celebra la Pascua con alegría y gozo, pues Jesús el Nazareno retorna de la muerte victorioso».

La emoción alcanzada en este punto tuvo como broche final un poema al espíritu nazareno que Aguilar aprovechó para pedir a los presentes «que seamos verdaderamente hermanos y vivamos conforme al ejemplo de Jesús no hoy, ni mañana, ni pasado, sino durante todo el año».

El acto del pregón estuvo amenizado por la Escolanía de Nuestra Señora de la Soledad de San Agustín, el Coro del Conservatorio y la Banda de Música de Cuenca, que entonó algunas de las piezas más señeras de la Semana Santa conquense como Por tu cara de Pena o San Juan.

Como curiosidad cabe señalar que este año, gracias a la apertura de la planta superior del templo -que ha permitido ampliar el aforo en cien localidades- fueron más los conquenses que pudieron presenciar en directo el acto del pregón. Un pregón que también se pudo seguir a través de la cuenta oficial en Twitter de la Junta de Cofradías de la  Semana Santa de Cuenca.

Fieles a la cita del Viernes de Dolores. Fieles a la cita del Viernes de Dolores, representantes de la política, la cultura, la religión y el mundo militar y empresarial de Cuenca acudieron ayer a San Miguel para presenciar el pregón. Entre los presentes, el alcalde de Cuenca, Juan Ávila; el presidente de la Diputación Provincial; Benjamín Prieto; el delegado de la Junta, Rogelio Pardo; el subdelegado del Gobierno, Ángel Mariscal; la vicerrectora de Cultura y Extensión Universitaria y del campus de Cuenca, María Ángeles Zurilla; el subdelegado de Defensa, Ángel María Cantera, el presidente de Ceoe Cepyme Cuenca, Abraham Sarrión, y el obispo de Cuenca, José María Janguas.

En San Miguel, además, muchos rostros anónimos dispuestos a presenciar un pregón que marca el inicio de una celebración en la que cultura y tradición abrazan la fe.