Adiós al dinero en efectivo

Carlos Cuesta (SPC)
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El 'tsunami' de la 'era digital' ha llegado también a la banca y está empezando a provocar la desaparición de la moneda real, que comienza a ser reemplazada por los nuevos medios de pago virtuales

 
Hace más de 2.600 años que comenzaron a circular en la región de Lidia, actualmente Turquía, las primeras monedas del mundo. Hasta entonces, la fórmula del trueque era el medio más extendido en el comercio. En los siglos XV y XVI, las monedas de oro y plata, en las que se basó en mayor medida el sistema tradicional de pago de las culturas egipcias y grecorromanas, se empezaron a utilizar en las grandes transacciones y, los orfebres, que tenían cajas fuertes para garantizar su seguridad, entregaban a sus dueños certificados nominales de los depósitos. Estos se popularizaron hasta tal punto que dieron lugar al papel moneda, lo que hoy conocemos como billetes. A partir de ahí, el desarrollo monetario experimentado ha sido inmenso hasta llegar a los medios digitales.
El progreso y la economía moderna están llevando a cabo una auténtica revolución en esta materia y las políticas monetarias se dirigen al fin del efectivo en la vida cotidiana. La tecnología permite imaginar ya una sociedad que funcione sin dinero a través de la red. 
Así, por ejemplo, desde el pasado uno de enero, en Dinamarca el comercio y las empresas se pueden negar por ley a aceptar metálico. El Parlamento danés ha marcado el año 2030 como fecha límite para erradicar la moneda tradicional y países vecinos como Suecia, donde se imprimió por primera vez en papel la corona sueca en 1661, Noruega o Finlandia van en esta dirección.
Según un informe de la consultora Price Waterhouse Cooper (PWC) «existe una relación directamente proporcional entre el desarrollo de una economía y la utilización de los distintos medios de pago». A mayor desarrollo, más uso de las tarjetas, transferencias, domiciliaciones o cheques. África, con un 99% de empleo de efectivo y Norteamérica con un 51% son los continentes que polarizan los extremos de esta escala. Europa se sitúa en el 66%, siendo España con el 25% y Alemania con el 35% las dos naciones que más tiran de calderilla, según los análisis del BCE.
Para PWC, la creciente proliferación de traspasos a través de internet, y sobre todo del teléfono móvil, está cambiando la fisonomía de la industria financiera en todo el mundo. Utilizar cash o liquidez es caro y requiere más medidas de seguridad que otras modalidades virtuales.
El proceso de digitalización es imparable, la carrera que ha marcado internet no tiene marcha atrás y la transformación del mercado está cambiando el paradigma de este sector. Solo en 2015 se realizaron 420 billones de pagos electrónicos y, en este sentido, las entidades bancarias invierten sumas ingentes para captar una clientela que utilizan el móvil, el ordenador o la tablet para mantener sus cuentas al día y ejecutar todas sus operaciones sin acudir a una oficina de barrio. 
Según Deloitte, el 55% de los usuarios trabaja a través de sus sucursales más próximas, el 35% simultanea los canales online y físicos y casi el 20% solo emplea ya medios digitales. En este sentido, BBVA, que lleva invertidos 6.500 millones en esta tecnología desde 2008 cuenta con 12,5 millones de clientes que utilizan banca digital, Caixabank, que ha destinado 666 millones en desarrollos digitales, asegura que el 55% de las operaciones se realizan por la red o el móvil y su sistema informático procesa 4.505 transacciones por segundo en hora punta. El Santander invierte 900 millones anuales en tecnología y de los 6,4 millones de clientes que suma en España, el 27% son virtuales. En el Sabadell el 35% de sus usuarios emplean de forma recurrente la web y en Bankia la cifra es del 30%.
 
Ventajas. Una de las ventajas más importantes de este moderno sistema es que mejora la lucha contra las organizaciones criminales, defraudadores o blanqueadores de dinero, además de reducir al mínimo el trabajo en negro o la economía sumergida. En este contexto, organismos internacionales como la ONU también se muestran favorables a la supresión del dinero físico.
Entre los problemas y las críticas que puede generar este modelo se señala que las clases sociales más pobres, los más jóvenes y los más mayores pueden quedar excluidos del sistema monetario ante las dificultades que plantea el acceso y manejo cotidiano.
En definitiva, hay que entender que el avance tecnológico no es un riesgo, sino una oportunidad y es conveniente potenciar una mayor educación financiera en la sociedad con el objeto de hacer un buen uso de estos medios y evitar los abusos del pasado.