El último artesano del vino

Félix Fiaño
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A pesar de la evolución, Emilio Olivares todavía utiliza los métodos tradicionales

La historia del vino es tan antigua como la humanidad y en ella ha jugado un importante papel tanto en el plano económico y social como en el espiritual. El hombre prehistórico sabía con seguridad la forma de elaborar el vino y así lo señalan los más antiguos escritos y otros testimonios encontrados que hacen referencia al fruto fermentado de la vid. Su elaboración fue una práctica corriente en Oriente Medio y parte de China unos 3000 años antes de Cristo. 
 
El vino se menciona numerosas veces en la Biblia y, el hecho de ser elegido por Jesucristo como parte importantísima del ritual fundamental del culto cristiano, da una idea de la importancia que tenía para los judíos de aquella época. Mientras que en el periodo que comprende la civilización griega su popularidad era extraordinaria y referente a los egipcios en el periodo de los reyes, formaba parte de los ingredientes funerarios.
 
En España, durante la dominación romana ya existían varias zonas productoras de vinos, figurando entre ellas de forma destacada la región de Valdepeñas. Después, con la invasión musulmana, supuso una verdadera catástrofe para los viñedos, puesto que Mahoma prohíbe en el Corán el uso del vino a los creyentes. Pero con la reconquista el cultivo de la vid se fue recuperando, principalmente por la labor de los monjes de la época. El vino les era imprescindible para la celebración de la misa y por ello se afanaron en cultivar viñedos alrededor de los monasterios.
 
Las diferentes órdenes religiosas al abrigo de los monasterios formaron sus pequeñas bodegas, dónde llegaron a conseguir buenos caldos, no solo para cubrir sus necesidades, sino también para mejorar la economía de la comunidad, puesto que vendían lo sobrante. Práctica que se fue extendiendo por los pueblos de la geografía de España, de forma particularmente rápida en aquellas zonas donde el terreno y el clima, favorecía la plantación y el desarrollo del viñedo. En primer lugar para el autoconsumo familiar y luego en grandes explotaciones vinícolas con vistas a una economía más amplia. Y así empezaron a surgir los primeros artesanos en la elaboración del vino en pequeñas proporciones y más tarde los estudiosos en esta materia, los conocidos con el nombre de enólogos.
 
Artesanal. A pesar de esta evolución, al día de hoy aún se consigue buen vino de forma totalmente artesanal, según se ha podido comprobar este otoño en un pueblo de recias y antiguas construcciones, llamado Huerta de la Obispalía, por parte de un vecino de la localidad, Emilio Olivares. A quien además historia no le falta, porque con sus ochenta años cumplidos se resiste a dejar de cultivar su viña procedente de sus antepasados (el abuelo de su madre), así como a preparase su propio caldo, para el consumo familiar. Proceso en el que, según dice, «pone toda la experiencia aportada por sus antecesores, más la que él mismo ha ido acumulando en esta materia a lo largo de los años».
 
Y a la vez que va preparando el pequeño e improvisado jaraíz, en el que va a estrujar los granos de uva con los pies, sigue insistiendo en lo conveniente que es la limpieza, incluso en las maniobras más simples. Detalles importantes, porque a pesar de que todo aparentemente está limpio, antes de usarlo lo repasa y si no lo ve claro, lo enjuaga en unos recipientes que tiene con agua clara. Hasta aquí todo han sido maniobras de buenas intenciones, porque ahora el mosto lo pondrá en una de las tinajas que tiene en una antigua cueva, situada en el subterráneo de la vivienda, para que haga la fermentación, fase principal e imprescindible para que se trasforme en vino. Y, a partir de ella, ya se podrá hablar de su calidad. El resultado de este año no se sabe porque aunque las impresiones son buenas, hay que esperar hasta el final, por aquello de que nunca se sabe con seguridad a que nivel va a quedar. Lo único claro es que si es como el de años anteriores, será bueno. Especialmente para acompañar a las carnes sabrosas y quesos curados de la tierra. 
 
Es posible que en algún otro e inesperado rincón de la geografía exista otro productor de estas características. Eso es difícil de saber, pero lo que está claro es que es un hombre muy laborioso y entendido que sigue con orgullo al frente de una tradición presente en la humanidad desde sus orígines.