«Nadie sabe lo que cuesta no tener Gobierno»

ISRAEL GARCÍA-JUEZ
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De Guindos confirma que no será titular de Economía y tampoco jefe del Ejecutivo

A aquellos a los que no nos gusta el fútbol, los aficionados del Atlético de Madrid nos resultan simpáticos. No solo y como diría Sabina por su manera de perder, sino porque realmente encarnan muchos de los valores buenos que representa el deporte. 
Luis de Guindos es del Atleti, pero también Técnico Comercial del Estado -número uno de su promoción-, premio extraordinario de Cunef y ha trabajado en la mítica Asesores Bursátiles, en Price, en Lehman, en Nomura y ha sido consejero de la CAM, con lo cual aglutina lo mejor y lo peor que puede ofrecer el sector privado. 
Ahora este señor es ministro en funciones al cuadrado o si lo prefieren pentaministro, después de que su amigo Soria («preparamos las oposiciones juntos y eso une tanto como la mili»), tuviera que renunciar a su cartera y Rajoy decidiera traspasarle también Industria, Energía y Turismo. Economía y Competitividad le fueron dadas porque sabe perfectamente cómo funcionan los grandes centros financieros internacionales, porque habla inglés de verdad, porque de Economía sabe un montón y porque, como me confesó una vez, «Afronto el mayor máster que pueda nadie emprender: sacar a España del pozo económico en el que le han metido las malas políticas y la peor tormenta financiera tras el crack del 29».
De Guindos, Windows como le llaman algunos en Madrid, es el responsable de que nuestro país no haya desaparecido del panorama de la inversión mundial, de destapar algunas prácticas que han sonrojado a propios y extraños (tarjetas black y salidas a Bolsa white) y de evitar que fuéramos intervenidos como les ha ocurrido a otros socios europeos. Por ello, quiero desde aquí darle las gracias a él y a su familia, ahora que parece que ya no será más veces ministro del ramo. Para hacer todo lo que les he contado anteriormente lleva cuatro años montado en un avión, viajando allá donde era necesario. De hecho, en los mentideros madrileños se llegó a especular con que él podía ser esa figura de consenso que liderara un Gobierno de coalición. Lo único que pide ahora es que el PP, del que no es militante, gane las elecciones para poder seguir llevando a cabo la única política económica buena de verdad que nos hace crear empleo y disminuir nuestra más que abultada deuda pública. 
El ministro arrancó ayer su parlamento en Madrid hablando del gol de Saúl, afirmando que «este chico tiene mucho recorrido». En línea con el Cholo Simeone, que afirma que se gana partido a partido, desgranó todos los deberes que le quedan a España por hacer en un contexto internacional, que es de todo menos tranquilizador. Y, en este aspecto, afirmó que no cree que la inestabilidad política haya penalizado mucho, aunque confesó que nadie sabe lo que cuesta no tener Ejecutivo. Pero también podría preguntarse cuánto habríamos crecido de tener uno estable, es decir, uno del PP. Lo afirmó con resignación, pues cree que 2016 se ha perdido absurdamente con esta falta de visión política. 
La interinidad del Gobierno comienza a notarse en este tipo de eventos, pues ya los primeros espadas de las empresas no acuden masivamente, a la espera de ver quién gana y, sobre todo, a quién nombran. Sí se pudo ver a una pléyade de secretarios de Estado que son los únicos, que de momento, no cuelgan los guantes. Acudió la discutida Carmen Vela; Julio Gómez-Pomar, con barba para podérsela afeitar cuando deje el Ejecutivo; el presidente de la SEPI, Ramón Aguirre, que siempre en su vida política ha encontrado buenos puestos en los que ubicarse; o al flamante vicepresidente de Telefónica, Javier Echenique. 
También estaba el presidente de la Sareb, Jaime Echegoyen; el pepito grillo del Gobierno, José María Marín Quemada; Ángeles Delgado, CEO de Fujitsu, que, como su lema es el silencio, nunca habla; José Miguel de Andrés, otro que está muy calladito desde que dejó una auditora y se fue al BBVA a ganar más dinero y registrar menos disgustos; y el abogado Íñigo Sagardoy, que sabe de lo importante que es en la capital una buena sonrisa y saludar a las personas correctas, a ver si el resto hace lo mismo.