Jinete artesano

Riánsares López Cortés
-

Su afición a los caballos le llevó a aprender, junto a su padre, un oficio en peligro de extinción. Hace tres años que abrió las puertas de su taller en una tienda de artesanía única en la provincia de Cuenca

La artesanía es la forma de vida del taranconero Ismael Córdoba Peña. Entre cueros y herramientas, con sus manos realiza auténticas obras de arte, piezas únicas plagadas de esfuerzo y mimadas al máximo. Su afición a los caballos desde niño le llevó a empezar a aprender un oficio con el que desde hace tres años se gana la vida. «Hacia el año 2000 o así, mi padre y yo, de una forma totalmente autodidacta comenzamos a reparar monturas propias, y luego también de allegados», recuerda el joven guarnicionero. Un hobby con el que logró aprender a hacer sillas y cabezadas. «Cada vez  acudía a nosotros más gente, en esta zona no es nada habitual este oficio», cuenta mientras cose a mano, con dos agujas, en su taller, abierto al público con tienda como Artesanía Taris, hace justo tres años. En 2014 hizo un curso intensivo de formación en Sevilla y prácticamente desde entonces no ha dejado de formarse. El proceso de aprendizaje, detalla, ha sido muy lento. «Date cuenta que no teníamos nada, poco a poco adquirimos herramientas, más conocimientos, fuimos experimentando con distintas pieles, probando, buscando proveedores», explica, a la par que comenta que las referencias sobre este oficio en peligro de extinción eran mínimas. Durante casi dos décadas, Ismael Córdoba compaginó esta afición con diferentes trabajos, hasta que decidió emprender en lo que más le gustaba.  Ahora es un auténtico experto en la fabricación y el arreglo de sillas enteras, calabresas y acciones vaqueras, pechos petrales, o incluso polainas a medida para el jinete y correas de espuelas. Crea con cariño y precisión piezas personalizadas, a partir de las necesidades o el gusto del cliente. «Hay quien te pide poner sus iniciales y otros prefieren la piel rayada o moteada», indica. Pero no todo son obras nuevas, como talabartero buena parte de su labor son los arreglos, en zahones, cremalleras, el cambio de botones... Pasa sus jornadas laborales entre sacabocados, remachadores, lesnas o plantillas. Desde hace algunos meses, por petición de sus vecinos, también afila cuchillos para el público, y recientemente se ha iniciado en la caza, ha comenzado con fundas para escopetas o cananas para las balas. «Con la guarnicionería llego a un público muy específico, por eso decidí hacer también marroquinería, como yo digo carteras o cinturones usa todo el mundo, pero no cualquiera tiene un caballo», señala entre risas  y mientras presume de una colección de bolsos y otros accesorios realizados con cuero y tela de corcho. «Es un material poco visto, que descubrí y gusta», expone. Detrás de cada pieza artesanal hay muchas horas de trabajo y de solventar dificultades. «Hay cabreos y enfados, claro, hay días mejores y peores, no siempre las cosas salen como uno quiere, sobre todo al principio», confiesa este taranconero, que tiene claro que «el trabajo artesanal no está valorado, todavía hace falta que la gente se conciencie». El balance, añade, «es positivo sí, pero hay que pagar muchos impuestos». Además de mostrar su labor en diferentes mercados, en busca de una mayor rentabilidad, desde hace un año sus piezas artesanales, tanto de caballería como de marroquinería, dieron el salto al comercio electrónico al más alto nivel, con Amazon. «Con lo que más disfruto es en el taller, con la costura de guarnicionero por ejemplo. Con una silla vaquera o mixta, en lo que estoy especializado, pues puedo estar 15 días 8 horas hasta que sale», cuenta Córdoba Peña en pleno proceso de selección de una piel para su siguiente encargo. Trabaja con proveedores nacionales y cuero de curtición vegetal, que diseña, patrona, corta y cose.