Tradición renovada

Riánsares L. C.
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El taranconero Emilio Martínez representa a la cuarta generación al frente de la única fábrica de velas artesanales que existe en la provincia. Ya está listo para su época fuerte, Semana Santa

Tradición renovada - Foto: Reyes MartÁ­nez

Ha crecido entre velas, aprendiendo de su padre el oficio de cerero, que apenas se desarrolla en una treintena de lugares en toda España. El taranconero Emilio Martínez está al frente de la cuarta generación de la única fábrica de velas artesanales que existe en la provincia de Cuenca. Finalizada la temporada de Navidad, ya listos para comenzar la de Semana Santa, cuenta que la evolución del negocio es palpable sobre todo en cómo ha cambiado el uso de la vela. «Antes era litúrgico, ahora ha entrado en las casas, a modo de perfume, para decorar, está cada vez más presente en celebraciones y eventos», cuenta mientras recuerda algunos de los encargos más peculiares del último año. Desde hace seis años, por ejemplo tienen un pedido especial que saben que -a través de una de las muchas tiendas de Madrid donde se venden sus velas- llega a la Casa Real para Adviento.

La tradición está directamente ligada al minucioso trabajo de fabricar velas de forma artesanal. «La cera llega en paquetes, la fundimos con propano, luego con una bomba o a mano se van llenando los moldes o bien se hacen capas desde la mecha», detalla Martínez. Hay clientes que piden engordar las velas hasta casi diez centímetros de diámetro, por lo que manualmente tienen que bañar las velas para ir creando capas y capas. El hecho que sea un oficio tan antiguo y poco mecanizado hace, según el propietario de esta fábrica, que vaya «unido a la calidad, aunque parezca mentira, con un proceso más industrial se perdería».

Conserva una rueda con más de cien años realizada por sus antepasados, a la que ha añadido diferentes soportes, el mástil y los contrapesos. «El poder soldar y trabajar el hierro te abre un abanico más de posibilidades, también para los moldes y demás», cuenta este joven cerero, que lleva desde hace 22 años que dejo los estudios dedicado a este negocio. Con especial cariño recuerda la vuelta por toda España que dio con su padre recorriendo «todos los pueblos e iglesias», antes del año 2000, cuando se preparaban para el cambio de pesetas a euros y fue necesario actualizar los lampadarios electrónicos que precisamente creó su padre a finales de los años 70 del siglo pasado y aún se siguen comercializando desde esta empresa, Emilio Bernabé.

También tienen patentada una vela eléctrica, a la que incluso le dan el acabado de cera si es necesario. «En Semana Santa es cuando más velas se mueven a nivel general, para cofrades, pasos, velas pequeñas, cirios grandes o las eléctricas, ya que hay zonas, sobre todo en el norte, donde está prohibida la cera, porque mancha las calles y demás», explica Emilio Martínez, que inicia el 2019 con los ojos ya puestos en la temporada más fuerte del año para él, la Semana Santa. En esta fábrica, con clientes por todo el país, manejan anualmente entre 120 y 150 toneladas de cera, la mayoría de pedidos son para el ámbito religioso, aunque cada vez son más demandados también  sus trabajos personalizados en velas decorativas, por ejemplo aromáticas. «Las parafinas o ceras vegetales de la soja o de la palma, aunque ahora están con el aceite de palma para las velas va muy bien porque no da humo, son las que más utilizamos», señala al hacer hincapié en que la cera de abeja es «más específica, se usa cuando la demanda el cliente, ya que es carísima». Este taranconero recuerda que llegó a existir antiguamente hasta una cartilla de racionamiento para comprar cera, con un límite para las empresas. Se ha curtido como cerero a base de trabajar y trabajar, disfruta al bañar los cirios, un engorde de las velas donde la temperatura o la velocidad son clave para lograr el resultado deseado, pero sobre todo disfruta cuando el trabajo acabado luce, por ejemplo, en el paso de una cofradía de Semana Santa, en una iglesia o en alguna celebración.