Kate Winslet dice sí a las arrugas

P. Meinert (DPA)
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La protagonista de 'Titanic' cumple 40 años muy orgullosa del paso del tiempo

 
Kate Winslet no quiso revelar dónde celebrará su 40 cumpleaños mañana, aunque sí confesó cómo le gustaría pasar el día. «Me apetece estar en bikini», apuntó la actriz británica en una entrevista. Podría parecer un mero capricho, pero el mensaje que lanza es contundente: a la protagonista de Titanic no le da miedo envejecer. 
Todo lo contrario, más bien está «emocionada» con el cambio de década. «Digo sí a las arrugas, hay que estar orgullosos de ellas», señaló ayer al Daily Mail. El año pasado fue un buen año, aunque su mayor éxito lo cosechó hace ya casi dos décadas. Pero desde el taquillero drama romántico junto a Leonardo DiCaprio hasta la fecha, ha sido capaz de demostrar que es mucho más que una cara bonita. 
Y eso que ser rubia y atractiva estuvo a punto de costarle un papel. Se trata del biopic de Steve Jobs dirigido por Danny Boyle, y por el que Winslet se interesó de inmediato. «Pensaba que tenía que haber una mujer», aseguró. «Pero el pelo rubio y el pecho se interponían en el camino». Al final, lo consiguió. Michael Fassbender da vida al fundador de Apple en este filme que, en breve, llegará a los cines. Ella será una ejecutiva de la industria tecnológica. 
Winslet procede de una familia de actores de teatro y se crió en un ambiente más bien modesto. A los 11 años, asistió a clases de interpretación y uno después, participó en un anuncio publicitario de cereales. De niña la insultaban porque era gordita. 
Tras Titanic, podría haber realizado cualquier papel taquillero, pero se decantó por encarnar a mujeres complicadas. Así, dio vida a la joven Ruth en Holy Smoke (1999), a la novelista enferma de alzheimer Iris Murdoch en Iris (2001), o a Sylvia Llewelyn Davies en el filme sobre Peter Pan Descubriendo Nunca Jamás. 
Su primera nominación al Oscar llegó en 1996 por el drama de época Sentido y sensibilidad, tras el que siguieron otras cuatro: Titanic, Iris, ¡Olvídate de mí! y Juegos secretos. 
Sin embargo, la Academia no le concedió el hombrecillo dorado hasta 2009, cuando encarnó a una exvigilante analfabeta de un campo de concentración nazi en The reader. 
Ese año hizo doblete en los Globos de Oro, donde, además de la estatuilla por el filme citado, se llevó la de mejor protagonista por Revolutionary road, que la volvió a unir con DiCaprio. Al frente de la dirección estaba su entonces segundo marido, Sam Mendes, director de American beauty, del que se divorciaría.