Las minas romanas en la Oya de San Miguel fueron bendecidas por San Pedro

Miguel Romero
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De este lugar se benefició el Colegio de San José de Cuenca años después de ser pintado el bello retablo de San Isidro

Al peregrino que ha salido de Monteagudo de las Salinas camino de Santiago de Compostela puede, sin duda, seguir el llamado Camino de la Lana. Para ello, seguirá esa ruta que bien marcada nos conduce por los pueblos cercanos a la ciudad de Cuenca siendo Nohales el punto clave para recomponer la ruta. Después hacia la Alcarria, no sin antes cruzar entre sus localidades ésta: Bascuñana de San Pedro. El topónimo curioso, como tantos otros, enroscado hacia el Patrón San Pedro que también da nombre a la advocación de su iglesia, principal y casi único tesoro de este lugar, tranquilo, sosegado que duerme casi con una luz que le guía y que bien podría definirlo su gran farola, a la que casi todos reflejan en su comentario.
Su origen es incierto pero en su investigación nos lleva como el resto de la zona a la repoblación de Alfonso VIII cuando estableciese su alfoz en torno a la ciudad de Cuenca. Lo cierto es, que posiblemente fueran los romanos sus precursores, por lo menos en la explotación de su mina de plata en el sitio que aparece documentado de Oya de Miguel, pues el descubrimiento de la gran villa romana de Noheda a escasos kilómetros de esta población ya nos justifica su posible importancia. Sin embargo, la minería es popular en el lugar y, sin embargo, poco queda de ella, salvo el recuerdo, pues en el estudio topográfico realizado por esta causa en todo el término, solamente aparecen restos de algunas piritas de hierro y azufre, con importantes focos de carbon vegetal.
Lo cierto es que, por las circunstancias que fueran, este lugar levanta una bella iglesia de un solo cuerpo, pequeñas dimensiones pero elegante y bien dotada en su ornamentación y riqueza interior, algo que advierte cierta curiosidad para el estudioso. Una bóveda de pilastras con lunetos y cornisa de múltiples molduras y esa cabecera desproporcionada que tiene una grandiosa cúpula que le adorna en esbeltez interior. Su torre es cuadrada y ajustada al tamaño de la propia parroquial. Pero, es su interior, donde la riqueza del retablo te sugestiona. Posiblemente, alguno de los tres fuese de otra iglesia, no se si de su anejo Villalbilla pero esta aldea de la Tierra de Cuenca y del Censo Real de Castilla, tuvo Prestamera, el principal del apellido Salinas, y lo curioso es que en el censo de Floridablanca aparezca el Colegio de San José de Cuenca como el principal beneficiario en cuanto a posesión de hacienda de todo este término, mucho de él, en terreno embarrancado.
La existencia de un Pósito Pío, poco común en otros lugares, para abastecer las necesidades, el que la mayor parte de sus habitantes se dedicasen a la agricultura y el que las cuevas del vino puedan ser su valor medioambiental más característico nos reconduce a su pasado más reciente. Sin embargo, la devoción a la Inmaculada Concepción, virgen cuya talla actual sustituyese a una antigua del XVI y que fuese donada por el reconocido Mariano Catalina, también le da el prestigio de reconocimiento. Al lado del caserío, la ermita de san Isidro, aunque en otras referencias aparece la ermita dedicada a la Inmaculada y ahora no se tiene conocimiento exacto.
Su riqueza y su identidad lo reflejan sus retablos: el Mayor con la tabla de San Pedro, San Antonio y el Resucitado; el de Nuestra Señora del Rosario y el del Santo Cristo, también barrocos, aunque el primero, churrigueresco, destaca por su policromía. Sin embargo, está de moda el pequeño retablo de la ermita de San Isidro, del siglo XVII, de reducidas dimensiones (107x162), realizado en madera dorada y policromada al temple. Es un retablo de tipo relicario, muy abundantes tras el impulso del concilio de Trento y en este caso, dedicado a San Isidro labrador, restaurado recientemente gracias al apoyo de la Diputación Provincial