Edificios con 'encanto'

Manuel Pérez
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El santuario de las Angustias, el Museo de las Ciencias y el Hotel Iberia son los escenarios de las historias de miedo de la capital.

Edificios con ‘encanto’ - Foto: Reyes Martínez

No sólo uno de los atractivos turísticos más importantes de Cuenca, la Ciudad Encantada, merece dicho apelativo a juzgar por la decenas de leyendas que existen en torno a algunos de los edificios más emblemáticos de la capital. El santuario de las Angustias, el Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha o el antiguo Hotel Iberia, hoy en día Centro Cultural de la Fundación CCM en Cuenca, son algunos de los escenarios en los que el imaginario colectivo sitúa las historias de fantasmas que, con motivo de la noche de Halloween, se reavivan cada 31 de octubre.

La leyenda de la Cruz del Diablo, localizada en la bajada de las Angustias, es la más conocida del Casco Antiguo, pero pocos conocen los misterios que rodean al santuario de la Virgen de las Angustias, sobre los que habla a La Tribuna el santero del lugar. Javier Malo explica que antes de empezar a trabajar en el santuario, donde también reside, ya le habían dicho que en ese lugar «pasaban cosas extrañas». No obstante, la necesidad de tener un trabajo en tiempos de crisis superaba el miedo a cualquier aparición.

- Foto: Reyes Martínez Le habían contado que se escuchaban ruidos, que se abrían puertas que estaban cerradas bajo llave y que por el lugar vagaban las almas de santeros anteriores, entre ellos la de la abuela Amelia. Malo, que «ni creía ni dejaba de hacerlo», señala que empezó a creer firmemente en ellas cuando él mismo pudo ver el fantasma de una niña. Según relata, se encontraba en el cuarto de calderas -donde apunta que tanto en verano como en invierno hace un frío espectral- cuando vio la aparición de una niña sentada en la base de uno de los pilares del templo con un vestido blanco y el pelo fosco.

No se le había pasado aún el miedo cuando, semanas más tarde, encontró unas fotografías antiguas en el almacén del santuario, entre las que se encontraba la de una niña idéntica a la que había visto en la aparición.

El misterio en torno a la joven, que no ha podido identificar, va más allá de su aparición. Y es que, asegura que siempre que se ha intentado hacer una foto a la instantánea, «la cara de la joven aparece difuminada, lo que no pasa con el resto de los familiares». Además, añade que la batería de la cámara del amigo que llamó para hacer la foto se descargó completamente al entrar en el cuarto de calderas, a pesar de haberla cargado expresamente para la ocasión.

- Foto: Reyes Martínez Al margen de la historia de la joven, Malo señala que «muchas de las personas que vienen a la ermita han visto a gente». Entre ellos, hace referencia a Mari, quien afirma ver a la santera Amelia o a un hombre mayor con bigote y problemas en un ojo, que Malo identifica como su abuelo, «que está aquí para protegerme».

La actividad «sobrenatural» se intensifica los días previos al Día de los Difuntos, según el santero, lo que hace que se marche a dormir en esas fechas a casa de sus padres. «Aquí no se puede dormir. Todo son ruidos y puertas que se abren y se cierran», asevera.

A pocos metros, en el convento de los Franciscanos Descalzos, donde habitó el cardenal Segura, otro ente parece hacerse notar. Según Malo, es habitual ver que la luz del despacho se enciende y que las cortinas se muevan, «cuando la casa está cerrada porque la familia sólo viene en verano y algunos fines de semana».

Hotel Iberia. Las leyendas de fantasmas se extienden también a la parte baja de la ciudad. En el Centro Cultural de la Fundación Caja Castilla-La Mancha (antiguo Hotel Iberia), se dice que pernocta el alma de Fermín, el nombre con el que han bautizado a un supuesto botones que se resiste a hacer las maletas.

El trabajador de una empresa externa de la Fundación que prefiere no dar su nombre cuenta cómo los vigilantes de seguridad que trabajaban en el edificio en los años en los que acogía las dependencias de la extinta Caja Castilla-La Mancha escuchaban las melodías del viejo piano del hotel cuando desconectaban cada mañana las alarmas.

Este empleado también se hace eco del suceso que ocurrió a una de las limpiadoras del edificio. Según narra, ésta tenía la costumbre de dejar las llaves en la cerradura de las puertas de los despachos mientras los limpiaba. Un día, cuando fue a cerrar la puerta, el manojo de llaves había desaparecido. Y no se encontró hasta seis meses después en los canalones del tejado, durante los trabajos rutinarios de limpieza.

En primera persona, el trabajador asegura haber presenciado cómo en una ocasión, mientras se encontraba trabajando sólo en el edificio, el ascensor se puso en marcha en varias ocasiones.

Un compañero añade por su parte haber sentido cómo unos pasos se acercaban en su dirección en un pasillo en el que sólo estaba él. «No creo ni dejo de creer, digo lo que viví", declara.

La responsable de la Fundación en Cuenca, Nuria Lozano, afirma que ha escuchado todas estas historias, «aunque nunca he presenciado nada, ni espero presenciarlo».

Museo de las Ciencias. Las historias de miedo también encuentran cobijo en el Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha, un edificio cuyo uso originario fue el de un asilo a cargo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Algunos de los artistas que ocupó el inmueble durante las décadas de los 70 y 80, cuando se convirtió en el centro artístico Sala Alta, cuentan que el edificio estaba «encantado».

Muchos coinciden en asegurar que se escuchaban muchos ruidos que, «aunque bien se podrían achacar a cualquier edificio antiguo, no dejaban de ser llamativos porque parecían los de pisadas humanas». Uno de ellos, Emilio Morales, asegura que «ver no vi nada», pero apunta, «como algo curioso», que la temperatura en uno de los pasillos cambiaba de  frío a calor en algunos de sus tramos.

Morales señala que todos los artistas que allí trabajaban conocían estas historias. Y cuenta, como anécdota, que una noche de lluvia en la que se fue la luz, algunos de ellos le gastaron una broma asomando el mocho de una fregona por una de las ventanas que él, presa de la sugestión, confundió con la cabeza de una anciana.

Un vecino de la calle Zapaterías informa de que durante las obras de adaptación del museo era habitual escuchar a los albañiles hacer comentarios sobre «las cosas que pasaban en el edificio». En concreto, este conquense recuerda los comentarios del jefe de obra, un albañil natural de Mota del Cuervo ya fallecido que aseguraba escuchar ruidos extraños.

De los «encantos» del Museo de las Ciencias siguió hablando uno de los primeros vigilantes de seguridad que tuvo el edificio, quien también afirmaba escuchar «ruidos raros» que le hacían salir a la plaza de la Merced en mitad de la noche en busca de un espacio abierto en el que ahuyentar sus miedos.

El director del museo, Jesús Madero, desmiente todas estas historias. Afirma que «en los más de veinte años que llevo trabajando en el edificio, ningún trabajador ni yo, a excepción de éste vigilante, hemos visto ni oído nada». Madero achaca los episodios que narraba el vigilante a su inexperiencia -era la primera vez que trabaja en seguridad-, y a su imaginación, pues asegura que los ruidos que escuchó una noche provenían de una gata que había parido. 

Cierto o no, la verdad es que los misterios que rodean al Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha han suscitado la curiosidad del mundo esotérico. Según Madero, a lo largo de estos años ha recibido varias peticiones para celebrar en él un congreso de ciencias ocultas o para realizar el programa Cuarto Milenio de Cuatro. La respuesta del director en ambos casos fue la misma, «nunca aceptaré que se monten tinglados en el Museo porque es un proyecto que ha costado mucho dinero y esfuerzo para que unos cuantos lo hundan con historias falsas». 

A juzgar por lo visto y oído, y al margen de la veracidad o no de estas historias, la única conclusión que se puede sacar es que el verdadero encanto de estos edificios radica en que sus leyendas se alimentan por el boca a boca de aquellos que le dan pábulo y del imaginario colectivo, que las adereza con el paso de los años.  

 

Los edificios

Hotel Iberia

El Gran Hotel Iberia (antes Moya) abrió sus puertas en 1900. En él han pernoctado personajes como Federico García Lorca, César González Ruano o Miguel Primo de Rivera, quien fue detenido en él mientras se encontraba de campaña propagandística en Cuenca durante la Segunda República al producirse un tiroteo en la puerta que hirió de gravedad a una joven. En 1995, el edificio fue adquirido por la Junta para la sede del Gobierno regional en Cuenca. Sin embargo, en 2002 se cedió a la Caja Castilla-La Mancha, y tras la desaparición de ésta pasó a formar parte del patrimonio de la Fundación CCM.

Santuario Las Angustias

Subyugando a cualquier observador con su hechizo, la ermita de las Angustias se sitúa en la ladera del Júcar, Su construcción data de fines del siglo XIV, y sobre su edificio se construyó la actual que data del siglo XVII, pero que se amplía sobre la segunda mitad del XVIII en base al proyecto de José Martín de Aldehuela. En la parte posterior, en lo que hoy día se corresponde con el jardín del templo, se ubicaba uno de los primeros cementerios de la ciudad.  En el santuario se venera la imagen de la Virgen de las Angustias, patrona de la diócesis de Cuenca, que los conquenses acompañan en vigilia cada Viernes Santo.

Museo de las Ciencias

El Museo de las Ciencias ocupa un conjunto de edificios antiguos a los que se ha añadido uno de nueva construcción que se asienta, a su vez, sobre restos medievales y construcciones de los siglos XVlll y XlX. Su edificio principal era originariamente un asilo a cargo de las Hermanitas de Ancianos Desamparados. Tras su traslado, el centro quedó vacío hasta que fue ocupado por un grupo de artistas conquenses que crearon en él la conocida como Sala Alta, un lugar de exposiciones y talleres artísticos. En 1995, la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha abría las puertas del Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha.