Casas de Guijarro, de aldea de Bala de Rey a cuna del Dulce Nombre de Jesús

Miguel Romero
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Sus ocho pinos centenarios le han dado la historia, mientras la Virgen del Rosario cubrió de arte el lugar

Estás en La Mancha, o mejor dicho casi Manchuela, en estos lugares donde es común encontrar poblaciones con el apelativo primero de Casas de…y ello te determina su origen como caserío.
Pero aquí hay otro amanecer y otro atardecer porque en su cielo, tan estrellado y brillante, se cuecen otros colores cuando el sol quiere hacer su presencia. Es maravilloso ver su paisaje en momentos trascendentes y ahora, las viñas cuando doran hacen de estos terrenos, sentimientos comunes para compartir. Las Casas de Guijarro son de tiempos repobladores, tal cual todos y cada uno de estos lugares, aldeas de Bala de Rey y luego, Vara de Rey, y que secundadas por buena agricultura, dejaron su término para sí mismo. En el alto que domina, se vislumbra contenido tradicional y aunque la huella de la casa de Rualda, tal vez castillejo, que nos dicen Madoz, es la misma que ese Reilo que le da emblema y que adormece el Dulce Nombre de Jesús, patrón del lugar con esa solera de su parroquial presente.
 
Ya, apenas, corren las liebres por sus sembrados y eso que antes bien lo hacían, apenas sus campos vierten las espigas tan lisonjeras de antaño, pero el ganado sestea en disfrutes de viñas que ahora denotan con fuerza esa denominación de origen La Mancha, haciendo un caldo de rica solera, o si no, ¡pruébenlo amigos¡
 
La iglesia es su símbolo, tal vez la ermita del Rosario tuviese arte, pero aquí en su planta de cruz latina guardó la custodia de plata adornada de esas estrellas de su cielo propio, sus copones y la talla del Niño Jesús que bendice constantemente, pero que marca en sus gallones de la rica pila bautismal cuyos triglifos definen la huella del buen cantero leonés que la hiciera.
 
Este edificio, construido en el siglo XVI representa para este lugar su símbolo más admirado. Aunque el edificio no es rico en arquitectura ni ornamentación encierra la esencia de su espíritu religioso y su esencia manchega. Mampostería rebocada por sillares en las esquinas se remata por la tradicional espadaña, desde donde en tiempos, se llamará al culto de su Niño Jesús. En su interior, la gran lámpara de hierro de forja, elaborada por Emiliano de la Casa Mondéjar es el elemento más admirado no exento de modernidad. Su calle Mayor es el eje central por donde siempre pasaron las mercancías que aquellos comerciantes manchegos que llegaban de todos los puntos de la región.
 
Ocho pinos centenarios le han la sombra a su historia y en enero y en mayo se hacen sus fiestas, aunque agosto siempre reencuentre a todos sus seres queridos para jolgorio y buen disfrute.
Los Rielos y sus buenos vinos, ahora, son el santo y seña de este lugar de la Mancha que el Quijote no quiso nombrar pero que sigue siendo un ejemplo de lugar acogedor y generoso.