El día que todos tuvimos miedo

María Albilla (SPC)
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El fanatismo islámico se cobró hace casi un año la vida de 16 personas en los atentados de Barcelona y Cambrils. Un año después, las Fuerzas de Seguridad no bajan la guardia y trabajan para evitar que se pueda repetir

Recorrer el paseo de Las Ramblas de Barcelona nunca volverá a ser lo mismo. No será lo mismo pararse en los puestos de flores. No será lo mismo comprar el periódico en los quioscos o buscar un imán de recuerdo. Ni será lo mismo sortear paseantes, ni entrar a La Boquería. Nunca será igual buscar un restaurante en el que sentarse a comer o tomar algo. Nada será lo mismo porque todo cambió en unos fatídicos y salvajes minutos el 17 de agosto de 2017, cuando una furgoneta Fiat Talento embistió a gran velocidad e indiscriminadamente a la multitud. Apenas 600 metros haciendo zigzag por la zona central de la avenida que acabaron con la vida de 15 personas que disfrutaban de uno de los lugares más míticos de la Ciudad Condal. Aquellas vidas quedaron suspendidas cuando Younes Abouyaaqoub decidió que debían morir por su causa. Una más, una turista alemana de 51 años, falleció 10 días después debido a las heridas y un sobrepasado centenar sufrió heridas de consideración diversa. 

Tras el atropello, Abouyaaqoub huyó. Abrió la puerta de un coche en la Avenida Diagonal y apuñaló a su conductor para ponerse al volante. Para él era solo un cadáver más. Para los demás, una vida perdida por un sinsentido. El miedo, el terror, el pánico corrieron como la pólvora por la urbe más cosmopolita de España, pero también atravesaron las calles de todo el país, que contenía el aliento esperando la confirmación de lo peor. Barcelona era víctima de un ataque orquestado por el Estado Islámico (EI). 

Aquello fue una ejecución anunciada. Los yihadistas habían situado al país en el punto de mira de sus acciones violentas y llevaban un año usando los atropellos masivos como modus operandi en Europa. De hecho, incluso unos días después reiteraron su intimidación: «A los cristianos españoles, no os olvidéis la sangre derramada de los musulmanes por la inquisición. Vengaremos vuestra matanza y la que estáis haciendo ahora. Con el permiso de Alá, Al Ándalus volverá a ser lo que fue, tierra de califato», decía un portavoz con raíces españolas en el primer vídeo en este idioma difundido por la organización terrorista.

Porque poco se puede hacer por salir de esa lista negra de los objetivos potenciales del terrorismo. No hay política internacional o diplomática ni negociación racional que valga para contrarrestar el fanatismo que acabó con la vida de Francisco López Rodríguez y Xavier Martínez, su sobrino de tres años; del italiano Bruno Gulotta, que con 35 años pereció ante la mirada de su esposa y sus hijos; de Julian Cadaman, otro niño de siete años procedente de Australia cuya madre también resultó herida en Las Ramblas o de Jared Tucker, un americano que celebraba su primer aniversario de boda en Barcelona cuando la furgoneta le segó la vida. Son solo cinco de los nombres que estarán siempre unidos a Las Ramblas.