Una oportunidad para crecer

AGENCIAS
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Los microcréditos buscan favorecer el progreso económico de las clases más desfavorecidas que no pueden contar con un aval para montar un negocio por falta de solvencia o confianza

La desigualdad y la pobreza están a la orden del día. En muchas ocasiones aquellos con menos recursos se ven obligados a permanecer estancados en un estrato de clase baja o muy baja por la gran dificultad que presenta conseguir los medios para avanzar puestos en la tabla económica.

Para combatir esta situación, el bengalí y Premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus fundó en 1976 el banco Grameen, que se dedica desde entonces a conceder créditos de pequeñas cantidades y con unos intereses muy bajos de los que se pueden beneficiar aquellos que no tienen acceso a un préstamo en una entidad bancaria corriente por falta de aval o por una posible desconfianza hacia su solvencia.

Yunus, que antes de formar su propia entidad financiera en Bangladesh había prestado ya dinero de su bolsillo a un grupo de personas necesitadas de su comunidad, comprobó que con muy poca inversión los miembros de las clases más humildes conseguían medios que les permitían salir de la situación de pobreza aguda y avanzar hacia mejores condiciones de vida.

Los microcréditos son, según la definición que se adoptó en la Conferencia Internacional sobre Microcréditos en Washington en 1997, «programas de concesión de pequeños préstamos a los más infortunados para que éstos puedan poner en marcha pequeños negocios que generen ingresos con los que mejorar su nivel de vida y el de sus familias».

Siguiendo esta filosofía, el banco Grameen se ha convertido en fuente de inspiración para distintas entidades sociales y financieras que se han asociado a lo largo del planeta para intentar favorecer el crecimiento económico de las clases más bajas y reportar grandes beneficios sociales.

UN OBJETIVO DIFÍCIL. En España, la cesión de dichas concesiones se lleva a cabo únicamente por parte de entidades bancarias. Por ello, algunas asociaciones sin ánimo de lucro se han asociado con entes financieros para poner en contacto a posibles beneficiarios con las empresas prestamistas.

«Nosotros trabajamos con varias entidades», explica la técnico del Plan de Empleo de Cruz Roja, Cecilia Ríos, quien asegura que desde 2015 la firma con la que opera tiene un convenio con el banco social Microbank, la única empresa nacional que se dedica a la financiación de proyectos a través de microcréditos.

La iniciativa, financiada por Empleo y Sanidad tiene como objetivo formar y apoyar a aquellos que busquen el tipo ayuda que hasta antes de la crisis concedían las cajas de ahorros, ahora casi desaparecidas.

Desde 2009 es mucho más difícil «conseguir un microcrédito», cuenta Ríos, que añade que «con el inicio de la recesión también empezaron a eclipsar las ayudas a fondo perdido de la administración». La experta asegura que la desaparición de las cajas de ahorros dejó sin herramientas a las personas que no tenían aval.

Ríos sostiene que desde Cruz Roja son conscientes de lo difícil que es la puesta en marcha de una empresa y recalca que hay emprendedores a quien «los microcréditos pueden cambiarle la vida», ya que «les dan una estabilidad que es esencial».

Según los datos de la entidad social, entre septiembre y diciembre del pasado año, Microbank concedió este tipo de créditos a 13 de los 16 proyectos propuestos por la organización. La cifra prestada ascendió a un total de 179.000 euros que serán devueltos, una vez pasados los primeros seis meses de facturación empresarial, con un interés del 6,25% en aquellos casos en los que el beneficiario es joven o mujer y con un tipo del 6,5% para todos los demás.

Desde Microbank aseguran que su pretensión es contribuir a la promoción del autoempleo mediante la puesta en marcha de negocios modestos, así como «al desarrollo personal y familiar facilitando la superación de dificultades temporales».

La entidad se desmarca de los objetivos que rigen la banca ética y recalca su labor en el fomento del microcrédito como «herramienta de promoción económica y cohesión social», presentando este tipo de préstamo como respuesta para los que no pueden aportar garantías para la devolución del dinero solicitado.

Algunas organizaciones con fines sociales, con o sin ayuda de entidades bancarias, están llevando a cabo estos pequeños préstamos cuya finalidad principal es mejorar la vida de sus beneficiarios.

La fundación Orbayu, en cooperación con ESIC y Aviva, los concede con interés al 0% en distintos países poco desarrollados. La organización sin ánimo de lucro, fundada por la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús (SCJ), otorgó en 2015 alrededor de 94 por un valor de 38.000 euros.

«Desde la fundación actualmente los estamos otorgando a personas con pocos recursos de Quito y a comunidades de campesinos de Bahía de Caráquez, también en Ecuador», explica el ideólogo del patronato de Orbayu, José Luís Ángel.

«El 90% de los créditos que hemos dado en Quito se han otorgado a mujeres que pretendían formar pequeños negocios de barrio; y el 90% de ellos han sido devueltos», cuenta Ángel, que aclara que cuando no se devuelve el beneficiario no es penalizado, sino que se le concede otro plazo de tiempo para reembolsarlo.

Los 300 euros anuales que Orbayu da a las familias de agricultores de Bahía siguen una vía de devolución distinta. «Los campesinos trabajan en comunidad y por eso responden unos por otros ante las devoluciones de los préstamos», concreta el secretario, que aclara que con esa cantidad los lugareños arrendan las tierras que cultivan o compran utensilios o abono para mejorar sus cosechas.