En El origen de las especies, Charles Darwin hablaba de la selección natural no como la supervivencia de los más fuertes, ni siquiera de los más inteligentes, sino que definía esa preferencia como «la supervivencia de los más adecuados», es decir, de los mejor adaptados a la distintas condiciones del entorno.

El mercado energético mundial, y por supuesto el español, vive en un constante cambio, por lo que sus actores deben estar abiertos a una continua transformación si quieren sobrevivir. La cada vez mayor exigencia de los criterios medioambientales, y el aún lejano pero inexorable agotamiento de los recursos fósiles obligan a las empresas a modificar sus estrategias en breves períodos de tiempo en los que, aquí sí, la fuerza y la inteligencia son herramientas vitales para el éxito de esa adaptación.