El cuerpo aguanta

Manuel Pérez
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El Casco Antiguo es un ir y venir constante de peñistas desde que amanece hasta que finaliza la verbena de madrugada

 
En Cuenca las celebraciones se prolongan durante las 24 horas del día. Y no sólo durante Semana Santa, donde las procesiones se concadenan como las cuentas de un rosario, sino también en San Mateo, cuando a los cientos de personas que bailan el último tema de la verbena en la Plaza Mayor les relevan, pocas horas más tarde, los peñistas encargados del avituallamiento de las peñas.
Durante estos días, la actividad en el Casco Antiguo se parece más a la de grandes urbes como Londres, Tokio o Nueva York que a la de una pequeña capital. Cuenca es una ciudad que no duerme y en la que servicios como los de limpieza, seguridad o sanidad se refuerzan para garantizar el buen discurrir de la fiesta.
Como es habitual en los años en los que la celebración cae en fin de semana, la afluencia de público se está notando en todos los actos del programa. Las calles del Casco Antiguo son un ir y venir constante de peñistas que, sin rumbo fijo, hacen escala allá donde se encuentran un amigo para compartir un vaso de zurra o un trago de vino de la bota o el porrón. 
Por su parte, los encierros también están haciendo las delicias de público y corredores, aunque en el caso de algunos astados anden más tirados por el suelo que en pie. 
Hoy, último día de la celebración, toca, con la medida oportuna, apurar los restos de comida y bebida, entonar los  clásicos San Mateo, San Mateo, oe, oe, oeo ... y echarse los últimos bailes en la verbena. Que la fiesta no pare mientras el cuerpo aguante.