Cuando Fray Perico conoció a Don Quijote

L.G.E.
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Juan Muñoz Martín murió el pasado 27 de febrero a los 93 años. Casi toda una generación se leyó las aventuras de Fray Perico, cuya saga concluyó en 2005 con un homenaje al Quijote

Cuando Fray Perico conoció a Don Quijote - Foto: Javier Pozo

Juan Muñoz Martín tuvo un nombre y apellidos comunes, pero los creaba tan originales para sus personajes, como el Pirata Garrapata, Baldomero el Pistolero, Ciprianus gladiador romanus o Fray Cucufate, el del Chocolate. Juan Muñoz Martín, uno de los grandes de la literatura infantil española, falleció el pasado 27 de febrero a los 93 años de edad. Su libro 'Fray Perico y su borrico' se publicó por primera vez en el 79 en la serie naranja del Barco del Vapor y no es exagerado decir que prácticamente toda una generación se ha reído con un personaje algo orondo, con una nariz prodigiosa y una propensión a liarla cada dos por tres. 

Muñoz Martín, que fue profesor de Lengua y Literatura, sentía una gran pasión por los clásicos. Quizá por eso no es casual que la saga de Fray Perico se terminase con un noveno ejemplar dedicado al Quijote. Lo tituló 'Fray Perico de la Mancha' y lo publicó en 2005, cuando él tenía ya 76 años y justo coincidiendo con el cuarto centenario de la primera parte del Quijote.

La trama arranca con la llegada al convento de fray Efrén, el de la sartén, que viene de un «conventillo de la Mancha que solo tiene las cuatro paredes, dos sillas y una mesa». Los hermanos le llenan la carreta de muebles y el propio Fray Perico le acompaña en el viaje, junto con fray Olegario, el bibliotecario, que también mete unos cuantos libros, entre ellos el de las aventuras de Alonso Quijano. 

En el camino se encuentran unos arrieros que van camino de Argamasilla. Uno de ellos es Ananías, el de las judías, que es natural de Tomelloso. Pero si hay un personaje con el que constantemente se van cruzando es con don Ciriaco, el de los libracos: «Apareció un hombre delgado, con una armadura bien bruñida, compuesta de unos tubos de estufa para los brazos, peto y espaldares, fabricados con hojalatas de sardinas en lata robadas a algún chatarrero. Llevaba como lanza el hierro de una cortina y como escudo, una gran tapadera de una tinaja de guardar aceitunas».

Don Ciriaco se va enfrentando junto con los arrieros y los frailes a diversas aventuras que están inspiradas en la obra de Cervantes. No faltan pasajes parecidos a la aventura de los galeotes, en la que don Ciriaco también libera a un grupo de condenados, o a la primera aventura escrita por Cervantes, en la que salva a un chiquillo de ser azotado, además de las célebres confusiones de ver ejércitos en rebaños o enemigos en pellejos de vino.

En estos azarosos pasajes Fray Perico se convierte en un Sancho Panza. Es el que intenta, por ejemplo, hacer entrar en razón a don Ciriaco ante los molinos. «¡Pero qué brazos, ni qué pepinos en vinagre! Si son las aspas de un molino», le avisa. 

¿Pero por qué hay un imitador del Quijote dos siglos después? Hay que recordar que las historias de Fray Perico transcurren a comienzos del siglo XIX y hay varios libros que tienen de fondo la guerra de la Independencia. Juan Muñoz Martín lo explica como si fuese una 'epidemia' de la locura del Quijote. El ventero se queja: «Catorce Don Quijotes llevo ya este año y con este, quince. Vienen no pagan y tengo que levantarme a las cinco de la mañana para armarles caballeros·. Más adelante llegan a un hospital de locos, donde les cuentan que don Ciriaco ya se ha escapado cinco veces: «Mejor está aquí con los otros cuarenta quijotes, hasta que logremos curarle de su manía y deje de desfacer entuertos por el ancho mundo».

El vestido de novia es de lagarterana

Uno de los pasajes que recreó Juan Muñoz Martín en 'Fray Perico de la Mancha' es el de las bodas de Camacho. En este caso la novia va de lagarterana. Así lo describe en el libro:«Iba la novia con un vestido de lagarterana, con encaje de bolillos en el cuello, frufrús y canesús en el delantero, bodoques de terciopelo en las sisas y con tres corpiños de franela y uno de repuesto. Llevaba en su cabeza un elegante sombrero de paja, con un espejo en la frente, de los talleres lagarteranos». También relata que «realzaban sus lindos pinreles elegantes zuecos decorados con pinturas talaveranas». Y ahí no queda la cosa, pues llevaba «diez anillos de oro en cada dedo», pendientes de perlas y peinetas. 

Olla podrida, gachas, migas y vino de Valdepeñas

Si Fray Perico tiene que cruzar La Mancha es de cajón que tendrá que probar la gastronomía de esta tierra. Juan Muñoz Martín hace alusión a platos mencionados en el Quijote, como olla podrida o palominos. Lo prueba hasta el borrico Calcetín. «¿Es que el burro come olla podrida?», pregunta el ventero. «Sí, si está podrida», responde Fray Perico. En la posada de la aventura de los pellejos de vino, les ponen «fuentes de gachas» y de migas. Los arrieros llevaban en sus bolsas «dos quesos manchegos que olían a gloria» y casi siempre que alguien menciona el vino en este libro, viene de Valdepeñas.

A lo largo de este libro, Muñoz Martín hace referencia a distintas localidades de la región. Además de las ya citadas Tomelloso y Argamasilla, uno de los galeotes se llama Pandortas de Brazatortas, el mozalbete azotado tiene el carnet de conducir ovejas «expedido en Talavera» y en el pasaje de los comerciantes de seda, Tancredo de Toledo le pone la zancadilla al jamelgo de don Ciriaco con «su pata de palo, adquirida por la pérdida de pierna en la batalla de Lepanto». 

Es otro guiño al Cervantes en una obra en la que también hay referencias a otros clásicos como la Celestina o el Lazarillo. Así deja de nuevo en evidencia el amor por los clásicos de este autor. Quizá lo que él no sospechaba cuando empezó a publicar sus historias de personajes de nombres rimados es que esos libros que escribía para niños ya se han convertido en clásicos también. Clásicos con los que niños y adultos siempre se podrán echar unas risas.