Un auténtico «salvavidas»

Leo Cortijo
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Lucía, su marido y sus tres hijos son una de las 200 familias conquenses que perciben el Ingreso Mínimo Vital para afrontar con más mayores garantías «estos tiempos tan complicados» después de la pandemia

Un auténtico «salvavidas» - Foto: Reyes Martí­nez

Lucía es ama de casa y tiene tres hijos. La mayor es Natalia, que tiene 16 años y acude a un colegio de educación especial. Eric, de 12, es el mediano, y Yaqueline, de un año menos, es la pequeña. Junto a su marido, que trabaja en la construcción, viven en un pequeño piso en Chillarón. La reducida cocina comparte espacio con el salón y solo tiene dos habitaciones. En torno a 50 metros cuadrados, más o menos, unos diez por cabeza. Esta familia es una de las 201 que ya han recibido el primer pago del Ingreso Mínimo Vital. 1.090 euros. Una de las cuantías más elevadas de cuantas se pueden percibir dependiendo de las características de cada hogar. La recibieron sin solicitarla. De un día para otro apareció el dinero en su cuenta corriente. Eran unos de los beneficiarios reconocidos de oficio.

La ayuda llega en el mejor momento posible porque «ahora son tiempos complicados», explica Lucía. A su marido le han bajado el sueldo debido las circunstancias actuales y eso obliga a apretar «todavía más» el ya de por sí apretado cinturón. «Esto es como lanzar un salvavidas al que se está ahogando en el mar», comenta esta madre al tiempo que deja abierta una frase de fácil resolución: «Es que si no se lo lanzas...». Con este dinero solo pretenden vivir. En el sentido más estricto de la expresión, y es que, con tres hijos, «1.000 euros se te van enseguida, no se pueden gastar en cualquier cosa». El dinero, como el tiempo, vuela cuando menos te lo esperas. Y Lucía, muy precavida, tiene claro que a sus hijos no les faltará nunca de nada: «Yo puedo comer un trozo de pan, pero ellos comen bien todos los días».

Hasta ahora «nos apañábamos» –dice– con el salario de su marido y con una pequeña ayuda que cobran por ser familia numerosa. Con eso hay que tirar de calculadora y quebrarse mucho los sesos porque los números, en la mayoría de ocasiones, no salen. «Íbamos apurados», asume Lucía. Hay que tener en cuenta que además de la manutención básica, hay pagar un alquiler de 200 euros al mes y todos los recibos. El de la luz, en invierno, es especialmente sangrante, ya que la calefacción es eléctrica y hay que encenderla sí o sí «porque si no aquí te mueres de frío». En esos momentos «tan complicados» llegaron incluso a recibir un cable de Cruz Roja en forma de alimentos.

Esta renta mínima vital puede permitir a la familia mejorar sus condiciones de vida. A pesar de que el dinero «no abunda» y hay que andarse con pies de plomo, Lucía ya busca una casa «un poquito más grande» que la actual. Para los cinco, su hogar es sobresalientemente pequeño. No quiere una gran vivienda, «solo que tenga un dormitorio más que ésta». Además, su intención es seguir viviendo en Chillarón porque los alquileres en Cuenca «son mucho más caros».

La capacidad de la familia para vivir con lo justo va más allá de si hay o no ayuda. Hay cosas que a pesar de recibir la prestación no van a cambiar. Lucía seguirá hilando fino mientras compra, en busca de las mejores ofertas y los precios más asequibles. Un asunto que lleva al máximo detalle. Como también hace cuando elabora, a la vieja usanza, sus comidas «de cuchara». Guisos en olla grande, económicos y para varios días. Vamos, «como se ha hecho toda la vida», argumenta. En esta tesitura, preguntamos: ¿hay lugar para algunos caprichos? Lucía, Natalia, Eric y Yaqueline se miran entre ellos con cierto asombro y responden al instante que «nada de nada». La siguiente pregunta –lo asumimos– casi se responde sola: ¿Y vacaciones? «Sí, al río, como antiguamente...», contesta la madre.

Como para todas las familias beneficiarias, esta nueva ayuda llega como agua de mayo. Pero no es lo ideal... lo ideal sería trabajar. Así piensa Lucía, que busca un trabajo por horas por las mañanas que le permita conciliar vida laboral y familiar. Hasta ahora ha desarrollado labores temporales y puntuales, como ayudante en una cocina o como limpiadora en la oficina de una entidad bancaria, por ejemplo. «Yo quiero trabajar y no estar aquí esperando y dependiendo de una ayuda», asegura convencida.

Con esa meta en el horizonte dejamos a Lucía y a los tres ‘motores’ de su vida. A Natalia y su gusto por el baile y en especial la bachata de Romeo Santos. A Eric y su afición por el manga y el anime, y es que sueña con dibujar el día de mañana los cómics que hoy devora. Y a Yaqueline y su pasión por la lectura y los animales. Lo dicho: los tres ‘motores’ de una vida que ahora sonríe un poquito más que antes.