Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


El ritual

13/10/2022

El desfile por la Fiesta Nacional se desarrolla con una serie de rituales previos a que las distintas unidades militares y también civiles comiencen la parada por el paseo de la Castellana madrileño.  El rito comienza con los abucheos al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada para recibir al rey, insultos y pitadas extensibles a los miembros del Ejecutivo a los que se acusa de traidores y se pide su dimisión.  El ritual de insultos se celebra siempre que preside el Gobierno un socialista y se acaban cuando es un popular quien ocupa La Moncloa. 

Por supuesto que los asistentes al desfile tienen perfecto derecho a expresar su opinión, como todos los días del año, o como cada vez que Sánchez tiene alguna presencia pública, pero quizá por el carácter institucional del acontecimiento, algo de respeto podrían manifestar. La celebración de la Fiesta Nacional da para la exaltación del patriotismo, sobre todo la de las epopeyas fundacionales que en algún caso tiene más de mito que de realidad, y tendría que ser un día, sin que sirva de precedente, de mensajes de unidad, de esperanza ante las dificultades y de mirada optimista hacia el futuro colectivo. Tampoco es inocente que unas unidades participantes en el desfile sean más aplaudidas que otras, quizá porque no existe una verdadera cultura de defensa y no se conceda la misma importancia a todas ellas en la defensa de los valores constitucionales y los intereses de España. ¿O será por otra causa?    

A lo largo de los años se ha intentado que los gritos e insultos contra el gobierno no llegaran con tanta nitidez, y a ese propósito el presidente del Gobierno ha añadido un nuevo motivo de polémica al llegar unos segundo tarde con respecto a la de los Reyes al desfile, un error de protocolo que da de nuevo a varias interpretaciones; una, que si ha intentado protegerse de los abucheos con la presencia del Felipe VI, u otra más extrema de que se trata de un nuevo desplante de Sánchez al rey en su intento de socavar a la Corona, pese a sus reiteradas decisiones en apoyo y defensa de la institución monárquica.     

El segundo ritual es que los presidentes autonómicos de Cataluña, Pere Aragonès, y del País Vasco, Íñigo Urkullu, hacen notar su ausencia entre el resto de los presidentes autonómicos y de las ciudades de Ceuta y Melilla, porque no se sienten concernidos por una fiesta nacional que no sea la de sus territorios. Es su derecho al pataleo ante la evidencia histórica política y constitucional,  por mucho que tengan interpretaciones mistificadas de su propia historia que les sirve para hacer caso omiso de los avances conseguidos bajo el manto constitucional.  Pedirles el mismo respeto institucional que exigen para sus simbolos, por ser los principales representantes del Estado en sus comunidades autónomas, es un esfuerzo baldío que conduce a la melancolía. La nuestra y la de ellos.  

El ritual se ha roto con la ausencia del presidente del tercer poder del Estado, el Judicial, por la dimisión de su titular; Carlos Lesmes, que parecía vitalicio. Y luego el besamanos con representantes de la sociedad civil, recuperado y ampliado el nivel prepandemia, en la recepción en el Palacio Real, y los 'corrillos' y la puesta en común de los comentarios de los líderes políticos, porque no hay paréntesis de descanso ni un solo día.