Carrascosa de Haro, Señorío que fuera del alférez mayor del rey Alfonso VIII

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Bajo la Asunción, será villa independiente desde que así la hiciera Don Fadrique en aquel lejano año de 1387

Carrascosa de Haro, Señorío que fuera del alférez mayor del rey Alfonso VIII

Habría mucho que decir de este lugar de La Mancha. Lo hay porque todo lo que lleva ese apelativo de Haro nos lleva a tiempos históricos de solera y poder. Cierto que las tropas de Alfonso VIII fueron las deudoras de estos y otros lugares de Castilla porque por aquí anduvieron para limpiar de moros estos lugares. Hecho ese gran trabajo aún tuvo el castellano que habérsela con los de la media luna en aquella dura batalla de las Navas de Tolosa en el siglo XIII y ahí, su alférez Don Diego López de Haro, le hizo buena tienta, tanto que el monarca que le tenía en alta consideración le creó un Señorío en estas tierras adelantadas donde el buen cultivo lo marcaban las aguas de un río moruno llamado Záncara. El castillo ocuparía el centro y en esa elevación que ahora dormita, fue poderoso en tiempos de Baja Edad Media, albergando un concejo de numerosas poblaciones y extensos dominios. Una de ellas, Carrascosa, que pobló lugar de carrascas, de ahí algún que otro topónimo como el paraje de "Carrascas Altas" y en su término los despoblados y caseríos de Casa de Cartama, Molino del Blanco y las cuevas de Pozo Galindo. Un poco después, ya en el siglo XIV, es el maestre don Fadrique en 1387 la hace villa independiente de Haro hasta que luego conformase concejo con otras de la comarca. No tiene mucha más historia que la de la propia zona alberga. En esa dependencia de la Orden de Santiago de Ocaña y luego de Uclés, cuando los ganados de estos lugares eran importantes y cruzaba Cañada trashumante por su término, sus litigios con el de Villena, su dependencia del Arciprestazgo de Belmonte y si cabe su relación con Villaescusa, cabecera en tiempos de los Ramírez de Fuenleal, este lugar advoca a la Asunción en una iglesia no muy digna de resaltar en construcción que nació en aquellos tiempos del XVI bajo el patronazgo de Nuestra Señora del Remedio. Su torre es digna con esos esquinales, pero el resto es edificio de pobres materiales y en algún caso, descarnados. Los tres cuerpos de su torre y los pináculos de bolas y flecha piramidal quieren significar algo más de solera constructiva por aquellos maestros constructores, posiblemente los mismos que hicieran la bella iglesia del Salvador de Cuenca capital. Es curioso, porque si Madoz nos dice que había tres molinos en este lugar para abastecer a la población, ahora nos queda uno, el Molino del Blanco, reformado, lindo, posiblemente el único molino de río que quede totalmente en funcionamiento y que es digno de visitar, pues como elevación, sin más trato que la Encomienda como cerro de recuerdo histórico, ahora son, como en todos, sus fiestas de agosto para el reencuentro y las de junio para la tradición. Siempre son las patronales cuando todos disfrutan, ríen en armonía, bailan en buen son, verbenean por eso de buena vecindad y hacen que todo sea algarabía de la buena. La palabra "algarabía" procede del vocabulario morisco, porque aquí hubo varias familias que se avecindaron después de la guerra de Granada, allá por el siglo XVI, a finales, dejando impronta y huella de su estancia y su cultura. Visiten este lugar, les gustará.