Lo que ocultaron los soviéticos

Juana Samanes
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El filme 'Katyn' recrea la barbarie que se cometió contra el pueblo polaco en una matanza que se cobró la vida de alrededor de 22.000 personas

Lo que ocultaron los soviéticos

La primavera pasada se cumplió el 80 aniversario de uno de los episodios más silenciados de la Historia contemporánea: el asesinato a sangre fría de unos 22.000 polacos (militares e intelectuales) a manos de las tropas soviéticas, con un objetivo claro: descabezar ese país. Andrzej Wajda, uno de los directores más respetados de Polonia, consiguió, en 2007, lograr los medios necesarios para transmitir en la gran pantalla la magnitud de esa tragedia. Este cineasta había luchado decenas de años para hacerlo, su razón era sencilla: su padre fue uno de los hombres asesinados en Katyn.

El resultado es una cinta de denuncia sobre la barbarie comunista, donde se retrata como en ninguna otra el alma polaca: su patriotismo, su valentía y su profunda fe, algo inseparable en la naturaleza de estos católicos del Este capaces de aguantar lo indecible para mantener su idiosincrasia, su credo.

El arranque de Katyn deja al espectador impactado porque resume el sufrimiento que padeció el ese pueblo durante la Segunda Mundial. En un puente se encuentran un grupo de civiles polacos: los del Este huyen del Ejército rojo, los del Oeste de los nazis. Y es que la orografía de Polonia, casi sin accidentes geográficos y en medio de Europa, la convirtieron durante siglos en un lugar codiciado por multitud de pueblos. 

Nominada a los Oscar a la mejor película extranjera en 2008, este largometraje no solo hay que contemplarlo por su enorme calidad y por las imágenes vibrantes que encierra, sino porque es uno de los pocos largometrajes que nos recuerdan que la barbarie nazi fue incluso superada por la soviética, aunque la progresía intelectual occidental mire hacia otro lado, incluso a día de hoy.

Katyn fue una impresionante superproducción polaca que no tiene nada que envidiar a las realizadas por EEUU o el Reino Unido. Eso sí, no pudo filmarse hasta que cayó el telón de acero y, por tanto, el régimen comunista. 

En la misma intervinieron más de 7.000 extras, muchos de los cuales habían perdido a familiares en esa masacre, sobre todo militares e intelectuales (es impresionante la secuencia que describe la redada que hicieron en la Universidad). Se rodó en los mismos lugares donde se produjeron los hechos, fundamentalmente en la ciudad de Cracovia.

Aunque en la película no aparecen nombres reales, sí lo son los acontecimientos y vivencias que se narran, que se extrajeron de dos volúmenes que recopilan los testimonios de madres, esposas e hijas de asesinados en Katyn.

 

Hondura dramática

Clásica en todo su planteamiento, y con una hondura dramática por los cuatro costados, todos los diálogos están justificados y tienen su sentido, todas las imágenes nos muestran el mejor rostro del pueblo polaco: invencible al desaliento y a la crueldad de sus opresores. Esto se percibe en la lucha de muchos ciudadanos de a pie, durante la dictadura comunista en Polonia, por negarse a aceptar la mentira histórica que los soviéticos difundieron después de que terminara la Segunda Guerra Mundial. Todo ello contado con imágenes sobrecogedoras.

 Si no la vieron nunca, merece la pena que recuperen este clásico del séptimo arte.