Los electores de Castilla y León no son tontos

Carlos Dávila
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Los navegantes del voto llegan a esta región como si fueran a conquistarla para un menester, una causa suprarregional: las elecciones generales de España

Francisco Igea (Ciudadanos), Alfonso Fernández Mañueco (PP) y Luis Tudanca (PSOE). - Foto: Nacho Gallego

Pero a veces desde Madrid se les trata como tales. Si uno de esos supuestos eruditos que pontifican desde los medios decretando su fingida superioridad de criterio sobre lo que tienen que hacer los electores de esta región, se hubieran dado una pasada por las sucesivas Edades del Hombre, se hubieran quedado avergonzados de su estúpida ufanía. Con eso, bastaría para prometer que nunca más pregonarían más clases de maestro ciruela (que puso una escuela y no sabía leer) a presuntos adolescentes que no tienen la menor intención de escucharles. No ayuda, sin embargo, a esta constancia el desembarco, en algunos casos realmente obsceno, que se ha hecho viral en esta campaña. Los navegantes del voto han llegado a estas provincias como si fueran a conquistarlas para un menester, una causa suprarregional: las elecciones generales de España que deben celebrarse, salvo que Sánchez perpetre un golpe de Estado que es lo que le falta, en el último trimestre del 2023.

Los medios nacionales han presentado los actuales comicios como si se trataran de las primarias de un Estado agrícola como Iowa, no como un compromiso electoral en sí mismo en el cual los votantes no sean, por ejemplo, una pieza más en el fatal ajedrez Frankenstein que aún nos okupa.

Muchos ciudadanos de la región se sorprenden aún de que este aluvión de causas generales, haya nublado, sin ir más lejos, la intención del candidato Mañueco de reducir prácticamente a la nada los impuestos propios y casi, en la misma escala, abolir la confiscadora doble imposición en Sucesiones y Donaciones. Este sí que hubiera sido un tema crucial de la campaña electoral. Una polémica, sin duda, que habría confrontado las opiniones de populares, los que bajan impuestos, y socialistas, los que los suben. Dejo conscientemente al margen lo que puedan pensar los alumnos del silente Abascal de Vox que ni se pronuncia sobre este tema, ni ningún otro de interés. 

Hace años, cuando se cumplía la víspera de unas elecciones presidenciales en EEUU, el Washington Post del mítico Ben Bradley, creo que era, preguntaba editorialmente a sus lectores: «¿Son ustedes más libres o no que hace cuatro años?» «¿Son ustedes más ricos o no que hace cuatro años?» y «¿Se sienten o no más seguros que hace cuatro años?». «Pues -determinaban- reúnanse consigo mismos, reflexionen y obren en consecuencia».

Siempre me ha resultado insólito que este medido y sucinto test no se haya exportado y se haya sometido en España, por ejemplo, a la consideración de los electores llamados a las urnas. Ahora mismo, en Castilla y león, a la vera misma de que se abran los colegios, sería un excelente medidor, una extraordinaria pista para que los llamados respondieran y, como señalaba uno de los grandes periódicos del mundo, «obraran en consecuencia». 

Porque, vamos a ver: ¿qué se vota este domingo? ¿La persistencia en el poder de ese satanás político que atiende por Pedro Sánchez Castejón? ¿La confirmación como líder del PP de un Casado siempre discutido? ¿El inicio de una pléyade de consultas que definirán quién manda en España dentro de apenas un año? ¿La caída imparable de un partido, Ciudadanos, que ni con la etiqueta ajena de liberal consigue ilusionar ni siquiera al tres por ciento de la población? ¿La práctica desaparición de Podemos en Castilla y León? o lo que es crucial y parece que poco importa: ¿quién va a gobernar en esta región durante los próximos cuatro años? 

Curiosamente esta postrera cuestión está desaparecida en los análisis de los cronistas arriba citados. Tal parece que los habitantes de estas provincias fueran solo un apeadero para estaciones más ambiciosas. Un auténtico y agresivo escándalo.

Pero los electores domésticos son de todo menos tontos. Tienen por muy importantes características la sobriedad que les hace huir de la sobreactuación, la cautela que les mueve a pensarse con gran reflexión cada una de sus actuaciones vitales y, además, y permítaseme el casticismo, calzan un colmillo retorcido que les impide aliarse con los voceros de intereses ajenos y deglutir las especies envenenadas que estos expiden como si fueran chorizos de matanza. 

Por tanto, dos apreciaciones muy personales: ni se van a quedar en casa dentro de 48 horas, ni votarán otro motivo que no sea su apoyo o rechazo a cada uno de los partidos que se presentan, básicamente el que pretende alargar su mandato con otros cuatro años de legislatura. 

Son tan estúpidos los voceros del centro que predicen resultados, alimentan consejos y previenen sobre circunstancias que pueden agrandar la abstención, que se están cansando de observar que el tiempo, el mal tiempo mejor, es el gran obstáculo para la participación en Castilla y León. A este respecto, un colega burgalés de gran tino y extraordinario sentido común, me señalaba este mismo lunes: «Aquí el mal tiempo en invierno se da por descontando, si lo temiéramos, no saldríamos de casa».

 

Desafío

Estas elecciones de pasado mañana son más autónomas que autonómicas. Quiero decir: son todo un desafío para los votantes de cada provincia. No son el anticipo de Andalucía, o la previsión de toda España. No; se trata de un reto para pensar quiénes de los aspirantes cuadra mejor con las perspectivas de la región en los venideros cuatro años. 

¿Quieren continuar siendo la cuna de la cultura general de nuestro país? ¿Apuestan por que quede más dinero en sus bolsillos o porque el Estado se lo confisque con la voracidad de un bucanero? ¿Pretenden aprovecharse de unos medios libres e independientes como éstos, o ser la peor franquicia de empresarios de izquierda que solo pretenden forrarse a nuestra cuenta? 

Como no son nada tontos y son, en su justa medida, la reserva intelectual de toda España, respondan al estilo del Post: ¿Están seguros de que quieren clonar en Castilla y León el Gobierno procaz, filocomunista, de Sánchez? En ese caso, tienen una oportunidad de oro para pronunciarse a su favor. En el contrario, -copio de nuevo la incitación del periódico norteamericano-, salgan, como siempre abrigados de casa y con el paraguas en la mano y obren en consecuencia. Y fuera boinas verdes del escenario regional; esos van bien para los gobiernos, tipo Hungría, que aspiran -y no lo ocultan- a volar la autonomía que tanto ha costado construir. ¡Ah! y a la mierda los predicadores foráneos que les toman a ustedes por gregarios del pelotón español.