A echar raíces

Leo Cortijo
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Hassan coloca con mimo fruta y verdura en sus dos tiendas del centro de la ciudad esperando la llegada de clientes. Este joven pakistaní quiere ganarse un futuro en la ciudad de las Casas Colgadas.

A echar raíces - Foto: Reyes Martínez

Hassan nos enseña orgulloso su mercancía. «Tengo de todo», comenta. Frutas, verduras y hortalizas que le suministran proveedores locales y que vende a diario en sus dos establecimientos, situados a muy pocos metros de distancia el uno del otro en pleno centro de Cuenca. Uno en la calle Colón y el otro en Sánchez Vera. Dos puntos de encuentro para muchos vecinos de la zona que, a tiro de piedra encuentran «producto de calidad», explica convencido el propio vendedor. Llegó hace tres años a la ciudad de las Casas Colgadas, proveniente de Francia. En el país del gallo residió durante cinco años y allí se ganó la vida como operario en la construcción, un empleo «muy duro». Sin embargo, de un tiempo a esta parte ha encaminado su destino por un cauce sideralmente distinto. Ahora bien, su patria no es Francia ni tampoco España, sino Pakistán. De allí salió en busca de una oportunidad. 

En tierras conquenses, eso sí, ya ha echado raíces. Tanto que su hija nació en Cuenca y cuenta con DNI español. Hassan no se pone límites de ningún tipo. Por eso afirma que nada más llegar montó su primera frutería y en cuanto hizo «un poco de dinero», la segunda. Ahora está concentrado en sacarse el carné de conducir y, sobre todo, en terminar de perfeccionar su castellano, que avanza a marchas forzadas. Otra cosa no, pero este pakistaní es un auténtico políglota, pues además de su lengua materna, se expresa también en inglés y francés. Aunque eso sí, entre risas reconoce que algunas palabras de esos idiomas ya se le están olvidando para hacer hueco a ciertas expresiones made in Cuenca que escucha a diario en la tienda.

Son esas expresiones las que utiliza, «poco a poco», para empatizar con aquellos que entran por la puerta. Clientes a los que trata como si fueran su «familia» porque sabe que de ese buen trato depende fidelizar a su parroquia. De eso, dice, y de que les gusten las manzanas, las zanahorias o las judías verdes que han comprado. Con ese espíritu por bandera es como Hassan mantiene a flote su pequeña gran embarcación. La que espera llevar a buen puerto sobrepasando todas las tormentas que se crucen en el camino, que tal y como está la cosa para los autónomos y los pequeños comerciantes, no serán pocas. 

Su objetivo, como las plantaciones que ofrecen los frutos que cuidadosamente coloca en su escaparate, es echar raíces. Quiere quedarse en Cuenca porque aquí es «feliz». De hecho, en los últimos ocho años solo ha regresado a Pakistán en una ocasión para ver a su familia, ya que sus padres y sus hermanos se encuentran allí. Ahora, con la niña y con los negocios a cuestas, regresar a casa será más difícil, salvo cuando la pequeña tenga vacaciones.

Es el precio que hay que pagar para poder vivir en una ciudad y un país como éste, que acoge a todo aquel que ansíe un futuro mejor. Hassan lo quiere para él y para su círculo más cercano. Aquí quiere hacer comunidad y ser uno más. Levantarse bien pronto cada mañana, alzar la persiana de su tienda, recibir la mercancía, disponerla para su venta y que el público responda. Tan sencillo y tan difícil al mismo tiempo. Tan insignificante para muchos, tan importante para él... y los suyos.