Un forjador de sueños

Manuel Pérez
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José Luis Martínez ha conseguido hacerse un hueco entre los artistas de la ciudad gracias a su ingenio y habilidad para manejar el metal • En su taller del paseo del Júcar ultima los adornos de Navidad con los que cada año engalana San Antón

Un forjador de sueños - Foto: Reyes Martínez

- Foto: Reyes Martínez

 
Un cartel a la entrada de su taller en San Antón, en el que sólo los conocedores del idioma de Averroes pueden leer «forjador de sueños», advierte de quién se encuentra dentro: un hombre, José Luis Martínez, que llegó al mundo del arte pasado los cuarenta, ante la necesidad de dar rienda suelta a su creatividad y hacer realidad su propio anhelo.
El trabajo artístico de Martínez es fruto de muchas cosas, entre ellas, la experiencia que ha adquirido a lo largo de su vida a través de sus múltiples trabajos. Con 16 años, recién salido del colegio, aprendió a soldar como aprendiz en un taller de reparación de radiadores. Posteriormente, como encofrador en una empresa de estructuras metálicas, conoció el manejo el hierro; y como albañil, a interpretar los planos, algo que, a la postre, le resultó de especial utilidad para confeccionar los bocetos de su obras. 
Con estos mimbres, a lo que se suma una habilidad especial para los trabajos manuales y una creatividad desbordante, el herrero de San Antón ha conseguido hacerse un hueco entre los artistas conquenses y colocar su obra fuera de nuestras fronteras, en lugares tan lejanos como las antípodas. 
El artista explica que fue la necesidad de confeccionar en forja lo que veía en exposiciones de pintura, escultura, cerámica o tela, lo que le llevó a coger el soplete y un trozo de hierro y ponerse a crear. 
 
Motivos de inspiración. Sus primeras obras estaban relacionadas con la Semana Santa de Cuenca -todo comenzó con una recreación del San Juan Bautista-, y así fue creando uno a uno todos los pasos de la Pasión conquense, incluidos aquellos que no desfilan, como la Santa Cena de Marco Pérez o la antigua Negación de San Pedro que se quemó en la época de contienda.
La temática semanasantera abarca gran parte de la producción artística del genio de San Antón. A los primeros pasos siguieron unos turbos hechos con planchas de metal; y a estos, la obra que ha marcado un antes y un después en su carrera: la escultura Turbas Generación, que adorna desde el pasado mes de marzo la subida a la calle de San Juan, en su esquina con Palafox.
Posteriormente, Martínez amplió su registro temático, utilizando en muchos casos como excusa cualquier tema de actualidad para hacerlo. Así, con motivo del cincuenta aniversario de la Semana de Música Religiosa, comenzó a hacer una orquesta con unos músicos con cuerpo en forma de pinza y cabeza de muelle, que completó posteriormente con un coro, cuyos componentes esquematizó con las formas de las hojas de los árboles del Júcar. Y es que, para él, «el coro es otoño; y el otoño, la caída de la hoja».  
Entre sus piezas también hay  toros y toreros -una figura que le despierta especial interés por la «danza» de su movimiento-; y personajes del mundo del cómic, las series de dibujos animados o humoristas, como Mortadelo y Filemón,  Snoopy, Los Simpsons Tip y Coll o Eugenio, entre otros muchos.    
Martínez se declara un gran admirador de Dalí, lo que le lleva a recrear los famosos cristos del de Figueras, y a experimentar en el campo de la abstracción con la repetición de formas geométricas. Una etapa en la que se encuentra ahora.
 
Hombre comprometido. El herrero de San Antón es además un hombre comprometido con su barrio, del que preside la asociación vecinal. Desde hace unos años, con la colaboración de algunos vecinos, se encarga de confeccionar en forja  y materiales reciclados algunos de los adornos que lo embellece por Navidad. 
Al tradicional árbol navideño -que el primer año fue un Árbol de los deseos y el pasado se adornó con botellas de plástico-, se suma un Papá Noel relleno de latas de refresco, y una nueva figura para este año, que Martínez prefiere no desvelar. 
El herrero se muestra especialmente satisfecho de esta iniciativa porque cree que, además de unir a los vecinos de San Antón, consigue atraer la atención del resto de la ciudad «a un barrio con injustificada mala fama».   
Además de comprometido, Martínez es un hombre agradecido y, en este sentido, en el repaso mental de su vida recuerda a las personas que le ayudaron a hacer realidad su sueño: el de crear. Entre ellos menciona al pintor Víctor de la Vega, quien le aconsejo «que no me obsesionara con las proporciones», y al director del Museo de Arte Abstracto, Antonio Garrote, quien le ayudó a organizar su primera exposición, hace ya 17 años.
Ahora no le hacen falta padrinos. Su taller en el barrio de San Antón es la mejor tarjeta de presentación. Los cientos de turistas que pasean por las riberas del Júcar, incluidos aquellos que llegan al barrio a estudiar dentro del proyecto de inmersión lingüística The True Spanish Experience, se dejan atrapar por la magia de sus obras, que los invitan a  pasar desde el interior para que descubran que, aunque frías como el hierro, cada una tiene su pequeño corazón. Y es que, los pinochos de Martínez, como el de Geppetto, cobran vida propia.