Si algo hemos aprendido en el último año es a no sacar conclusiones precipitadas ante problemas complejos. Pero la tentación está ahí. Por ejemplo: uno intenta encontrar motivos razonables para explicar por qué se pueden recorrer en coche los 50 kilómetros que separan la plaza de Jadraque del hospital de Guadalajara, pero no los ocho kilómetros que separan Hortaleza del Gregorio Marañón en Madrid.
¿Cómo es posible, en definitiva, que una rugiente megalópolis tenga más dificultades que un pueblecito envejecido y venido a menos? Los alcaldes de las capitales de provincia socialistas dicen que es porque en Madrid se han gestionado muy mal las cosas, pero todos tenemos claro que dirían lo mismo en cualquier otra situación, porque quienes gobiernan en Madrid son sus adversarios. También sabemos que esos mismos alcaldes no dirían nada si en Madrid gobernase su partido.
Debajo del asfalto está la playa, decían en el 69, pero encima del asfalto está la nieve. La excusa del tamaño, de la escala, no me convence. De hecho debería ser al revés: Madrid tiene más infraestructuras, pero también muchos más recursos y una densidad de población que no resta, sino que debería sumar para estas cosas. Me invento las cifras, pero si el municipio de Molina de Aragón tiene que encargarse de despejar cinco kilómetros de carretera por cada habitante, a la de Madrid quizá le basten cinco metros. Y eso sin entrar en rentas per capita.
A lo mejor tiene que ver también con las costumbres, con los hábitos ciudadanos: con el individuo y sus habilidades con la pala antes que con la institución. Quién sabe. Lo que está claro es que lo que está pasando en Madrid con el hielo no tiene excusa. Este jueves me mandaron unas fotos del Paseo del Prado y estaba totalmente bloqueado. Lo peor es que estoy seguro de que habría pasado algo parecido con un ayuntamiento de otro color político. Hay un problema gigantesco con la eficacia de esta administración pública.