Empieza el futuro

Pilar Cernuda
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Sánchez y Casado se enfrentan a un momento político decisivo en sus carreras y ya preparan su estrategia para las próximas elecciones

Empieza el futuro - Foto: JUAN CARLOS HIDALGO

El 3 de febrero, jueves, pasó de hoja el libro de la política actual. No por el error de un diputado del PP, que permitió a Pedro Sánchez apuntarse el mayor éxito de su trayectoria como gobernante, pírrica victoria de la que más le vale no presumir, pues se debe un fallo del principal partido de la oposición. No es esa aprobación de una ley polémica lo que provoca el cambio de ciclo, sino lo ocurrido en los días previos al pleno convocado para validar la polémica ley de reforma laboral.

En esos días, Pedro Sánchez ha tomado decisiones clave para encarar de la mejor forma la segunda mitad de la legislatura, mientras Pablo Casado se dejaba llevar por su irritante empeño de no reconocer un solo error en su gestión de oposición y se enfrentaba a una campaña electoral importante, la de Castilla y León, empecinándose en el error: falta de discurso, abuso de escenas pastoriles que, por repetitivas, provocan chanza generalizada, y planteamiento equivocado de lo que se busca en un líder de la oposición. 

Empieza el futuro porque lo que se ha producido desde que se inició 2022 supone un cambio total del escenario político español.

La coalición de Gobierno está rota y la incógnita más inmediata se centra en averiguar si el presidente quiere reconstruirla o, por el contrario, prefiere dejar definitivamente atrás unas alianzas que lo único positivo que le han traído es la aprobación de leyes controvertidas que han provocado un importante rechazo social hacia su persona. 

Los más favorecidos por las alianzas con Sánchez han sido sus socios, más que él mismo. Podemos ha llegado a lo nunca soñado, el Gobierno y tanto Bildu como los independentistas catalanes han conseguido dinero y permanente trato de favor, indultos incluidos. Bildu, incluso, ha logrado blanquear su imagen entre los inclinados a olvidar que formaron parte importante de ETA. Para el PNV, no ha cambiado excesivamente su situación respecto a años anteriores, siempre ha conseguido lo que pretendía y, además, se ha permitido el lujo de votar ahora en contra de la reforma laboral de Sánchez. 

Institno

Es difícil averiguar qué pasa por la cabeza de Pedro Sánchez pero, incluso, aquellos que sienten más animadversión hacia el presidente reconocen su instinto político. Ha dado pruebas de superar situaciones imposibles y de deshacerse de aquellos que le plantaban cara. Podría ser que quisiera aprovechar la coyuntura actual para dar un giro a su trayectoria y garantizarse así la continuidad. 

A su favor, la posibilidad de aprovechar la falta de apoyo de ERC y Bildu a su ley laboral para alejarse gradualmente de ellos, ya que puede contar, al menos hasta el final de la legislatura, con el apoyo de Ciudadanos para propuestas no excesivamente contaminadas por el radicalismo de Podemos. Y, en las legislativas, presentarse sin aliados que entre los españoles tienen cada vez menos aceptación.

Yolanda Díaz deja de ser una amenaza para Sánchez. En contra de lo que se creía al final de 2021 no va a dividir el voto de la izquierda, lo que debilitaba enormemente a Pedro Sánchez y sus opciones de mantenerse en La Moncloa. La vicepresidenta gallega ha demostrado que su capacidad de diálogo no va más allá de conseguir que sindicatos y CEOE acepten una leve reforma de una ley que ella pretendía derogar. Leve. Y ni un voto más de otras fuerzas políticas, como le pidió Sánchez que, ante la falta de entidad de Díaz, tuvo que recurrir nuevamente a las buenas artes de su ministro Bolaños. 

Por otra parte, la animadversión de la actual cúpula de Podemos hacia Díaz es ya evidente, hasta el punto de que el propio Pablo Iglesias, tan cercano a la vicepresidenta hace dos años que incluso se especulaba sobre la intensidad de su relación, la designó como sustituta en el Gobierno y en Podemos.

Qué quiere hacer Sánchez en estos dos años de legislatura que faltan es algo que nadie sabe, probablemente ni él mismo, y tomará decisiones en función de cómo se presente la situación. Pero los indicios sobre su apuesta por una cierta moderación son abrumadores. 

Para Ciudadanos se abre también una posibilidad de reconstrucción. Las elecciones de Castilla y León no auguran un resultado mínimamente esperanzador, aunque el voto a la reforma laboral a lo mejor les sirve para restar credibilidad a las encuestas. Más fácil sería remontar en las andaluzas, donde Moreno se siente cómodo con Ciudadanos y no descarta una lista conjunta con ellos si los sondeos le indican que esa lista potente tendría mejor resultado que una del PP y otra de Cs. Y si Génova se niega, cabe la posibilidad de presentar un grupo del PP con miembros de Cs como independientes.

Un congreso crucial

Pablo Casado hace mucho tiempo que no acierta, a pesar de los toques que le dan, sin éxito, la gente más sólida de su partido, a los que escucha pero no hace caso. Es fundamental para él que Mañueco tenga un buen resultado en Castilla y León y después Moreno en Andalucía pero, al menos, en Castilla y León la cosa va a menos por la campaña que está haciendo Casado, completamente equivocada. Tan es así que Mañueco ha pedido a Isabel Ayuso que intervenga más de lo previsto en el último tramo, y la presidenta madrileña no ha dudado en responder que cuente con ella. Todo un dato que debería tener en cuenta Casado, que sigue viendo a Ayuso como una rival, en lugar de tenerla como un valor. No solo madrileño sino nacional.

A Casado no le van a fallar las figuras del partido: Feijóo, Moreno, Ayuso o Mañueco no participarán en ninguna maniobra para despojarle del liderazgo, pero debe andarse con cuidado. Si las cosas no salen bien el 13 de febrero, Juanma Moreno tendrá más difícil el éxito en las elecciones andaluzas, por el habitual arrastre político de los partidos y hay una cita que Casado debe tener en cuenta: el congreso del PP, que se celebra en julio. Antes, se convocarán los congresos regionales de Madrid y Andalucía. 

Si Casado no consigue antes de julio apaciguar al PP con éxitos personales, si con sus cuestionadas intervenciones de campaña provoca que Mañueco no siga al frente del gobierno regional, y si enreda en el congreso madrileño, el cónclave nacional se le podría poner muy cuesta arriba. Repetimos, nadie pondrá en cuestión su Presidencia, pero la lista de dirección, ahí ya veríamos. 

En julio, dirigentes regionales pueden hacer que Casado se vea obligado a cambiar el rumbo. Empezando por cambiar de equipo.