«El Museo de Arte Abstracto hizo internacional a Cuenca»

V.M.
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El director del emblemático espacio museístico, Manuel Fontán, considera que éste ha «vivificado» a la ciudad

Manuel Fontán, director del Museo de Arte Abstracto de Cuenca. - Foto: Reyes Martínez

Desde enero de 2006 Manuel Fontán del Junco (Jerez de la Frontera, 1963) es director de Museos y Exposiciones de la Fundación Juan March y director del Museo de Arte Abstracto Español en las Casas Colgadas. Estudió Filosofía en España y Alemania, y se doctoró becado por el Servicio Alemán de Intercambio Académico. Entre 1995 y 2005 dirigió tres sedes europeas del Instituto Cervantes. Ha publicado extensamente y traducido, entre otros, a Martin Heidegger, Franz Marc, Peter Sloterdijk o Boris Groys. Además de otros proyectos, ha organizado, dirigido y comisariado más de un centenar de exposiciones en los espacios de la Fundación en Madrid y en sus dos museos.

El Museo de Arte Abstracto es toda una referencia nacional e internacional, ¿qué ha supuesto para la revitalización de la escena cultural conquense? 

Cracias por el elogio. Creo que se puede decir que hubo una Cuenca antes de la creación del Museo de Arte Abstracto en las Casas Colgadas y que la Cuenca de después ya es otra. Así que más que de «revitalización» yo hablaría, en estos 56 años, de una ciudad «vivificada» por un museo. Cuenca ha tenido siempre artistas y ciudadanos cultos, pero la ciudad institucionalmente moderna empieza a existir con la fundación del museo por Fernando Zóbel. Casi no existía antes, como tampoco existía la España moderna, porque las instituciones que hacen moderno un país -centros culturales, museos, bibliotecas, auditorios…- no empiezan a nacer en nuestro país hasta la transición y se desarrollan a partir de los 80. Con el Museo, Cuenca se adelanta al resto del país: quiero decir que, al menos en lo que se refiere al conocimiento y disfrute por parte del público del arte contemporáneo (posibilitar es lo que hacen los museos), aquí se está viviendo esa modernidad ya en los años 60. Y enseguida, como dices, la mera existencia del Museo hizo a Cuenca internacional y desató otras iniciativas culturales, como la Facultad de Bellas Artes o aquel temprano Gabinete de Música Electroacústica, entre otras.

¿Cuenta con el respaldo por parte de la ciudadanía? 

Sí, sin duda. Para tantos, el museo es «el Museo de Cuenca». Creo que Fernando Zóbel se ganó a pulso ese respaldo ciudadano, a pesar de algún sinsabor, porque su generosidad con la ciudad y sus gentes no se limitó a la creación de un museo con su colección y su biblioteca financiado enteramente por él. Zóbel fue generoso y espléndido a diario, día a día, desde 1966 hasta su muerte en 1984. Desde 1981, cuando dona su colección a la Fundación Juan March y esta pasa a ser la titular del museo, tratamos de hacer lo mismo que hizo él. Además, como es conocido, para todas las decisiones importantes que hemos ido tomando -como la ampliación y renovación de 2016, durante el cincuentenario del museo, o la próxima y ya cercana obra de climatización-, nos ha gustado contar siempre con el consenso de los representantes legítimos de los ciudadanos de Cuenca: en cada caso, con el gobierno municipal, los representantes políticos y la oposición del momento. 

¿Cómo han evolucionado las cifras de visitantes en esos años?    

 Estamos contentos. Hasta 2006 nos movíamos entre 35.000 y 45.000 visitantes anuales, que pasaron a 85.000 o 90.000 cuando en 2016 decidimos renunciar a los ingresos de taquilla de los visitantes no conquenses y hacer libre y gratuita la entrada. Como en las otras sedes de la Fundación Juan March (Madrid y Palma), la filosofía es equilibrar lo exigente de las propuestas con el acceso indiscriminado, gratuito, totalmente libre. Ahora, nuestro objetivo no es tanto la cantidad de visitantes como más bien que la experiencia de cada uno de ellos en el museo sea la mejor posible. La pregunta no es cuantos vienen, sino si quieren venir todos los que cabrían sin que la experiencia de uno solo se deteriore porque, por ejemplo, no se quepa o haya desorganización o atendamos mal a nuestros invitados (que eso es el público, la suma de nuestros invitados). Estamos en mejorar eso para el público ligado al programa educativo del museo (con más de 5.000 escolares y universitarios al año), para el público digital (que está en todas partes), con nuestra nueva web y la colección ya en línea, y también para el ciudadano de Cuenca. Y por supuesto para los turistas, con los que muchos se meten, olvidando que el turismo tendrá sus perversiones, pero ojo, que es la democratización del ideal del viaje del romanticismo, algo que hace no tanto solo estaba al alcance de unos pocos.

Su papel para potenciar las vanguardias es determinante, ¿hay un proyecto conjunto con el resto de los espacios museísticos, para que la ciudad no pierda ese sello? 

Yo diría que hay una cierta conjunción natural entre todas las instituciones de la ciudad. Las instituciones nos conocemos, hay un trato colegial entre todos y una especie de reparto natural que hace que haya emulación y que concurramos sin competir, que las propuestas no se dupliquen, sino que sumen. Aprovecho para decirte que este año hemos empezado en el museo un formato llamado La conversación, ciclos de conversaciones y seminarios-taller uno de cuyos objetivos es, precisamente, estrechar la relación con otras instituciones culturales, el sistema educativo, las universidades; con nuestros colegas e iguales, en definitiva.

¿Cómo se gestiona y financia en la actualidad? 

Se gestiona y se financia hoy igual que empezó a hacerlo en 1981, cuando Zóbel quiso donar su colección, su biblioteca y otros bienes a la Fundación Juan March. El Museo lo gestionamos un pequeño equipo (muy apasionado y profesional y con la ayuda del resto del departamento de Arte de la Fundación Juan March), que en Cuenca tiene al frente a Celina Quintas, la persona que ha creado de la nada el proyecto educativo del Museo, uno de nuestros tesoros. Por lo demás, la Fundación corre desde 1981 con todos los gastos corrientes, de personal, funcionamiento y actividades. Durante todos estos años también ha financiado en solitario todas las reformas, ampliaciones e intervenciones estructurales en el edificio. Hay un aspecto de esta gestión, por cierto, que es muy singular, porque apenas hay ejemplos de iniciativas culturales que pasen de una persona privada a una institución privada, pero manteniendo la vocación pública que la hizo nacer. Aquí ha ocurrido. 

¿La colaboración público-privada es el camino a seguir? 

En tantos casos sí. Antes hablaba del paso del Museo de las manos de una persona privada a las de una institución privada. Ambos, claro, tenían clara la misión pública del museo (un museo sin público es como un taller lleno de máquinas inútiles, así que o se hace para la gente o mejor no hacerlo). Volviendo a tu pregunta: en realidad esa colaboración tiene sentido porque lo privado y lo público no son realidades contrapuestas. A lo que se contrapone lo privado no es a lo público, sino a lo estatal. Tanta vocación de servicio público puede tener una persona privada como una institución del Estado (por no hablar de tantas colonizaciones de lo estatal por intereses privados no legitimados, también en la política cultural). En Cuenca, esa colaboración ha hecho que hoy el Museo sea un icono de la ciudad dentro del otro icono de la ciudad, las Casas Colgadas, y que cada uno de ellos nos resulte casi inimaginable sin el otro. Añadiría que eso sucede desde 1966 sin que le cuesta nada a la ciudad. Hay ciudades con suerte, y Cuenca es una de ellas.

¿Para cuándo están previstas las obras de mejora y climatización? 

Será una mejora, efectivamente: mejorará el edificio, mejorará el estado de las obras y mejorará las condiciones de nuestro público en invierno y en verano. Empezaremos las obras en junio, firmado por Juan Pablo Rodríguez Frade (con amplia experiencia en proyectos difíciles), es un proyecto delicado y, por tanto, está siendo cuidadosamente planificado. Será financiado casi a medias por la Fundación Juan March y el Consorcio Ciudad de Cuenca. La idea es que la instalación de climatización, que supone poner técnicamente al museo en el siglo XXI, apenas se note. Que el aparataje técnico no haga perder la esencia de un edificio del siglo XIV lleno de obras de arte abstracto, porque eso sería como, no sé, trasvasar colonia Chanel número 5 desde su finísimo frasco de cristal a un termo de metal, más sólido, pero inadecuado. La idea es acometer la obra en el menor tiempo posible, cerrando solo parcialmente el museo y que el cierre dure lo mínimo imprescindible.

¿Continúan manejando la idea de trasladar las colecciones a otros espacios museísticos de primer nivel en España y fuera del país mientras dure esa actuación?

Desde luego. Ese factor ha sido determinante, junto con la dificultad del proyecto, para la planificación de la obra de climatización. Pronto, junto con el Ayuntamiento, convocaremos a los medios para contar en detalle el próximo viaje del Museo (y de Cuenca) por el mundo.

Aparte de esas obras, ¿cuáles son los proyectos en los que se trabaja desde la dirección?

Además de en ese viaje con paradas internacionales para contar la historia inverosímil y maravillosa de un artista que crea con su ojo y por su cuenta y riesgo (y desde su cuenta, literalmente) un museo en la España de la Dictadura, al margen de la política cultural oficial del régimen, trabajamos en definir mejor el plan museológico y museográfico, en las próximas exposiciones internacionales y en otras dedicadas a nuestros artistas, en la mejora del proyecto educativo del mismo y en estrechar la relación con otras instituciones de la ciudad. En fin, estamos en los comienzos, casi 60 años no es nada para un museo. Sacarlo a pasear por el mundo va a ser como salir a dar un paseo con una persona a la que admiras y es muy joven aún. Será un privilegio.