El nuevo 'invitado' de la capilla del Santo Sepulcro

Leo Cortijo
-

El Cabildo de Caballeros y Escuderos encarga al artista Pedro Romero Sequí un cuadro con San Francisco de Borja como protagonista para decorar uno de los emblemas de la iglesia de El Salvador

El nuevo ‘invitado’ de la capilla del Santo Sepulcro

La capilla del Santo Sepulcro de la iglesia de El Salvador cuenta con un nuevo ‘invitado’. Se trata de un cuadro de San Francisco de Borja, obra de Pedro Romero Sequí. El Cabildo de Caballeros y Escuderos de Cuenca realizó este encargo al inconfundible artista conquense, que ha firmado una notable pieza con el patrón de la nobleza y la hidalguía españolas como protagonista. Este general de la Compañía de Jesús tuvo vinculación con Cuenca, y es que profesó como caballero de Santiago en Uclés y el emperador Carlos le asignó la encomienda de Huélamo. De hecho, sus descendientes emparentaron con linajes y familias conquenses, cruzándose genealogías cuyos lazos todavía se mantienen.

Se trata de una pintura acrílica sobre lienzo de grandes dimensiones (1,4 por 1,7 metros). Es una obra contemporánea, con rasgos expresionistas e informales, pero procurando su perfecto encaje en el estilo tardobarroco de la capilla en la que se ubica. Por el estilo rápido y brioso que practica Romero Sequí, la ejecución de esta pieza le ha llevado relativamente poco tiempo. Ahora bien, su preparación y la búsqueda de antecedentes ha sido más costosa. En un caso así, destaca el propio artista, dar con el modelo es lo que más cuesta: «Finalmente di con un joven caballero andaluz de una orden pontificia, que fue en quien me he inspirado».

Este lienzo completa la decoración de una capilla «fundamental» de la Semana Santa de Cuenca, y es que además de las imágenes de Cristo Yacente y Nuestra Señora de la Soledad y de la Cruz, en ella también descansan las del Cristo de la Agonía y Nuestra Señora de la Amargura.

Si el cuadro de San Francisco de Borja adorna ya el costero septentrional de la capilla, la pared de enfrente quedó excepcionalmente cubierta el año pasado con otra obra de este mismo artista dedicada al obispo Cruz Laplana. «Es una honra que dos de mis piezas formen parte ya de la historia de El Salvador», comenta Romero Sequí, y es que «no solo es el templo nazareno por excelencia, sino que además es la parroquia de mi familia, en la que he vivido recuerdos de infancia y juventud».