Florencio Martínez Ruiz: diez años en el cielo de Cuenca

Redacción
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Florencio Martínez Ruiz: diez años en el cielo de Cuenca

Aunque en febrero recordemos que hace diez años desapareció la figura de Florencio Martínez Ruiz, la evocación de él traspasa todo frío ritual; la persona y el personaje están tan bien trabados en una misma personalidad, que hemos de recordarlo como lo que siempre fue: un aura de humanidad y un genio literario esencializado de mil sensibilidades.  

Entre el gremio de los periodistas y críticos españoles siempre se dijo que los artículos concebidos por Florencio Martínez Ruiz eran en sí mismos como un soneto, lo consideraban un «animal» periodístico y literario que consagró treinta años de su vida al diario ABC y por cuyas páginas Florencio, –al que también se le calificó como un hombre llamado «escritura»–, hizo desfilar con su pluma genial, sensible y sublime a Borges, Miró, Halcón, Ortega y Gasset, Cunqueiro, Baroja, Zubiri, Sender, Alberti, Rosales, Celaya, Aleixandre, Dámaso Alonso, Carpentier, Gabriel García Márquez, Kenzaburo Oé, Hemingway, Pessoa, etc. Florencio fue y es Periodismo en estado puro. Periodismo a pie de máquinas. Periodismo, codo a codo con la rotativa.

Florencio cultivó todos los géneros periodísticos (la crónica, la crítica, la entrevista, el artículo, el reportaje, el ensayo y la noticia pura y dura…) y a todo le sacó punta con su máquina de escribir después de reciclar los materiales en su prodigiosa mente.

Florencio Martínez Ruiz perteneció a esa generación de conquenses (nació en Alcalá de la Vega, en 1930), que, como la avena loca, se fue a buscar allende Cuenca esa palanca que todo hombre precisa para mover el mundo. Cincuenta años de periodismo literario convirtieron al muchacho de Alejandra y Miguel en uno de los periodistas, poeta y crítico literario más respetados en el mundo literario español e hispanoamericano.

Dejando a un lado su compromiso radical con la cultura española, que ejerció como nadie desde las páginas de la prensa nacional, y su lírica que plasmó en poemarios magistrales como El Cabriel Dormido o Cuadernos de la Merced, muchas son las cosas que adeuda Cuenca a quien sin duda ha sido uno de sus más eficaces y esforzados costaleros.

Referente inexcusable. Muchas sin duda, pero entre todas ellas, la más perdurable, la que convertirá en el futuro su obra literaria y periodística en un referente inexcusable de todo cuanto fuimos los conquenses algún día, será la de haber dotado a nuestra cultura de una imagen propia y, lo que es más importante, de una legitimidad histórica alejada de los grandes mitos de una Cuenca arcaica y provinciana.

A través de sus artículos, en Ofensiva, Diario de Cuenca, Radio Nacional de España en Cuenca, Gaceta Conquense pero sobre todo en la cuatro páginas semanales del Cultural de El Día de Cuenca, Martínez Ruiz ha proporcionado a Cuenca algo muy parecido a lo que catalanes, vascos, gallegos y andaluces lograron construir desde finales del siglo XIX: nada más, y nada menos, que un cuerpo compacto de conciencia colectiva que, tomando como argamasa el concepto de lo «mágico», ha tenido la virtud de unir los sillares dispersos de nuestras realizaciones y mostrarlos, al cabo, como la expresión más alta y coherente de un pueblo único y concreto, como el conquense. De esta manera, Florencio encontró la voz que le faltaba a Cuenca; voz que durante muchos años será la voz de todos nosotros... 

Símbolo de Cuenca. En 1980 compró una casa en la parte alta de Cuenca lo que le hizo intensificar su vinculación con los medios e intelectuales de Cuenca y la región... Pregonó la Semana Santa conquense, las fiestas de San Julián y la Feria del Libro de Cuenca, además de participar en la creación de la Real Academia Conquenses de las Artes y las Letras; premiado con el Tormo de Oro y reconocido como 'Conquense del Año'. Durante diez años, de 1993 a 2003, escribió en su totalidad los artículos, reportajes, entrevistas y notas de El Cultural de El Día de Cuenca.

Después de su jubilación, tras treinta años en el diario madrileño ABC, colaboró como crítico radiofónico del periódico firmando con el seudónimo de 'Piloto'. Desde el año 2003 y hasta su fallecimiento, fue asesor y coordinador de la colección de libros de bolsillo de la Diputación de Cuenca, Atalaya. Florencio Martínez Ruiz a lo largo de su singladura periodística simultaneó su firma con los seudónimos de Eduardo Alcalá, Dámaso Cuenca y Luis de la Villa, tanto en la prensa nacional como en la regional y local. 

Especializado en información cultural y en la crítica literaria, ejerció esta función en diversas prestigiosas revistas culturales como Punta Europa, Reseña, El Magisterio Español y La Estafeta Literaria. Asimismo, hizo crítica de poesía en el semanario Gaceta Ilustrada, Blanco y Negro (1975 a 1977) y en ABC (1977 a 1991). En La Estafeta Literaria fue titular de la crítica de novela durante varios años, y comentarista cultural en Siete Días (ABC). De 1998 a 2004 colabora como crítico radiofónico de ABC. Durante algún tiempo actuó en TVE como asesor de los programas Encuentros con las letras y Las Cuatro Esquinas y fue asimismo colaborador de la sección Firmas. 

Entre sus libros figuran La nueva poesía española, antología crítica (1971), Cuaderno de la Merced (1976), Nuevo Mester de Clerecía (1977), Juan Alcaide en sus raíces (1996), Siete Cipreses Conquenses (1999), Poetas conquenses del 50: los niños de la guerra. Atalaya (2003), Cuenca y los enconquensados. Atalaya (2003), El Cabriel dormido –primera edición– (2004), La Ciudad Encantada, de Carmen de Burgos. Atalaya (2004). Poetas en el vientre de la ballena (La primera generación conquense de posguerra) Atalaya (2006). José Luis Coll: in memoriam, obra coral donde también firma con su seudónimo Eduardo Alcalá. Atalaya (2008).

Estilo y calidad. La escritora conquense, Mariví Cavero, en una magnífica antología sobre la obra periodística de Florencio, resume con toda certeza el estilo y la calidad de su obra: «escribe en prosa colada, válida en sí misma, que sirve además, por su carácter ancilar, de semblanza crítica. Por su privilegiada formulación humanística y por su precisión estilística –nuestro escritor y periodista tiene el don de aquietar el ritmo de su sintaxis y de serenar la cadencia de sus párrafos– más que utilizar servilmente el lenguaje, le hace cantar, con un vocabulario extraído de las raíces del idioma, acaso un poco barroco, por la falta de exposición de sus ácidos reactivos, pero auténtica burbuja de claridad y elegancia. Florencio Martínez Ruiz embute impresiones, metáforas, juicios críticos, alusiones y locuciones en textos calados de belleza, como el guante a la mano, haciendo en el mármol de su prosa una estría viva y sugerente».

Florencio Martínez Ruiz sigue y seguirá en espíritu entre nosotros, hecho ya un 'santo' del retablo epónimo conquense ahora que la batalla de escritor, periodista y poeta está ganada. Martínez Ruiz, quien sembró al viento conquense artículos, conferencias, pregones y libros, crónicas y conferencias, contaminantes de gérmenes conquenses para sus lectores y oyentes, convirtió nuestra 'pequeña ciudad' y su provincia en un motivo abismal y central de su genio, nuestra pequeña ciudad vive ya para siempre cobijada bajo las ramas de un árbol literario de la que recibe sus amparos y sus sombras...