Editorial

Pedro Sánchez tensa las costuras de España y las del PSOE

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La negociación abierta por la dirección nacional del Partido Socialista con ERC para asegurar, con la abstención de los independentistas de Junqueras, la investidura de Pedro Sánchez está tensando las costuras del PSOE, algunos de cuyos barones territoriales están cansados de decir amén ante Ferraz y ante el primer secretario del PSC, Miquel Iceta. El líder de los socialistas aragoneses, Javier Lambán, ya manifestó que «ERC es un partido indeseable para la gobernabilidad de España». Y conforme ha ido pasando la semana sus declaraciones han elevado el tono de la crítica. La razón: la mesa de diálogo entre gobiernos en el que abordar el «futuro de Cataluña». Hasta tal punto ha llegado la tensión interna que Lambán no dudó ayer de calificar de «supremacista» a Iceta, que será reelegido este fin de semana cabeza del PSC. «Negarnos el derecho a opinar a los demás, a los españoles, era algo propio de los independentistas catalanes y exclusivamente suyo. Pero estoy viendo que el supremacismo por desgracia está haciendo estragos en Cataluña», espetó ayer el presidente del Gobierno de Aragón.

De similar opinión es Emiliano García-Page que ha advertido en más de una ocasión que los «asuntos de todos se deciden entre todos». El líder de los socialistas castellano-manchegos está manifiestamente en contra de que Cataluña tenga una relación de igual a igual con España, ya que se trata de una comunidad autónoma más dentro del régimen común como lo es Castilla-La Mancha, Aragón o Castilla y León.

Page, que ha declarado que espera que estas Navidades no le regalen «vaselina» para asumir el pacto con Esquerra, también ha contestado a Iceta cuando aseguraba que le salían hasta nueve naciones dentro de España tras haber «echado cuentas». Lo hacía al comparar el significado del término ‘nación’ con el de ‘nacionalidad’. Page le recordó que  no tolerará que detrás del término ‘nación’ se escondan «privilegios o más derechos». 

Pedro Sánchez ganó las elecciones de noviembre, aunque obtuviera 727.000 votos menos y perdiera tres diputados con respecto a abril, y tiene derecho a formar gobierno. Pero no al precio que tasen los independentistas. El presidente del Gobierno en funciones lleva meses convertido en el Groucho Marx de la política española por aquello de «estos son mis principios, pero si no les gustan, tengo otros»’. En un ejercicio de funambulismo político ha pasado de que el pacto con Pablo Iglesias le quite el sueño a pactar en menos de 48 horas y con beso incluido y de no coger el teléfono a Torra a llamarle personalmente por exigencia de Esquerra. Si Sánchez sigue  a la deriva, los suyos deberán enderezar el rumbo. Los españoles no se merecen tanto desatino.