Jesús Fuero

TERCERA SALIDA

Jesús Fuero


Los del rebaño

17/05/2021

Pocos hay que no crean que lo que el mundo vive es una catástrofe. Nos desayunamos los afortunados occidentales con noticias sobre el Covid, restricciones, inflación, paro, y si prestamos más atención nos damos cuenta de que todo lo que sucede a nuestro alrededor esta confuso. Ya no nos gusta hacer planes a largo plazo y somos más ahorrativos. Anteayer, en el franquismo, la esperanza era que llegará la democracia. Ayer mismo nos alegrábamos de entrar en la Unión Europea. Y hoy parece que la única esperanza es quitarse la mascarilla. ¿Y después qué? Las personas siempre hemos necesitado a los profetas, lo mismo que los que se creen dioses también los necesitan. Aunque no lo queramos reconocer nos comportamos como un rebaño, y hay tantos rebaños como pastores, seguidores de un equipo, de un partido, de un puticlub. Modernamente han surgido youtubers, influencers, y otros mendas que pretenden que no haya nadie sin rebaño. Ellos pasan la canastilla sin esperar a reunir a sus fieles un domingo. El hombre siempre ha necesitado profetas como Moisés. Él les ofreció el Dios de Israel, y el pueblo prefirió momentáneamente un becerro de oro, una serpiente de bronce. El hombre siempre ha querido dar nombre y sentido a las cosas, y sin borrar el pecado original volvemos al origen, a Adán y Eva, a Caín y Abel, a la traición de los hijos de Israel, a luchas fratricidas. Sucede siempre que nos dejamos tentar o seguimos falsos profetas, que como el comunismo quieren apartar la religión y eliminar el refugio que para ortodoxos o seguidores de Mahoma ha sido Alá o Jesucristo. Leyendo el Corán o la Biblia observo que los dioses no están en los libros, aunque se nos cuenta lo que hicieron algunos para encontrarlos. Los dioses, como los verdaderos profetas, son fugitivos que visitan la literatura. Véase El peregrino ruso o Siddhartha. La historia de la literatura nos dice que los dioses que no están en las páginas de los libros no existen, y al mismo tiempo no están por su esencia, por ser excelsos e inmateriales ante el ojo del mortal. En el mundo cristiano, pese a la contrarreforma, todo transcurre en un mundo cada vez más pagano. Un mundo gentil que deberá ser sacrificado por completo y por la mano del hombre.
   El mundo que se está reivindicando por las tiranías capitalistas es un lugar que apenas deja espacio a dioses y juramentos. Las teocracias son perseguidas, no sé si razonablemente. Y ya sin profetas solo han quedado unos pocos ministros de religiones normativas que cuentan cada vez con menos seguidores. De los otros ministros ya alguien escribió: «Las capas dirigentes de la sociedad no tienen cultura, tampoco libros, y ni siquiera un lenguaje en el que sea posible expresar una cultura que resulte adecuada para ellas» (E. Auerbach).
    La divinidad advierte a los hombres de su destino. No siempre para que modifiquen su conducta, sino para que lo sepan, de modo que las consecuencias de sus humanas decisiones resultan todavía mucho más irónicas. La fortuna nada tiene que ver con el desenlace del enfrentamiento que mantiene lo humano contra lo divino, es más bien el poder de la voluntad humana, la diligencia frente a la pereza, lo que ha de determinar, como en muchas guerras, la supervivencia, el triunfo o la derrota. Sobrevivir en la pandemia es lo que muchos necesitados hacemos, pero solo de nosotros, no de Dios, dependerá un último esfuerzo en esta lucha por una victoria incierta.