Sueños y formas

J. Monreal
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Ángel Martínez Bascuñana

Sueños y formas - Foto: Reyes MartÁ­nez

Nadie le advirtió de sus cualidades para el arte. Nunca acudió a una academia, ni tuvo maestros que le guiaran en el oficio. A solas.

Así crea, imagina y ejecuta Ángel sus obras. En solitario. Con unas cuantas herramientas, la habilidad de sus manos y la intuición del artista hecho a sí mismo.

«De niño me gustaba dibujar, pero nunca tuve oportunidad de asistir a clase, porque eran tiempos duros en los que había que trabajar desde muy joven y dejar a un lado los sueños», dice el escultor conquense, quien un buen día puso manos a la obra, «retorciendo hierros y aprovechando piezas de la chatarra. Poco a poco fui viendo que el metal iba tomando forma y me decidí a probar con otras obras más complicadas».

Confiesa que sus primeros trabajos eran sencillos, aprovechando las formas del hierro, y de pequeño tamaño. Poco a poco, a base de paciencia y dedicación, el duro metal fue adquiriendo formas más complejas y elaboradas. Tenacidad.

«No me considero artista, ni mucho menos, aunque sí creo que tengo cierta habilidad que cada día voy desarrollando a base de práctica, de error y acierto, que es como de verdad se aprende», señala Ángel.

Recuerda sus tiempos infantiles en los que la pintura le resultaba atractiva, aunque no pudo dedicarse a ella, quedando la ilusión aparcada, dormida.

Trabaja a deshora en su taller, y aprovecha su tiempo libre para dar rienda suelta a su imaginación.

«No puedo dedicarle más tiempo del que le dedico, porque el trabajo es lo primero y es mi medio de vida», apunta el escultor. «Este quehacer es un simple pasatiempo, con el que me siento a gusto porque veo que voy evolucionando desde mis primeras obras a las que hago en la actualidad. Veinte años de oficio te dan algo de experiencia».

El proceso de creación es sencillo. «Primero surge la idea y de ahí pasa al papel como simple boceto, sin que esté del todo definido. Una vez que tengo el modelo, busco el material que mejor puede adaptarse lo que quiero hacer y empiezo a dar forma al metal», afirma Ángel.

Martillo y paciencia son las herramientas que más utiliza el escultor en su tarea de creación.

«Los golpes a veces no bastan para doblegar el hierro y hace falta algo más que fuerza para dar la forma que quieres conseguir. Unas veces lo consigues y otras tienes que ir rectificando sobre la marcha o iniciar de nuevo el trabajo y modificar la idea que tenías prevista».

Chapa y soldadura, tijeras y punteros. Herramientas sencillas que Ángel maneja con soltura, dando forma a las placas de metal, recortando detalles, forjando sueños hasta convertir el tosco metal en obra de arte.

Conforme ha ido evolucionando en su trabajo, el escultor ha ido dejando atrás el material de desguace, pasando a trabajar con piezas de metal compradas a propósito para la obra que va a realizar. «Las primeras obras sí están hechas a base de material que iba aprovechando, pero a medida que iba trabajando me di cuenta de que no todo el material vale y que es más práctico comprar una pieza que reconvertirla».

Del mismo modo que nunca se planteó dedicarse al arte, tampoco pensó en exponer sus obras, hasta que llegó la oportunidad de darlas a conocer al público.

«Expongo 13 de mis obras en el claustro de la catedral, lugar que está siendo muy visitado por los conquenses y multitud de visitantes», comenta Ángel, quien de vez en cuando sube hasta el patio de la catedral y observa, sin darse a conocer, su turbo, su Virgen de la Luz, el peregrino, el calvario, la Torrre de Mangana o los paisajes en hierro de las riberas del Júcar y el Huécar.

Mira sus obras y piensa en seguir trabajando el hierro, modelando el acero y convertir el sueño en realidad.