Ingeniería 'made in Cuenca' para el hospital

Leo Cortijo
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Carlos Talaya, ingeniero mecánico natural de Casasimarro, forma parte del equipo que desarrolla la maquinaria que permite mantener en perfecto estado de revista las fachadas del nuevo centro sanitario.

Ingeniería 'made in Cuenca' para el hospital

Es la gran obra de Cuenca. Los trabajos del futuro hospital de la provincia marchan a muy buen ritmo según la administración regional. De hecho, asegura que el camino hasta la consecución de la meta ya se ha recorrido en un 70 por ciento. Erigir desde la nada una infraestructura sanitaria de esta envergadura no es tarea sencilla y para que el barco llegue al puerto deseado son muchas las piezas que deben casar a la perfección dentro de un complejo y completo engranaje. Una de ellas tiene ADN conquense. Y en concreto, de un municipio enclavado en la Manchuela: Casasimarro. Allí nació y se crió Carlos Talaya, hasta que puso rumbo a Valencia para cursar estudios avanzados en Ingeniería Mecánica.

Progresó como pocos pueden presumir y con apenas 26 años ha sido uno de los que ha sumado su granito de arena en la construcción del nuevo hospital. Carlos encontró una oportunidad laboral en la empresa Soluciones de Accesos a Fachadas, asentada en Arroyomolinos pero que opera en medio mundo. De hecho, algunos de los proyectos más importantes a nivel nacional dentro de su campo llevan la firma de esta compañía, como la Torre Sevilla o como infinidad de edificios corporativos de grandes sociedades en las principales ciudades de España.

El director asociado y cofundador de la empresa, Miguel Casado, explica de forma clara su cometido: «Hacemos trajes a medida para mantener la fachada de los edificios según sus dimensiones, necesidades y requerimientos». Trabajan a proyecto porque cada edificio es un mundo y por eso pueden desarrollar máquinas «muy sencillas» de apenas 1.500 kilos y 25.000 euros de coste, pero también otras de 60 toneladas, con una ingente carga electrónica o brazos telescópicos y por un valor superior a los 300.000 euros.

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De esta forma, hasta sus oficinas llegó el encargo del nuevo hospital conquense, donde la compañía, aprovechando que se trata de un edificio «muy grande en superficie y menos en altura», ha desarrollado 800 metros de carril en la cubierta para que por ellos se desplace un mecanismo del que cuelga una góndola que permite a los operarios mantener en perfecto estado de revista la fachada. En ello tuvo mucho que ver nuestro protagonista, y es que Miguel conoció sobre el terreno las características del edificio para el que tenían que diseñar ese traje a medida, y con esa información Carlos se puso manos a la obra. El casasimarreño, junto a José y Fátima, forma parte de la oficina técnica y de ingeniería de la empresa SAF Góndolas.

«Una vez que recibimos estos inputs», destaca Carlos, «tenemos que analizar entre otras muchas cosas qué modelo de góndola debemos utilizar, la capacidad de carga, las alturas que tenemos o la distancia que debe haber entre carriles». En definitiva, se trata de trasladar un plano comercial a una máquina constructiva. Para ello empezó a diseñar la góndola en sí «en un modelo 3D con un software propio». Una vez que el cliente ha dado el visto bueno a ese diseño preliminar, «sacamos unos planos que se mandan a fabricar con cada una de las piezas que se precisan». A partir de ahí se llevan a cabo unos tratamientos superficiales «para asegurar un mantenimiento y una durabilidad de la góndola». Una vez montada en el taller, la infraestructura se somete a los test que se requieren por normativa, y ya testeado se transporta y se instala en el edificio.

El periodo de fabricación desde que reciben el pedido hasta su puesta en marcha oscila entre las 16 y las 20 semanas, según comenta Miguel. La parte de la ingeniería de la que se encarga Carlos varía mucho dependiendo de la importancia del proyecto y puede suponer en torno a la mitad del tiempo total. En el caso particular del hospital de Cuenca, «al tratarse de algo sencillo para lo que nosotros solemos trabajar normalmente», su labor se concentró en dos semanas. Así todo, el resultado es «muy satisfactorio», tal y como celebra el ingeniero, pues «la instalación se comporta justo como debe comportarse», y más teniendo en cuenta que hubo que realizar un cambio de vía para acceder a todas los rincones «porque el edificio tiene unos patios interiores a los que había que llegar».

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Carlos está entusiasmado, y no es para menos. De una forma notable, él también ha sumado su hombro para aguantar el peso de este nuevo paso que es el hospital de Cuenca. «Me hace ilusión dedicar mi trabajo a algo que repercute en mi provincia», comenta «muy contento». No es de extrañar ya que para él supone una «gran oportunidad», pues desembarcó en la empresa «sin ninguna experiencia, recién terminado el máster y en una situación laboral complicada, como todo el mundo». No se trata solo de «formar parte de un equipo con gente que sabe un montón y de la que aprendo cada día», sino de «llevar mis propios proyectos desde que nacen hasta que se marchan», y eso es algo que le llena de «orgullo».