Pilar Cernuda

CRÓNICA PERSONAL

Pilar Cernuda

Periodista y escritora. Analista política


El funeral

14/09/2022

El gobierno se ha cubierto de gloria con el asunto de la representación española en el funeral de la reina Isabel II. En su afán de asumir competencias que no le corresponden, cuando se le preguntó al ministro Albares si D. Juan Carlos asistiría al funeral respondió que era algo que tendrían que decidir la Casa Real y el gobierno.

Respuesta impropia de un miembro de gobierno, que tiene la obligación de conocer determinados temas, más aún cuando ocupa un cargo en el que es tan necesaria la diplomacia y conocer en profundidad qué pasos se pueden y cuales no en circunstancias delicadas o problemáticas.

El gobierno tiene papel en todo lo que afecta a la vida interna española, como los viajes de D. Juan Carlos a nuestro país, si debe residir en relacionada con y hacer uso de patrimonio del Estado, y estudiar la intendencia relacionada con su seguridad personal. Son cuestiones que debe acordar con la Casa Real, como así ha sido. Pero que el Rey Juan Carlos acuda a un acto solemne en un país extranjero al que ha sido invitado no por ser Jefe de Estado, que lo ha sido pero ya no lo es, sino porque se trata de un familiar de la Reina fallecida, familiar además muy querido, es algo que deben tratar el propio rey Juan Carlos y el rey Felipe. Al gobierno, valga la expresión y con todo respeto, nadie le ha dado vela en este entierro. Estará representado en Westminster por el titular de Asuntos Exteriores y el protocolo de la Casa Windsor colocará al ministro según le corresponda. Pero el Rey Carlos III, y su familia, tienen todo el derecho para invitar al funeral de su madre a quienes consideren oportuno.

D. Juan Carlos es hoy una figura controvertida, y solo él es responsable de serlo. De la misma manera que pasará a la historia como un rey fundamental en el tránsito de una dictadura a una democracia, y lo hizo con actos que demostraron un gran coraje personal y político, también pasará a la historia como un hombre con deslices que han manchado su trayectoria y dañado la imagen de la Corona.

Hace pocos meses mantuvo una importante reunión con su hijo. Tensa, dura, en la que se dijeron todo lo que hacía mucho tiempo que debían decirse. Acordaron esforzarse por salvar la imagen de la Monarquía, cooperar en todo aquello que pudiera favorecer a España, y mantener el contacto que habían perdido. Es la razón de que cuando llegó a Zarzuela la invitación para D. Felipe y Doña Letizia, y también invitación para D. Juan Carlos y Doña Sofía, D. Felipe la trasladara a su padre.

Es lo que tocaba. Se trataba de un funeral de Estado, pero con un componente personal, familiar, que es lo que primó en la decisión que tomaron conjuntamente. El gobierno de Pedro Sánchez no tenía por qué intervenir.