Jesús Fuero

TERCERA SALIDA

Jesús Fuero


¿Conocemos a nuestros hijos?

04/07/2022

Mi hijo adolescente me pidió que le comprase El Manifiesto comunista de Marx y Engels. Yo le pregunté el porqué, y el sin dudarlo me dijo -es bueno conocer cómo piensa el enemigo-. Nada pude objetar ante tan buena respuesta, y me limité a decirle lo mal que trató el autor a su mujer. Lo leyó prontamente y cuando le pregunté sobre su lectura  me llevé otra sorpresa -tiene buenas ideas, y otras que son discutibles-. Agradable sorpresa me llevé igualmente en una conversación en un viaje de varias horas en coche con mi hijo y su compañero ucraniano. Comprobé que ambos tenían mucha información de los acontecimientos presentes y pasados habidos en Ucrania. Los dos adolescentes se pasaron hablando y argumentando sobre lo ocurrido y sus precedentes históricos, sin olvidarse de mencionar a presidentes prorusos en Ucrania y yéndose en el tiempo a los sucesos acaecidos allí desde la primera, y sobre todo después de la segunda guerra mundial. Lo oído coincidió con mis lecturas sobre el autor de Los hermanos Karamazov, amante como el que más de nuestro Quijote, el libro preferido de Dostoievski. Un libro que él consideraba «triste». El pesimismo de uno de sus personajes propone «apagar a cada genio desde su primera infancia» para contar con la obediencia de la plebe. La base de esta teoría: 1º Bajar el nivel de la educación, la ciencia y el talento. El alto nivel de ciencia y educación solo para los elegidos, ¡y no necesitamos capacidades excesivas"; 2º Los esclavos deben ser iguales. Sin el despotismo no ha habido aún ni libertad, ni igualdad, y en nuestro rebaño humano se necesita igualdad, esto es el shigaliovismo.
Intentar a la vez unir el catolicismo y el socialismo llevó a Dostoievski a una contradicción que no supo resolver, el ideal y la ideología que se proyecta todavía hoy. Son contradicciones interiores que llenan de sufrimiento y frustración a quienes se dejan guiar por ellas si pretenden profundizar en lo que representan. Muchos tiran la toalla y su pensamiento se convierte en algo estético, negando su esencia pero copiando de la estética. La contradicción que esto representa es irreconciliable.
Hay padres superfluos e inútiles, impostores a los ojos de sus hijos nihilistas, y para los padres los hijos son incomprensibles embusteros. ¿No saben que se puede vivir sin la ciencia, sin el pan, pero que sin la belleza es imposible vivir? El positivismo reclama hechos y solo hechos. Impostura de un padre decirle a su hijo que no conoce el pueblo ruso cuando no conoce a sus hijos.
La belleza por sí sola (hay quien solo busca eso), no es capaz de entregarse al amor, ni a la amistad, ni a una sola idea. Muchos han conocido a muchas mujeres pero son incapaces de amar a una sola, si de violar a una niña. Hay mujeres dispuestas a amar para siempre pero no todos los hombres están dispuestos a hacer lo mismo.
El mundo ruso y el occidental despiertan en quienes los conocen emociones contradictorias, una alta estima por los potenciales que albergan y una preocupación enorme por su realidad. En Los demonios dice Dostoievski: «Cortar cien millones de cabezas es tan difícil como cambiar el mundo por medio de la propaganda. Tal vez más difícil, sobre todo en Rusia (…) Es precisamente en Rusia donde ponen sus esperanzas».  Al final de su vida nos dice en sus escritos que «el primer anhelo de millones de elementos del pueblo es saquear a los propietarios». «Es ahí donde empieza el mal, con la creencia de que el ruso puede ser europeo».