La punta del iceberg

Diego Izco (SPC)
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Giroud 'corona' el once de Francia, una maquinaria de hormigón que pivota alrededor de Griezmann y a la que no le importa achicarse mientras Álvarez pone la 'guinda' al XI de Argentina, un andamio de 'currelas' dispuestos a morir por su líder: Messi

La punta del iceberg

Tal vez nadie esperaba en Qatar'22 a Olivier Giroud: el gran público apostaba por Karim Benzema... pero ahí está, en la final, con un Mundial excepcional sobre sus espaldas y cuatro goles en el casillero. El 'nueve' francés es la punta del iceberg de un equipo perfectamente medido por Didier Deschamps, que podría jugar mucho mejor al fútbol pero... ¿para qué, si esta fórmula da Mundiales? 

1. El músculo. Francia no tiene secretos: es aburrida y eficaz. Un fútbol burocrático con altas posibilidades de éxito si los siete que defienden (portero, línea de cuatro y dos pivotes) son de puro hormigón. Aún con las muchas bajas, el seleccionador sigue teniendo un fondo de armario de tipos esculpidos en piedra y nadie engaña a nadie: aquí se defiende y se corre. El actual campeón llegó a achicarse frente a Marruecos en semifinales, el mejor ejemplo posible para describir su juego. Feo, pero le funciona. 

2. Griezmann. Puede que al término de la final le entreguen el MVP a Leo Messi o a Kylian Mbappé, rostros más mediáticos al lado del patrocinador que no pudo vender su producto en Qatar, pero el Mundial de Griezmann ha sido colosal. Para Deschamps, Antoine es la piedra angular del equipo. Los demás son coyunturales, el colchonero es estructural: lleva más de un lustro sin perderse un solo partido de los 'bleus' porque da sentido al plan del punto 1: siete defienden, tres atacan... y uno lo justifica todo. 

3. Sube uno. Las alegrías tácticas de Francia se miden con los dedos de una mano. Salvo necesidad por exigencias del guion (un choque con el marcador en contra) no hay ataques en tromba de seis o siete jugadores porque Mbappé es una tromba en sí mismo. Deschamps no quiere laterales largos y solo uno tiene permiso para la aventura. Le fue bien precisamente en semifinales, cuando Theo Hernández encontró un rebote en el área marroquí para abrir la lata. Tchouaméni o Rabiot (o Fofana, o el pivote de turno) cubren esa subida... y el otro lateral 'descansa'. 

4. Incontrolable. Si hubiese que describir a Francia únicamente con tres palabras, serían «que corra Mbappé». El 'diez' dinamita los partidos con lo que hace... y lo que no hace: arrastra y fija marcas, abre huecos al otro lado del campo porque la vigilancia implica a más de un defensa y, en los últimos tiempos, ha adquirido el poso para no vivir revolucionado los partidos: ahora corre para matar. Y mata. Es imposible que no te haga daño: sencillamente, hay que minimizarlo. 

5. Al aire. En última instancia, si el único plan falla (no suele errar: la eficiencia del tedioso método francés es elevadísima), el balón colgado al área se convierte en un recurso muy valioso. El propio Giroud, a sus 36 años, está realizando una temporada colosal en el Milan y es uno de los mejores cabeceadores del continente, pero en un balón parado estará rodeado de los Varane, Konaté o Upamecano o Rabiot. 

Frente a frente, al otro lado de la cita con la historia, podría calcarse el primer párrafo: «Tal vez nadie esperaba en Qatar'22 a Julián Álvarez: el gran público apostaba por Lautaro Martínez... pero ahí está, en la final, con un Mundial excepcional en sus espaldas y cuatro goles en el casillero. El 'nueve' argentino es la punta del iceberg» de un equipo diseñado con mimo y mucha paciencia por Lionel Scaloni, un 'currela' que detectó que la fórmula mágica no tenía nada de mágica: se trataba, sencillamente, de devolver el fútbol a la calle y que el genio inventase. Como en 1986: un dedicado grupo de trabajo al servicio de una idea apellidada Maradona, hoy Messi. 

1. En bloque. La clave para entender a la Albiceleste es la solidaridad defensiva. Probablemente haya que entenderlo así: la semilla ya estaba en el país, en la forma de entender el juego... y eso del 'cholismo' fue solo una 'subespecie'. Hay muchas formas de fútbol alrededor de ese mismo concepto (ayudas constantes, juego fiero e intenso, interrupciones constantes cuando el ritmo no te pertenece, etcétera). Cuanto mayor ha sido el reto, mejor Argentina ha habido. 

2. Cuatro 'mulos'. En efecto, el plan de la 'Scaloneta' era dibujar sin calcar sobre la hoja de ruta de Bilardo hace 36 años, cuando la Albiceleste puso en México dos líneas de cemento armado detrás de Diego Armando Maradona. A la espalda del genio jugaban Olarticoechea, Enrique, Burruchaga y Giusti con los 190 centímetros de Batista en el eje. Scaloni rara vez usa el 5-3-2 del 'Narigón', pero sí un 4-4-2 con el mismo fin: ocho tipos con pico y pala. Y cuatro de ellos devorando el mediocampo, De Paul, Paredes, MacAllister y Enzo Fernández, el cerebro. 

3. Variantes.  El 'comité de sabios' de Argentina empieza y termina en Scaloni, un estudioso pausado del juego, pero a su alrededor se encuentran Roberto Ayala, Pablo Aimar y Walter Samuel, dispuestos a conseguir como técnicos lo que no lograron como jugadores en los 'años-bisagra' del cambio de siglo. El análisis individual de los cuatro (cuando vestían de corto) da una idea colectiva donde no se escapa un detalle. El duro, el genio, el rápido, el contundente, el comprometido, el verso suelto, el capitán... todos los jugadores de Argentina pueden verse reflejados en su cuerpo técnico. 

4. Factor Messi. Incluso Lionel Messi puede mirar al banquillo y sentir el gusanillo de ver a su ídolo, el 'Payaso' Aimar. El exazulgrana ha encontrado en Catar al 'argentino' que lleva dentro: capitán y líder canchero añadidos al genio que lleva pisando el césped casi dos décadas. De una forma casi sectaria, el resto del plantel trabaja a destajo para cubrir un déficit histórico (que no tenga una Copa del Mundo) y el genio de Rosario está devolviendo el 'favor' con su mejor versión posible. A sus 35 años, con 16 goles en sus últimos 26 partidos con Argentina, sigue teniendo la capacidad de decidir a qué juegan los otros 21.