Los empresarios alertan de la falta de mano de obra

Leo Cortijo
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Las empresas necesitan trabajadores en pilares clave del tejido económico como construcción, hostelería, transportes y agricultura, y lo achacan a la falta de «cualificación» o al desinterés por esos puestos de trabajo.

Albañiles, camareros, camioneros o pastores son algunos de los perfiles profesionales que las empresas demandan encarecidamente de un tiempo a esta parte. - Foto: Reyes Martínez

Cuenca, con apenas 195.000 habitantes, cuenta con algo más de 10.000 personas en situación de desempleo según los últimos datos publicados por el Gobierno. Es decir, hay un número notable de conquenses que quieren trabajar pero que no lo consiguen porque no encuentran el empleo que se adapte a sus necesidades. En clave nacional, hay algo más de tres millones de desempleados y el paro por debajo de los 25 años ronda el 30 por ciento, uno de los guarismos más altos –y en algunos casos con mucha diferencia– de toda la Unión Europea.

Por esa razón, llama la atención el llamamiento desesperado que realizan los empresarios de algunos sectores fundamentales de la economía, y es que se necesita mano de obra de forma perentoria. Y lo peor es que éste no es un problema de ahora, dicen, sino una «tendencia» que se viene observando desde hace tiempo. El sector de la construcción y todos los empleos que la rodean, la agricultura y la ganadería, la hostelería o los transportes son solo algunos ejemplos. Esos mismos empresarios son los que se preguntan qué es lo que está fallando para que haya gente que quiere trabajar y no puede y ellos, sin embargo, no encuentren albañiles, pastores, camareros o camioneros, sin ir más lejos.

Esa «extraña» circunstancia es algo que a juicio del secretario de la agrupación provincial de hostelería y turismo, Diego López, la Administración «debería cuestionarse». En su caso particular, considera que es un «problema estructural» que se agrava con el tiempo. Hay varias causas que lo justifican –señala–, empezando porque es un sector que demanda «muchísima mano de obra», y siguiendo con las características propias del mismo, «y es que aquí estás trabajando cuando los demás se están divirtiendo, ya sea en festivos, fines de semana o de noche».

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López defiende que este hándicap está incluso por encima de los sueldos que reinan en la hostelería, pues cree que las condiciones laborales no tienen nada que ver con lo que pasaba hace unos años. «Es simplista decir que si se cobrara más habría más camareros, creo que hay otras condiciones que influyen, sobre todo en la gente joven». Además, y partiendo de la base de que es un sector «enorme», argumenta que la Administración tiene los «mecanismos necesarios» para velar por el correcto cumplimiento de la normativa. «No creo que sea justo generalizar en este sentido», subraya.

Otro de los problemas que encuentra la hostelería es la «falta de estabilidad», pues hay una parte importante de sus empleados que fluctúa dependiendo de la temporada: «La contratación no es homogénea durante todo el año, sino que hay picos muy pronunciados de actividad, como verano, Navidad o Semana Santa, por ejemplo». Así todo, eso redunda en la falta de cualificación del sector en muchas ocasiones, y es que «hay tanta demanda que la gente piensa que no necesita tener ese plus para que le contraten, ya que la van a contratar igual».

Hay un problema de raíz y es la falta de formación. Ocurre en éste y también en otros sectores como el de la construcción. Así lo pone de relieve Javier Redondo, arquitecto y miembro de la asociación de empresarios de la construcción y afines. Un problema que no solo se da cuando hablamos de buscar albañiles, sino también de «todas las contratas y subcontratas relacionadas con la construcción», desde carpinteros hasta fontaneros, pasando por pintores o electricistas.

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El también presidente de los jóvenes empresarios conquenses, subraya que las posibilidades de conseguir un puesto de trabajo son «inmensamente mayores» con Formación Profesional que con un título universitario, y es que «muchas veces pensamos que al estar cuatro años en la Universidad nos va a ir mejor cuando no tiene por qué». Es más, anima a educar a las nuevas generaciones en el emprendimiento y en el reciclaje constante, pues los títulos pueden ser «papel mojado» cuando «el 70 por ciento de los empleos de dentro de diez años no existen a día de hoy».

Esa falta de mano de obra técnica cualificada se agudiza en una provincia como ésta, entiende Redondo, por el problema de la despoblación, pues «hubo muchos trabajadores durante la anterior crisis que emigraron a territorios como Madrid y Valencia en busca de oportunidades, y hoy que se les necesita aquí es difícil que regresen porque ya han hecho vida allí».

Trabajar en el campo. En Castilla-La Mancha el campo representa el 17 por ciento del PIB, según el secretario general de Asaja Cuenca, Manuel Torrero. Cifra que evidencia la importancia de un pilar capital para la economía regional. Sin embargo, los empresarios del sector se las ven y se las desean para encontrar mano de obra cuando llegan determinadas campañas, sin ir más lejos, la inminente del ajo. Torrero apunta a un cúmulo de circunstancias que invitan poco al optimismo, partiendo de una idea fundamental, y es que de un tiempo a esta parte «se está desprestigiando de tal manera el trabajo en el sector agrario que nadie quiere trabajar en el campo por una falsa imagen de que es un trabajo muy duro y que muchas veces se realiza bajo condiciones de esclavitud».

Pero esta «criminalización sistemática» del campo no es la única razón. El responsable de la asociación agraria critica «el condicionante de la nueva arquitectura» derivado de la reforma laboral, que les «perjudica muchísimo». Entiende que es «muy difícil» aplicar la nueva norma para que muchos trabajadores «itinerantes» pasen a ser fijos discontinuos, y más todavía cuando «la mayoría de la gente que está dispuesta a trabajar son extranjeros que encadenan campaña tras campaña». A eso hay que sumarle «la nueva estructura de subsidios públicos para este tipo de trabajadores», que cada día es «más importante». Al final –remata–, «los empleados trabajan lo justo y necesario para cobrar los subsidios», y así «estamos generando un sistema que va a acabar con la mano de obra en el campo».

La única solución que Torrero contempla en el horizonte para el sector agro pasar por establecer un verdadero programa de capacitación profesional, «donde haya una formación reglada para ser pastor, tractorista o podador, por ejemplo». Eso, sentencia, y que «la gente tenga necesidad de trabajar y se vuelva a inculcar el sentimiento de trabajo, no de apoyo público».

En una línea muy similar se mueve el presidente de la asociación de empresarios de transporte de mercancías por carretera, Juan González, cuando afirma que «el principal factor» en la dificultad para encontrar personas dispuestas a trabajar es «el cambio de mentalidad en la sociedad española», en relación a «la falta de compromiso y responsabilidad». Y así, bajo su punto de vista, se da la circunstancia de que ni siquiera retribuyendo bien haya gente dispuesta a trabajar. El problema es todavía mayor cuando hablamos de una profesión tan sacrificada como la de camionero, pues entonces las pretensiones laborales son «difícilmente compatibles» con lo que supone esta actividad legalmente reconocida como especial. Entiende que «todo el mundo quiere estar en casa o trabajar una serie de horas», pero si hay que llevar mercancías a Alemania, por ejemplo, eso exige dormir fuera de nuestro hogar.

Asimismo, González dirige el foco hacia la situación que viven las empresas de su sector, que lo están pasando «muy mal», y es que la cuenta de resultados está «muy mermada» después de que los precios de los combustibles no hayan hecho más que subir durante los últimos meses. «Estamos en pérdidas», comenta vislumbrando posibles cierres de empresas del ramo y «conflictividad laboral» cuando desde los sindicatos se les exige ajustar los sueldos a la subida del IPC. «Eso para nosotros es totalmente imposible», concluye.