Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Hablar con los vivos

08/11/2022

Afirma el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, que prefiere hablar de los vivos a hablar de los muertos en la Guerra Civil y el franquismo, que sus prioridades son otras y están relacionadas con la marcha de la economía y las dificultades de los ciudadanos, y en un ejercicio de político travestido de historiador considera que aquel episodio ominoso se debió a que nuestros abuelos y tatarabuelos "se pelearon". Entre una y otra declaración han pasado varios días, de tal forma que el líder de la oposición –y su equipo- podrían haber preparado una respuesta más elaborada, más cercana a la realidad histórica, más compasiva con las víctimas y, si se quiere, que mostrara que, en efecto, es un político moderado capaz de sobreponerse a la presión de la ultraderecha y a otros nostálgicos que no acaban de sacudirse el pelo de la dehesa del franquismo.  

Porque además de hablar "de los vivos", lo que verdaderamente les hubiera gustado a los defensores de la ley de memoria democrática que aún tiene familiares enterrados en las cuneras y sin identificar sus restos es haber podido "hablar con los vivos", en persona. O al menos hablar con sus muertos visitando sus sepulturas, lo que sí hicieron las víctimas del bando nacional desde primera hora.  

En el cementerio de la localidad toledana de Ocaña conviven dos fosas comunes. La de los muertos, asesinados, represaliados, víctimas en definitiva, del bando nacional, se encuentra visiblemente deteriorada como consecuencia del paso de los años, con las cadenas que la rodean afectadas por las inclemencias del tiempo. Se ve que es una tumba antigua. A escasos metros hay otra fosa común mucho más reciente, revestida de mármol con el nombre grabado de todos los fusilados en las tapias del penal.  Sorprende, aunque no es novedad, observar cómo los primeros ejecutados lo fueron un año después de que hubiera acabado la guerra y que muchos de ellos ni tan siquiera hubieran empuñado las armas, sino que eran padres de familias numerosas a cuyos hijos se les vedó hablar con ellos. Si no en sus sepulturas familiares ahora lo pueden hacer en un lugar dignificado.  

Tras el voto en contra de la ley de memoria democrática, es preciso  preguntarse qué le pasa al PP –y más incomprensible es el caso de Ciudadanos- con el franquismo, que de una forma u otra han condenado un par de veces en votaciones en el Congreso, y que tiene una base social que ha dado en muchos momentos muestras de moderación y de preocupación por otras víctimas, para saber por qué les cuesta tanto a sus dirigentes, la mayor parte de ellos jóvenes nacidos en los últimos años del franquismo, o ya en democracia, conceder el derecho a los familiares de las víctimas asesinadas buscarlos en las cunetas o en fosas comunes y cerrar una herida que para ellos si es una cuestión prioritaria. Y si, como es evidente, nadie va a cambiar el resultado del enfrentamiento entre españoles provocado por quienes se sublevaron contra la República, si se puede exigir que a sus víctimas se les apliquen los preceptos de memoria, dignidad y justicia.  

Una justicia alejada de la venganza, que nadie desea ni nadie promueve y mucho menos la ley que mantiene en toda su vigencia la amnistía que inauguró la Transición. Feijóo va a tener más oportunidades de pronunciarse sobre las víctimas del franquismo, cada vez que se dé cumplimiento a la ley. Y podrá mostrar empatía o dar explicaciones genuinas.