Jesús Fuero

TERCERA SALIDA

Jesús Fuero


Hablando de viejos

12/07/2021

La generación que me educó está desapareciendo, y me siento cada vez más huérfano, necesitado de templos de vida y sabiduría donde cobijarme. Reconozco en mis progenitores su capacidad de sacrificio, su no buscado estoicismo, esa voz callada que aceptó aquello que les tocó vivir sin haberlo podido evitar. Recuerdo a mis abuelos, a los que el hambre y el duro trabajo privó de muchos centímetros de estatura.
No tienen igual valor todas las renuncias que los seres humanos hacen para lograr objetivos materiales o espirituales. La renuncia a las apetencias es sabiduría, y esa puede ser una de las causas de que cada vez haya menos sabios en el mundo, ya que la austeridad, vivir con menos confort, pasar necesidad, en el pasado era más frecuente y motivo en si para metas superiores. Sacrificar comodidades terrenales para alcanzar otras metas lo hicieron Da Vinci o Miguel Ángel. Sabio fue Fray Luis de León o Fray Sebastián de Fuertescusa que vivió en Priego. Ahora, en cualquier caso, a los sabios no se les escucha, nos están volviendo tarumbas, y aunque los tengamos delante no los reconocemos, aun así, nos empeñamos en ver programas de roscos, de peldaños, de bombas, y al perenne Hurtado. Se pospone la lectura, la meditación, la observación de nuestro entorno, verdaderas fuentes del conocimiento. El más sabio puede ser esa persona mayor, sensata, que habla con la voz de la experiencia y, si es cultivado, con la voz del conocimiento. Aunque no sea profesor cum laude siempre nos puede ofrecer un collar de perlas que nos haga más ricos. Cada vez hay menos sabios con los que conversar. De mi entorno se fue la verdad de la inefable Simona, María, Enrique, Alejandro, Felipe, José Manuel, Rosa y otros. Me regalaron confidencias que eran consejos, retazos increíbles de su vida, y que fueron la mejor enseñanza. Ellos para mi fueron y son ejemplo a seguir. Recuerdo que nunca las oí criticar, y eso que llevaron una difícil vida en una sociedad machista. Repaso en mis notas la dura vida que ellos aceptaron como don. Descubrí en los venerables la generosidad de quien da poco valor a los bienes materiales y gusta más de los de la mente y el espíritu. Recuerdos que me trasmutan aún son sus sonrisas, el cariño que me brindaron, su paciencia, su saber hablar, su saber callar lo inconveniente, y también sus grandes conocimientos. Un joven me decía el otro día que estaba bien que el tal Jeff Bezos viajara al espacio por unas decenas de millones de euros, que por eso lo admiraba, y triste me sentí porque no comprendía que es más feliz quien hace felices a los demás, algo que hace que nos sintamos dichosos. A mis venerados los he visto siempre felices y serenos. Sabios en mi vida aún queda alguno que, a pesar de vivir con el dolor siempre presente, cuando hablo con él se muestra alegre, dichoso. Al margen de que sean pobres o ricos, con pocos o muchos estudios, o de cualquier condición, se muestran tristes cuando se nombra la eutanasia.
Ahora parece que los viejos sobran, los llevan al geriátrico, ya que la medicina no cura la vejez, todo lo más los apacienta para que no den la murga, y ante el sufrimiento les ofrecen la eutanasia legislada. El cariño, medicina natural, cada vez se usa menos, y la muerte, algo natural, se omite como si no existiera, y nos privan a los demás de esa muerte que en el bautizado da sentido a toda una vida y la culmina.